Desperté por la mañana con el sonido de una piedrecitas chocando contra mi ventana. Me levanté y había un poco de oscuridad, pero se notaba que estaba empezando a amanecer. Abrí mi cortina, y lo que vi allí afuera me hizo recordar que todo lo que había pasado, no lo había soñado, era real! Un ave detenida en pleno vuelo, una hoja suspendida en el aire, el chico que entregaba periódicos, estaba inmóvil sobre su bicicleta, con la mano extendida, lanzando un periódico que detuvo su trayectoria en el aire. Y allí en medio de mi jardín, estaba Josh, sonriendo con esa risa amigable que siempre mostraba.
- ¡Hey, despierta dormilón! ¿Tienes clases hoy?
Real Slow – Miami Horror
Abrí la ventana y pude observar mejor todo.
Todo estaba completamente inmóvil, excepto Josh, él era el único que se movía. Solo la luz del sol y el aire seguían en movimiento.
- Sí – dije sobándome los ojos.
- ¡Entonces empieza a alistarte! Julieta y yo queremos mostrarte algo antes de que lleguemos a la U.
- Está bien – dije terminando de abrir mis ojos.
Y pronto todo empezó a moverse de nuevo. Josh había desaparecido y la hoja que se había quedado suspendida, empezó a caer, los pajaritos siguieron volando y el chico repartidor de periódicos se quedó mirándome, mientras el diario, caía en la puerta de mi casa.
Él se quedó muy intrigado mirándome, como si no entendiera que sucedió, su bicicleta seguía avanzando. Tal fue su desconcierto que chocó con un auto, por no dejar de verme.
Yo me extrañé de su reacción, cerré mi ventana y fui a mi baño. No noté nada excepcional en mí. ¡Vamos que no era tan grave! ¡Mi rostro se parecía al de todas las personas al despertar, pero, tampoco era algo por qué sorprenderse!
Me duché y me alisté rápidamente. Conocía al profesor de este curso, y no era precisamente un ángel. Se molestaba por todo. Había estado todo un semestre enseñándonos, y al parecer este semestre también iba a continuar haciéndolo.
Me peiné y mientras revisaba que todo estuviera conforme, me quedé viendo el muñequito de esa tortuga, la cual Josh me entregó ayer por la noche.
Me quedé pensando en como podría haber, él, hecho tal cosa. ¿Cómo logró entrar a mi casa? Y lo más importante. ¿Cómo logró saber dónde estaba esa llavecita?
Recuerdo su rostro después de confesarme que él era especial. Su sonrisa me calmó tanto. En un momento yo estaba desesperado por salir del auto, pero al verlo... No sé, su rostro irradiaba tanta seguridad y confianza. Hizo que recuperara la confianza en él, al instante. Me sentía bien, me sentía alegre. De hecho. Cada vez que veía a Julieta o a Josh, sentía que podía confiar en ellos. Me sentía como en casa con ellos. Como en familia.
Josh me dijo que todo mejoraría. Pero yo no estaba seguro de a qué se refería.
La noche anterior, mientras él conducía de regreso a mi casa, yo pensaba en las cosas extrañas que habían sucedido.
Estaba un poco cansado y era difícil asimilar todo. No entendía muchas cosas, pero pensé que era muy pronto para empezar con las preguntas hacia Josh.
Antes de bajar de la camioneta, él me dijo: “Creo que no es necesario que te diga que no se lo digas a nadie ¿Verdad?”, porque era algo básico en la confianza que él había depositado en mí. Así que yo también debía confiar en él. No me pasaría nada si yo no le decía nada a nadie.
Volví al presente al escuchar un ruido en la cocina y sentí una brisa detrás de mí, como si se hubiera encendido un ventilador, que se detuvo muy rápidamente.
- ¿Es de tu padre cierto? – preguntó Josh detrás de mí.
Mi cuerpo saltó por el susto y una pequeña risita se le escapó a Josh.
Me sorprendió la forma en la que apareció, así de repente, en mi habitación. Se notaba curiosidad en su rostro, sus ojos estaban dirigidos exactamente a la tortuga de juguete.
- Sí, lo es – iba a preguntar como entró, pero supuse que él podía ingresar y salir de cualquier lugar según su voluntad. Así que era tonto preguntar eso.
- ¿Te gusta Yoshi Island? – preguntó.
- Claro que sí – respondí – ¡Es de mis juegos favoritos!
- Sí, eres de los míos – dijo él, riendo, mientras me llevaba del hombro hacia las escaleras – Julieta nos está esperando en el auto. Trajimos desayuno para ti, así que apúrate – dijo eso apenas empezamos a bajar las gradas, y de pronto desapareció.
El ruido que escuché, fue mi madre abriendo una ventana, lo distinguí, porque continuó mientras yo bajaba las gradas.
- Buenos días ma... – dije mientras terminaba de descender los últimos escalones.
- ¡Ay hijo! ¡Me asustaste! – dijo ella al verme ya frente a la puerta – ¿A donde vas? ¡De aquí no me sales sin tomar desayuno, ah!