Había llegado a mi casa hacía unas horas. Estaba esperando que Tayly me respondiera el mensaje, que le había escrito al WhatsApp. Ya eran las cuatro de la tarde y aún no respondía al “Hola soy Nick ¿Que haces?” El mensaje aparecía como leído y la última conexión que tuvo, fue un minuto después de haber leído mi mensaje.
Habían pasado ya unas horas, desde que le envié mi mensaje. Ya me había resignado a que ella quizá no quería hablarme. Así que me puse a hacer tareas de la Universidad y a tratar de sacarla de mi mente. Ya que ella no estaba interesada en mi, entonces ¿De qué servía que yo siguiera pensando en ella? ¿O quizá podría tener una oportunidad? Pero eso no lo sabía con exactitud, era solo una suposición. Si ella no estaba interesada en mi, ¿Por qué me había dado su numero de celular? o ¿Quizá solo quizo ser cordial conmigo? Quizá yo sea uno más de sus amigos. Quizá ni me vea de la forma en que yo la veo. Pero entonces, ¿Por qué siempre estaba interesada en hablar conmigo? Eso no hacen las chicas que no están interesadas por cierto tipo de chicos. ¿No?
Toda esta situación estaba volviéndome loco y no me dejaba concentrarme en la presentación que tenía al siguiente día.
Cuando ya había terminado, con gran dificultad, de hacer todos mis deberes, vi en mi celular, que un mensaje había llegado hacía unas horas. El remitente… Tayly.
“Siento no haberte respondido, estaba en clases de inglés. Y el profe casi me quita el cel.”
¡Yo no podía creer que la había juzgado mal! Pensé que yo no le interesaba. Pero ese leído fue porque el profesor le dijo que guardara el celular o algo parecido. Me sentía culpable por pensar que ella era igual a sus amigas. Pero no, ella es diferente. Yo sé que ella siente algo por mi. Y claro que yo quiero estar con ella. Ella es hermosa, divertida, inteligente, humilde y sus ojos son algo inexplicable. Cada vez que los miraba sentía que el tiempo se detenía y su sonrisa, hacía que cada vez más, yo me enamorara de ella. Cuando la veía mi mundo era un lugar mejor.
Respondí lo más rápido que pude.
“Siento no haber respondido hace un rato, estaba haciendo algunas tareas”
Ella respondió dos minutos, después.
“No te preocupes, ¿Quieres que te dé la dirección de Rasec?”
Le respondí de inmediato.
“Sí, gracias. ¿Es muy difícil aprender a hablar Ingles?”
Ella leyó el mensaje y esperó unos segundos, antes de enviarme la dirección de Rasec.
“Calle Vicce 512. No, es muy fácil. Mientras practiques se hace muy fácil”
“Estás segura de que puedo ir a la fiesta? ¿No tengo que estar invitado?”
“Jajajaja, claro que no. Bueno y si sucede algo, yo te invité, ¿No?”
Ese “Yo te invité”, me llenó de emoción. Por supuesto que ella estaba interesada en mi.
“Genial estaré allí. ¿Con quienes practicas inglés?
“Con mis amigas, ellas lo dominan muy bien”
“Quisiera estudiarlo y cuando lo aprenda, quizá podamos practicar juntos”.
“Sí, me parece muy bien”.
Después de eso no supe que más decirle. Así que lo dejamos allí.
Los días siguientes yo alisté cada aspecto que pudiera hacerme pasar una mala noche en esa fiesta. Alisté mi traje, mis zapatos, mi corbata, mi camisa. No había ido nunca a una fiesta así. Así que supuse que todos irían elegantes, que habría licor caro y que todos bailarían amenamente. Como en las películas de gente esnob. Quizá no sería algo tal cual estaba en mi mente, pero algo parecido habría de ser.
Llegó por fin el día y yo estaba totalmente aterrado. No sabía que debía hacer. Me duché como tres veces. Mis zapatos estaban bien lustrados, mi terno estaba listo y mi camisa planchada. Mi peinado era perfecto. Creo que nunca en mi vida, me había alistado, tanto como lo hice para esta fiesta.
Tomé un taxi hacia el lugar y con el taxista, empezamos a buscar la casa. El lugar era una gran residencial de casas con piscina. Todo era muy minimalista. Yo tenía muy claro que la arquitectura había sido creada originalmente por personas graduadas de mi Universidad. Ya que en muchas de las maquetas que veía cada día, esos modelos predominaban.
Seguíamos avanzando por esas largas calles hasta que por fin dimos con la dirección. Pude reconocer de vista a algunos chicos de la U de inmediato.
- Creo que es aquí señor – dije asomando mi cabeza para ver si de la casa salían más personas para confirmar que sí estaba en el lugar correcto.
El taxista miró a los jóvenes, sus ropas caras, rostros perfectos y pelo desaliñado, pero muy a la moda; y luego me miró a mi. Puso una cara de confusión.
- ¿Está seguro, joven? – preguntó él, al ver que yo no concordaba con la fiesta.
- ¡Claro que sí! – respondí un poco molesto y le pagué la carrera.