Corrí y corrí hasta estar dentro del edificio. Suponía que estaba en la azotea ya que se escuchaba viento golpear el micrófono del teléfono. Me faltaba el aliento de ir tan deprisa. Justo cuando paré enfrente del ascensor, un blanco cartel me anunció que estaba fuera de servicio.
Las escaleras.
¡Malditos edificios de Corea! ¿Por qué tienen que ser tan altos? A toda velocidad, pisé con fuerza cada uno de los escalones. Pero un movimiento en falso y me torcí el tobillo.
- Ash... - me quejé. Pero sin más, me reincorporé y seguí hacia delante.
Como si se tratara de un milagro, una puerta color gris con un mango rojo se presentó ante mí. No dudé ni dos segundos en abrirla.
- ¡KIM LAILA! – grité nada más verla subida encima del bordillo que delimitaba la zona segura de una caída de más de treinta metros de altura. A la vez, estiré mi mano hacia ella para que se calmara – Ven, por favor.
- ¡No! ¡No te acerques! – gritó
- Por favor, todo pasará. Se solucionará. – sonreí para tranquilizarla mientras avanzaba poco a poco.
- ¡No pasará! ¡Tiene otra familia! ¡Nos ha destrozado!
- Coge mi mano, vamos, ven conmigo.
Tan solo quedaba un par de metros entre nosotras. En dos zancadas podría cogerla de la mano. Pero su idea no fue esa. Sin pensarlo dos veces, se precipitó al vacío.
- ¡¡Laila!! – grité mientras me lancé hacia ella y la agarré del brazo con toda la fuerza que pude. Al tener aguantar su peso de golpe, me clavé en el antebrazo una de las decoraciones en forma de punta que tenía la barandilla. - ¡Ah! – exclamé. Pero ahora no podía pensar en ello.
El problema de todo esto es que mi fuerza no era suficiente. Empezábamos a caer las dos. "Es nuestro fin", pensé.
Pero, al parecer, la vida tenía otro destino para mí, pues sentí unos brazos rodear mi cintura y tirar de mi cuerpo hacia arriba. En cuanto estuve estable, otras manos agarraron a mi amiga.
Aunque no me paré a mirar quienes eran, estaba bastante claro.
Me levanté del suelo, cogí a Kim Laila por los hombros y la estampé contra la pared.
- ¿¡Cómo se te ocurre hacer eso!? – le grité - ¿¡Has perdido la cabeza!?
Ella estaba sentada con la espalda apoyada en el muro y yo de rodillas enfrente de ella. Notaba las miradas de los chicos, atónitos.
- E...estás sangrando – dijo ella.
- ¡Eso da igual! – bajé la manga de la camiseta, la cual se habría remangado en algún momento de todo este ajetreo, y la cubrí.
- Yo... de verdad... yo... - rompió a llorar.
Ya no había nada que hacer. Seguir gritándole no iba a arreglar nada.
- Lo siento, de verdad, lo siento – gritaba y lloraba desconsoladamente.
Sin pensarlo más, la rodeé con mis brazos en un cálido abrazo.
- Llamad a la ambulancia – exigí a los chicos que se habían quedado petrificados.
Algo asustados por la situación, Namjoon sacó su teléfono del bolsillo, lo vi marcar un número y alejarse para hablar con más claridad. Volví a prestarle atención a mi amiga.
- Ya está, ya pasó – le acariciaba. – Chicos – levanté la mirada para encontrarme con ellos – ya podéis iros, muchas gracias por traerme.
Nuestra relación apenas estaba empezando a ser normal y no quería volver a enfadarlos o que volvamos hacia atrás. Ahora podía seguir yo, hablar con los doctores no sería ningún problema.
- No, de aquí no nos vamos – dijo Seokjin con firmeza.
- Puedo seguir yo, no hay de qué preocuparse.
- Precisamente tú nos preocupas – habló Namjoon mientras señalaba con la mirada mi brazo – No podemos dejarte sola, ninguna de las dos está en buenas condiciones.
Suspiré. Ponerme cabezona no serviría de nada.
No sé cuantos minutos pasaron cuando el sonido de las sirenas comenzó a llenar la ciudad. Escuché voces, gente corriendo y, finalmente, la puerta de la azote se abrió. Tumbaron a Laila en una camilla, ya que a causa de los nervios no era capaz de andar bien, y se la llevaron. Un médico levantó la manga de mi camiseta y le echó un vistazo a la contusión.
- Tendrás que venir con nosotros. Es necesario suturar la herida.
- ¿En serio? – dije algo sorprendida. No pensaba que fuera tan grave.
Este afirmó con la cabeza.
Una vez bajamos, se podía ver en la entrada la ambulancia con las sirenas aún puestas.
- Si queréis, podéis venir uno de vosotros – se dirigió a los chicos.
- Iré yo – sentenció Namjoon – Seokjin, vuelve con Jungkook e informa al resto que se cancelan los ensayos de hoy. También hay que hablar con el CEO y con el señor Park.
- ¡No! – me apresuré a decir – No contéis lo que ha sucedido.
- ¿Qué? – la mirada de Namjoon se posó sobre mí – Debemos avisar de lo que ha pasado.
- Sé que lo que ha sucedido no es nada como para tomárselo a la ligera. Me da igual que los chicos lo sepan, pero, por favor, que no llegue a oídos de mi padre. – suficiente tuve con lo que pasó el día anterior.
- De acuerdo – cedió con más facilidad de la que imaginaba. Supongo que los nervios no le dejaban pensar con claridad. Como a todos los que estábamos allí presentes – solo por esta vez.
Le agradecí con la mirada y subí a la ambulancia. Este intercambió unas cuantas palabras más con Seokjin y Jungkook hasta que se vino conmigo.
- ¿Qué ocurrió? Necesito saber toda la historia para dar parte de ello y redactar un informe – habló el médico.
Expliqué todo lo que pasó, tal y como lo viví, desde la llamada de Laila hasta que Namjoon llamó a los servicios médicos.
- Parece de película. Cada vez nos llegan historias más sorprendentes. – comentó el señor con simpatía, pero con total respeto hacia el estado de mi amiga. – Una vez esto listo, veamos tu herida.
Cogió mi brazo y lo puso sobre una pequeña mesa. Cogió papel y, primero, limpió toda la zona pues la sangre se había esparcido demasiado.