Una vez llegué a casa, me dirigí hacia la ducha. Al quitarme la ropa vi unos morados en mi barriga... perfecto, ya estoy marcada por ese imbécil. Me apresuré en asearme y salí fuera.
- ¡Lee! – Jungkook corría en mi dirección mientras gritaba.
- ¿Qué ocurre? – por un momento me asusté de verdad.
- ¡Protégeme! Seokjin va a matarme. – dijo escondiéndose detrás de mí y usándome como escudo.
El nombrado se acercó rápidamente e intento agarrar a Jungkook.
- ¡Seokjin! ¿por qué estás peleando con Jungkook? – dije poniendo mis brazos en forma de jarra.
- Ese niño es un ladrón. ¡Me ha robado la galleta que quería comerme! – dijo mientras intentaba no reír.
La situación me sacó una gran sonrisa y, por un momento, me hizo olvidar todo.
- No tenéis remedio – dije aguantando la risa.
- ¡No tiene gracia!, esa galleta se veía realmente deliciosa. – habló Seokjin con la boca pequeña.
- ¿Por qué le has robado la galleta, Jungkook? – me giré hacia él.
- Cuando era más pequeño, mi apodo era "galleta" o "cookie". ¡Si se come una seria como si me masticara a mí! – ahora sí que iba a explotar de la risa. Sus maneras de jugar a veces me parecían algo infantiles, pero, a la vez, entendían por qué lo hacían. ¡Las risas estaban aseguradas!
- Eso no es excusa. Tienes que devolvérsela a Seokjin. – me acerque a su oído y le susurré. -, no queremos que se enfade y pinte la casa entera de rosa. – hace poco me enteré que tiene obsesión con ese color y aproveché este momento para hacer una pequeña broma de ello.
Jungkook y yo hicimos una mirada de cómplice y echamos a reír
- ¿De qué os reís? Lee, pensaba que estabas de mi parte. – dijo el mayor mientras fingía estar triste.
- ¡Secretos de "maknaes"! – reí.
Jungkook y yo nos miramos de nuevo.
- ¡Ahora! – gritó Jungkook.
Ante la señal, ambos salimos a correr del lugar mientras nos dirigíamos hasta la planta de abajo. Seokjin no se quedó atrás, pues empezó a perseguirnos como verdadero maniático. Lo que ni Jungkook ni yo entendimos fue... ¿¡por qué diablos tiene un bate de beisbol!? ¿¡En qué momento lo ha cogido!? ¿¡Acaso quiere matarnos!?
Rendidos, nos dejamos atrapar por Seokjin y nos tiramos al suelo para poder reír y coger aire.
- ¿Me das mi galleta? – habló este mientras se ponía el bate sobre el hombre imitando al típico matón.
- Si, he dado todo para protegerla, pero ya no puedo evitar que sea devorada por ti. – dijo Jungkook dispuesto a dársela.
Pero, justo en ese momento, el chico extendió su mano y la abrió. Pedacitos de galleta cayeron de esta.
- Tú... ¡no tienes corazón! Has machacado a uno de los tuyos. – Seokjin empezó a hacer un berrinche al ver su galleta hecha añicos.
- ¡No! ¡galleta! ¡no quería hacerte nada malo! Ha sido un accidente.- Jungkook empezó a fingir llanto. Ambos empezaron a comerse las mijitas que quedaron en la mano de este. Al menos acabaron compartiendo la galleta....o lo que quedaba de ella.
Una vez el tema de la galleta robada estuvo resuelto, volví a mi dormitorio, pero, poco después, tocaron a la puerta.
- ¿Quién es?
- Soy Namjoon, ¿estás visible?¿puedo entrar?
- Si, pasa.
- Los chicos y yo tenemos que ir a una grabación en un programa de televisión. Quería avisártelo antes de irnos.
- ¿Enserio? ¡Es genial! ¿será en directo? – el asintió. – Entonces lo veré. – hice una pausa. -, que os vaya muy bien chicos.
- ¡Perfecto! – respondió este. Salí un momento y me despedí de todos los chicos antes de que se fueran.
Tenía la casa para mi sola: los chicos en la grabación, el señor Park estaba con mi padre en la empresa haciendo papeleos y la secretaria Minji trabajando en algún lugar de la empresa.
- Lee, al fin te duchaste. – escuche una voz que hizo que se me pusieran los pelos de punta. ¿Cómo se me había olvidado?
- C....Carlos – dije asustada.
- ¿Cuándo dirás mi nombre sin tartamudear? Pareces idiota. – escupió.
- Lo siento – me apresuré a decir. ¿Por qué pedía disculpas? ¡El problema era de su cabeza!
- Que divertido, ¿verdad? – dijo este.
- ¿El qué? – pregunté anonadada.
- Tu y yo...solos, en una casa enorme, sin nadie que nos pueda molestar, ¿podría ser mejor? – sonrió victorioso.
- Por favor, no hagas nada de lo que podamos arrepentirnos. – dije gesticulando con mis manos.
- Eres mía y, por lo tanto, hare lo que quiera contigo.
- El trato era que, si te obedecía, no me harías daño. Pero estás incumpliendo tu palabra.
El no dijo nada. Simplemente se levantó y me agarró violentamente del brazo y me llevó hasta el almacén en el que me quedé encerrada con Seokjin. Una vez allí, me soltó con desprecio.
- Vamos a jugar a un juego – su asquerosa sonrisa hizo que miles de pensamientos revolvieran mi estómago.
- ¿Qué juego? – respondí sin saber si quería escuchar la respuesta o no.
- Tú me dices dónde está la caja fuerte de tu padre y yo me llevo el dinero. Ni siquiera necesitas decirme el código.
- No pienso decir nada. – hablé enfadada.
- Para que sea más divertido, por cada cinco minutos que pasen, te haré un dibujo diferente.
- ¿Un dibujo? – no entendí a qué se refería hasta que levantó su puño. Fue en ese momento en el que me lancé a él. No permitiría que volviera a tocarme, o al menos lo intentaría evitar a toda costa.
Forcejeamos una y otra vez hasta que me golpeó en la cabeza con una barra de hierro que cogió del suelo y quedé aturdida. En ese momento aprovechó para cogerme y amarrarme a una columna.
- De ahí no te moverás. – escupió, yo no respondí – Puesto que no quiero hacerte heridas visibles, - hizo una pausa – bastantes problemas me dará pensar una excusa para el corte que tienes en la frente, - no me di cuenta de ello hasta que el dolor se hizo más punzante – haré mi obra de arte en el tronco de tu cuerpo. – sonrió.