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El barco se mecía en silencio mientras avanzaba apaciblemente por el Grand Line. La luna estaba en lo alto, y Sabo había tomado el primer turno para maniobrar la nave. Ace y Luffy se habían ido a descansar, aunque solo Luffy había logrado conciliar el sueño. Primero, porque roncaba como aserradero y no dejaba dormir a su hermano mayor, y segundo, porque Ace, de todas formas, no tenía ánimos para descansar. Su mente no lo dejaba en paz cuando cerraba los ojos así que prefería mirar por la claraboya de la cabina. Y al final lo decidió. Se levantó, se colocó sus botas, arropó a Luffy que había vuelto a tirar sus mantas al suelo (Ace solo lo hacía cuando nadie estuviera mirando, obviamente) y salió a cubierta.
Sabo no tuvo necesidad de girarse para saber quién se había levantado.
—Que impaciente. Te dije que te despertaría cuando fuera tu turno.
—No tengo sueño —Ace se colocó las manos en los bolsillos y miró por sobre la barandilla de proa, delante de Sabo. La luna iluminaba el camino además de sus faroles de aceite encendidos, pero el mar se extendía hasta donde se perdía la vista.
—¿Así que la única pista que tenemos de nuestros nakamas son las indicaciones de un ebrio?
—Corrección: señor pescador ebrio —Ace miró de soslayo a su hermano y le dio una leve sonrisa. Sabo continuó— Me dio su comida, nos proporcionó transporte marítimo involuntariamente y además tuvo la gentileza de decirnos donde fue vista por última vez nuestra tripulación. A ese tipo hay que hacerle un altar, ni más ni menos.
—No deja de ser solo un pobre ebrio —replicó suavemente Ace, mientras su mirada estaba fija en algún punto indeterminado del horizonte.
El silencio, el viento que azotaba el pelo y la camisa del pecoso, y el rostro serio del chico, expelían, según Sabo, una atmósfera melancólica, muy diferente al aura jovial que se esforzaba por mantener durante el día. Por un rato ambos no se dirigieron la palabra; Sabo esperaba que Ace fuera el primero en hablar, en sacar lo que sea que le esté dando vueltas en esa pensativa cabeza suya.
Y lo hizo.
—Sabo.
—Dime, Ace.
—¿Crees que soy un buen capitán?
Sabo frunció el ceño por unos segundos, pero contestó con buen humor.
—¿A qué viene esa pregunta? ¿Estas queriendo renunciar o algo así? —Rió un poco—. No me molestaría que me cedieses el mando, siempre y cuando les dijeses a todos que te gane por un amplio margen de diferencia.
—Es una pregunta en serio, Sabo —Ace habló sin voltearse. Por el tono iba, de hecho, muy en serio.
Las siguientes palabras de Sabo fueron también más meditadas.
—Creo que todos nuestros nakamas te consideran buen capitán, Ace
.
—Ya, lo dices solo porque sí.
—No, es verdad —se encogió de hombros sin soltar el timón—. Cometes errores como cualquier persona que está aprendiendo a ser líder, pero lo sabes solucionar a tiempo.
—¿Y ustedes?
—¿Qué si creemos que eres un buen capitán? Bueno, esa es una pregunta complicada —Ace se giró hacia él, y Sabo agregó rápidamente, para evitar malentendidos—. No es que no lo pensemos también, Ace, pero sabes muy bien que tanto Luffy como yo queremos ser capitanes igualmente, así que si alguien nos pregunta, cada uno dirá que su liderazgo es el mejor.
Ace asintió pensativo y se volvió hacia la baranda, observando como el agua rozaba el casco del barco.
Sabo no sabía exactamente hacia donde iban dirigidos los pensamientos de Ace, pero intuía el trasfondo de las preguntas, y no le gustaba para nada verlo así de ensimismado. Intentó alivianar el ambiente monologando sobre lo terrible que fue el sistema que tuvieron al principio de tres capitanes para la tripulación, y sobre como Ace había tenido la buena idea de decir que sería mejor compartir la capitanía pero no al mismo tiempo. Luego implementaron ese sistema de combates para decidir quién sería el capitán, renovándose cada mes. A Sabo le había tocado ser cuatro veces capitán, mientras que a Ace lo fue seis veces. El pobre Luffy peleaba con toda sus fuerzas en los combates pero nunca podía vencer a ninguno de los dos.
La mención de Luffy y sus derrotas hizo reír a Ace.
—Dijo que a los dieciocho nos daría una paliza...
—Como si nosotros no cumpliéramos veintiuno para ese entonces —completó Sabo, más relajado al ver el cambio de ánimo— ¿Crees que algún día se aburra de perder, y quiera irse para formar su propia tripulación?
—¿Qué sí creo? Él lo hará, Sabo. Todos los días habla sobre convertirse en el Rey de los piratas y para hacerlo no debe estar bajo la subordinación de nadie.
—Lo sé ¿Pero será pronto?
—No por ahora. Acaba de cumplir quince, está muy chico para el Grand Line, no lo dejaré.
—Iba a decir lo mismo —Ambos sonrieron—. Supongo que la promesa se mantendrá por algún tiempo más ¿Verdad?
Editado: 16.04.2022