– ¡Wona, viene directo hacia aquí! – dijo Luciana a Tayly, mientras yo avanzaba en cámara lenta, por el pasillo. La boca de Tayly seguía abierta, y su expresión seguía siendo de infinito asombro.
Yo sabía que ella me había reconocido, si no, no hubiese mostrado esa expresión, y tampoco se hubiera quedado muda. Ella me reconocía y yo lo sabía. Y debo ser sincero. Esto me encantaba.
Así que para parecer más interesante, cambié de rumbo; el cambio fue casi imperceptible, como para no parecer tímido y lo suficientemente notorio como para robarles el sueño de acercarse a mí.
Fijé mi dirección hacia la clase que me tocaba, justo el salón del final del pasillo y seguí caminando.
Mientras me aproximaba hacia donde ellas estaban; no dejaban de mirarme y no solo ellas, si no todas las chicas que estaban alrededor mío.
El pasillo se convirtió en una especie de pasarela de modas; en el que yo, era el único modelo, porque todas, y absolutamente todas las miradas, estaban sobre mí.
Y eran miradas que denotaban ver, más de lo que veían a simple vista. En ese momento, pude sentir que era sentirse desnudo frente a otras personas, sin estarlo.
Me sentí avergonzado, pero para nada dejé que mi rostro lo denotara. En ese instante, sentí vergüenza. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y éste se contrajo. Lo cual hizo que mis músculos se tensaran y se mostrasen más esplendorosos que nunca.
De pronto, varios suspiros ahogados se dejaron escuchar por todo el pasadizo.
Lo bueno de usar lentes de sol, era que nadie podía ver que expresión tenía realmente en mis ojos. Podían ver mi boca y el resto de mi rostro, pero no lo que realmente marcaba una expresión. La mirada.
Así que no pudieron verme totalmente nervioso. Aunque creo que debía acostumbrarme a esto, ya que a los “Chicos Cool” siempre los están mirando.
Si quería ser uno de ellos, para impresionar a Tayly, este tipo de cosas no debían importarme. ¿No?
Seguí caminando. Cuando me encontré a sólo unos metros de Tayly y de sus amigas, giré mi rostro en dirección a ellas. Miré fijamente a Tayly, detrás de los lentes de sol, y puse una expresión controlada de “reconocimiento”. Fue como si la hubiera reconocido y luego una pequeña sonrisa se escapó de la comisura de mis labios, pero no dejé que ninguna otra emoción se manifestara en mi rostro. Obviamente mis manos sudaban.
Lo cual hizo que Tayly sonriera y sus amigas la vieran como alguien que hubiera recibido un premio muy grande, algo así como la lotería. Con alegría porque uno de tus conocidos hubiera ganado algo, pero con envidia asolapada entre esas sonrisas falsas.
Yo pude sentir que esa fue la verdadera reacción de sus amigas.
Después de dedicarle esa pequeña sonrisa mientras caminaba, giré mi rostro en dirección a mi clase y seguí caminando mientras sentía que todas las miradas, iban a mi retaguardia.
Felizmente había trabajado esa zona también. Así que no me sentía tan avergonzado, de que me miraran tanto allí atrás.
Cuando llegué a mi clase, que no estaba tan lejana, de la clase donde Tayly estaba. Noté que se me había hecho tarde. Al parecer, caminar en cámara lenta, hace que el tiempo pase volando.
De hecho, si me pongo a pensar sobre eso, ahora entiendo porque los Chicos Cool eran los que llegaban siempre con retraso, o algunos inclusive, los más experimentados, salían de su casa más temprano que cualquiera. Y era porque debían ser siempre los “perfectos”, los que llegaban a tiempo.
Toqué la puerta y la profesora me dejó entrar. La mayoría de sitios estaban ocupados y creo que mis amigos habían pensado que no iría ese primer día de clases y no me guardaron sitio cerca de ellos. El único sitio que quedaba libre, era uno en la tercera fila (muy lejos de ellos).
Al caminar hacía mi sitio, me di cuenta de que había nuevos alumnos, pero la mayoría era del semestre pasado. La mirada de muchos era de sorpresa y los que me conocían quedaron con la “boca abierta”. Algunos no me reconocieron, o simplemente creyeron que era un alumno nuevo. Pero mis amigos si lo hicieron y sus ojos estaban tan abiertos como sus bocas.
Cuando me senté la profesora ya había empezado con la clase, así que no tuve tiempo de saludar a mis amigos, ni siquiera verlos. Pero yo podía sentir como hablaban de mí, y como me miraban.
“Casi no lo reconozco”, “Está muy diferente”, “¡Bajó de peso!”, “¿Ó subió?”, “Su pelo se ve diferente”, “De que está tonificado, lo está!”, “Tiene mucho cuerpo”, “Pues a mi me gusta más así”…
Al acabar la clase, entregué mi trabajo a la profesora y salí del salón para esperar a mis amigos afuera.
Mientras me encontraba recostado contra el muro de enfrente de la clase, manoseaba mi teléfono y esperaba que Melissa, Horu, Ariel, Donovan y Ortega salieran.
Primero salieron los tres chicos.