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—¡Oigan! ¡Que alguien lo detenga! ¡Ese chico comió y se fue sin pagar!
Atardecía en el apacible pueblecito. Los lugareños iban a sus casas tranquilamente cuando vieron salir, con la cara roja, el pelo revuelto, y sudor en la cara, al dueño del restaurante. Miraba a todos los transeúntes con los ojos desorbitados. A pesar de su pasado en un hospital psiquiátrico del Grand Line, todos lo consideraban un tipo de lo más calmado y centrado.
Hasta ahora.
—¡¿Qué les pasa a todos ustedes?! ¡¿Es que acaso ninguno lo vio?!
Algunos asintieron y uno en particular le indicó por donde se había ido el adolescente con sombrero de vaquero. El hombre se fue furioso argumentando que cerraría su establecimiento por varios días si no lograba atrapar a ese ladrón. La gente que lo escuchó quedó preocupada, ya que ese restaurante hacía el mejor pescado frito del lugar. Decidieron ir y ayudarlo.
Por otro lado, otro restaurante no muy lejos de allí había sufrido el mismo tipo de vandalismo, pero a manos de un tipo con sombrero de paja. Ese restaurante era conocido por servir el mejor carne asada de toda la isla, y los lugareños no dudaron ni un segundo en ayudar al propietario, quien también había amenazado con cerrar algunos días su local por dicho infortunio.
En esa isla (y nadie sabía la causa) los dueños de locales de comida tenían una cierta tendencia a la depresión.
Sin embargo, ajeno a los disturbios que alteraron la tranquilidad del pueblo, un chico rubio con sombrero de copa se encontraba ocupado en plena faena investigativa. Había recorrido la playa, hablando con todos los pescadores que allí transitaban, preguntándoles por un barco con una bandera con dos huesos cruzados con la insignia de "ASL" escrito en el centro. La mayoría se encogía de hombros y otros se rascaban la cabeza, dando al adolescente la conclusión obvia; nadie había visto ese barco atracar o zarpar desde el puerto.
Eso complicaba las cosas pues quería decir que les llevaban más de dos días de ventaja, lo cual no encajaba con sus cálculos. El chico se sentó en una piedra, frente al mar, se sacó el sombrero, y meditó en cual podría haber sido su posible error. A este paso, si de verdad estaba equivocado, dudaba que pudieran darles alcance muy pronto. Luffy seguramente sería el que estaría más decepcionado ya que constantemente decía que extrañaba la comida de Skull (quien, aunque cocinaba bien, no era el cocinero oficial de la tripulación).
De repente un olor a pescado asado invadió su nariz y un gruñido familiar, hizo que formara una mueca en su rostro. Tampoco se puede pensar bien con el estómago vacío.
Se acercó a la fogata en donde se estaban asando varios pescados, mientras un pescador dormitaba. Dos botellas de licor estaban vacías a su alrededor lo que significaba que debía tener el sueño bastante pesado. Sin embargo, intentó y le habló, sobresaltado al hombre de inmediato, que lo vio de reojo.
—¿Cómo? ¿Qué quieres comer? Pues saca uno de allí y déjame en paz, mocoso.
Eso no era lo que había preguntado, pero no podía desoír semejante invitación. Sobre todo cuando su única comida del día había sido el desayuno.
Unos minutos después de haber saciado su hambre, volvió a hablarle al pescador que dormía. De nuevo se despertó no muy feliz.
—Qué no tengo un barco pirata, chico.
—No, yo lo que quería preguntar...
—Y el único barco de esos que he visto es uno con un apestoso lince dentro.
El rubio levantó la cabeza sonriente. Habían muy pocos barcos piratas con linces a bordo, si no es que solo uno; el suyo. Kotatsu no era especialmente discreto cuando se cruzaba con desconocidos, y seguramente ese pescador no le habría caído especialmente bien, ya que se parecía a uno de los domadores que lo habían tenido cautivo en un circo.
Rápidamente, y aprovechando que su anfitrión aún estaba semiconsciente, preguntó dónde los había visto y cuando. El pescador masculló que lo dejara de molestar, no sin antes darle la información que necesitaba, hace cuatro días en una isla a pocas leguas de distancia. Sus cálculos no estaban tan equivocados después de todo.
Se levantó dándole las gracias al pescador por su comida e información, e iba a buscar a sus hermanos cuando escuchó el bullicio de una multitud enfurecida a lo lejos, que venían desde el centro del pueblo hacia la playa. En realidad, eran dos multitudes que venían desde direcciones opuestas hacia allí ¿Por qué de repente comenzaba a sentir está sensación de déjá vu en el pecho?
¿No serían...? No, no puede ser. Ace dijo que iba a encargarse de conseguir una embarcación para poder salir de esa isla y Luffy iba a comprar suministros. Ambos estaban tan atareados que simplemente no tenían tiempo para meterse en líos gordos.
¿Verdad?
El adolescente con el sombrero de copa se acercó sigiloso a la multitud sin que lo vieran, pero si había tenido la mínima esperanza de que las personas involucradas en hacer enojar a tantos lugareños a la vez no fueran sus hermanos, esas esperanzas se hicieron añicos cuando la gente empezó a hablar de aquellos rufianes que se iban de locales sin pagar la comida. Uno con sombrero de vaquero y otro con sombrero de paja.
Editado: 16.04.2022