Mientras derramaba algunas cuantas lágrimas en el taxi de regreso a casa, veía las lujosas casas de la zona, con mi cabeza recostada sobre el cristal del auto. Los postes pasaban y alumbraban mi rostro y también una parte del asiento de mi costado, en el taxi. En mi interior recordaba una y otra vez, cómo las cosas habían sucedido. Primero parecía que Tayly había tomado interés en mí y luego apareció alguien más guapo, más adinerado, más cool y ella se había olvidado de mí.
Sentía una gran furia contra ese chico y les prometo que nadie había sido más odiado por alguien que ese chico por mí, en la historia del mundo. Sentía ganas, de que si lo encontraba en alguna calle, iría directo hacia él y le daría su merecido. Pero luego recordaba que yo era flaco y mis brazos eran apenas del grosor de un alfiler y entonces, en mi mente, la pelea se hacía más real. Lo veía a él dándome una paliza a mí. Entonces me sentía impotente, sin saber que hacer. Sin saber como haría para dejar de sentirme así, tan mal.
Cuando el taxi llegó a mi casa, bajé y mi traje aún no estaba totalmente seco. Mis zapatos rechinaban cada vez que yo daba un paso. Y mi plan para poder entrar sin ser detectado a mi casa se hizo imposible.
Al parecer mis zapatos rechinaban tanto, que tan pronto como puse la llave en la cerradura, mi madre abrió la puerta. Vio mi traje mojado y su mirada inquisitiva recorrió mi alma en menos de un segundo.
- ¿Qué paso? – preguntó mi madre, con voz de que ella sabía lo que había sucedido. Solo le di una mirada de “no quiero hablar de ello”. Me quitó el saco del terno y me sentó en el sillón – ¡Ya vez! Te lo dije, esa chica de la que hablas no me trae buena espina. ¿Yo te lo dije o no? Seguro te hizo algo y por eso estás mojado. ¡Seguro te lanzó a la piscina!
- Sí, bueno, no. Yo salté a la piscina – Sus ojos se abrieron preparando el sermón dentro de ella – pero no fue como piensas…
- ¡Entonces como fue?
- Traté de salvarla, porque iba a caer mal del balcón a la piscina y creí que se lastimaría.
- ¡Cómo que cayó del balcón a la piscina?
- Es que había un balcón que daba exactamente con una piscina y los chicos se lanzaban desde allí.
- ¡Y seguro tú también te lanzaste!
- No…
- ¡Que es lo que te he dicho de hacer lo mismo que otros hacen! ¿Ah? ¿Si ellos se lanzan del puente, tú también lo harás?
- No, yo no lo hice. Ella y otro chico lo hicieron…
- ¡Ella lo hizo! – Su cara de asombro y de “no quiero que vuelvas a verla” se asomaban.
- No, pero no es lo que crees, ella fue inducida por otro chico.
- ¡Eso solo demuestra que ella se deja llevar por cualquiera a donde sea! ¡No quiero que vuelvas a hablar con ella! ¿Me escuchaste? – Se levantó del sillón y me trajo varias toallas. Y me secó la cabeza mientras empezaba su sermón…
- Pero…
- ¡Pero nada jovencito! ¡Deberías buscarte una jovencita que sea humilde! ¡Que no ande ahí, en ese tipo de fiestas! Por ejemplo a esa jovencita de al frente. La que tiene los frenos… ¿Cómo se llama?
- ¿Victoria?
- ¡Ya vez! Hasta recuerdas su nombre, ella te conviene – me miró con una mirada pícara y era claro, que ella quería que esa chica y yo estuviéramos.
- Pero ella no es linda, tiene pecas y frenos y no me gusta. Yo la veo solo como una amiga.
- Ya vas a ver, cómo tarde o temprano, ustedes terminan juntos. ¡Recuerda las palabras de tu madre! Además ustedes harían una muy bonita pareja.
Yo y Victoria solo habíamos hablado pocas veces. Y realmente se veía lo desesperada que estaba esa chica. Yo realmente sentía que ella se moría por mí. Pero ella no me gustaba. Victoria era pelirroja, tenía frenos, su piel era tan pálida como la de un muerto, usaba siempre suéteres, realmente parecía que no era una chica normal, ella paraba a veces con la mirada perdida, como en otro mundo. El único que parecía normal era su Padre, porque hasta su madre y su hermana lucían casi igual.
Cuando mi madre terminó de darme el sermón, subí a mi cuarto a ducharme y revisar el WhatsApp, para ver si Tayly me había dejado algún mensaje o algo, explicándome todo lo que pasó. Yo, le creería una mentira con tal de olvidar todo lo sucedido y sentir que realmente yo le importaba. Pero nada. Ella estaba conectada y yo no tenía el valor suficiente para hablarle. ¿Pero que podría decirle? ¿Le reclamaría algo? No, ella y yo no éramos nada, apenas habíamos hablado unas veces.
Cada vez que recordaba el beso entre ella y ese chico, mi corazón ardía y sentía que mi alma se quebrantaba de a pocos y quería que la tierra me tragara para poder, no sentir este dolor.
Echado en mi cama, en medio de la noche, me puse a reflexionar sobre lo que había sucedido hoy, Cada vez que recordaba el beso, me torturaba más.
De pronto un recuerdo que no había considerado hasta ahora, llegó a mi mente. Y era la razón por la que yo había saltado a la piscina.