Coral

Capítulo 7

Entonces ella se giró completo y luego clavó sus ojos verdes en él. Ella tragó saliva con dificultad mientras la cabeza le daba vueltas y sentía que todo aquello era una equivocación.

Ahmed enarcó una ceja y le tendió una mano, como pidiéndole que se acercara a él.

 

— Vaya, estás hermosa. —susurró Ahmed. — No esperabas esto verdad…

Con el pánico atenazándole la garganta, Coral maldijo para sí y murmuró:

— Y yo no lo esperaba, ni así ni de ninguna forma.

 

Ahmed la estudió atentamente, preguntándose si se daría la vuelta y saldría huyendo. Pero sabía que escapar no era propio de ella. Coral Williams era la única mujer que él conocía que veía acercarse un conflicto y lo afrontaba. Disfrutaba 

luchando por lo que quería conseguir, buscaba desafíos continuamente. Por esas razones la había hecho firmar aquel contrato, además ella trabajaba para él.

Pero ese día no estaba buscando tener un conflicto con la hermosa mujer que tenía delante. Estaba allí por cuestión de su país y su hermano. Necesitaba que Coral se casara con él.

Los músicos comenzaron a tocar suavemente la Marcha Nupcial. La música fue inundando el ambiente y se fue haciendo el silencio entre las personas allí reunidas que fueron poniéndose en pie.

Coral tomo aire, se agarró la falda y camino hacia él, Ahmed observo como estaba roja de la ira. ¿Por qué aquella mujer tenía que estar tan bella cuando se enojaba?

Coral era su secretaria, la mujer en la que confiaba por encima del resto de las personas. Ahmed esperó erguido mientras ella se le acercaba, mirándolo molesta.

La música terminó delicadamente y él le tendió la mano. Pero, tal y como esperaba, Coral no iba a ser fácil de apaciguar. La vio enarcar una ceja con expresión severa mientras mantenía los brazos pegados al cuerpo. Con la barbilla alta, se volvió a todo el mundo y al padre estaba en altar.

 

— Necesito hablar con mí… prometido un segundo.

— ¿Ahora? —preguntó el religioso, frunciendo los labios.

— Ahora —respondió ella con firmeza.

Miró fijamente a Ahmed y le susurró entre dientes:

— ¿Podemos hablar, por favor?

 

Aquella sí era la mujer que él conocía, pensó Ahmed mientras reprimía una sonrisa. 

 

— Por supuesto —respondió él, y le tendió la mano de nuevo.

 

Ella la miró como si fuera una serpiente venenosa y no la tocó. Se volvió hacia todos los invitados y dijo tranquilamente:

 

— Perdonadnos unos instantes.

 

Los invitados se quedaron atónitos y sin duda intrigados por aquel extraño giro en los acontecimientos, lo llevo hasta un pasillo del lugar. Cuando llegó a su lado, ella lo miró y clavó su mirada en él, apartándose el velo de la cara.

 

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —le preguntó ella, casi fuera de sí.

— Casarme contigo. —inquirió él, manteniendo la calma.

— Debería estar lejos de tu presencia Ahmed—afirmó ella.

— Cuando firmaste el contrato te comprometiste a esto.

Ella bajó la vista y se mordió el labio inferior.

— Me pareció apropiado hacer la boda aquí y con estas personas. —explicó él, encogiéndose de hombros.

— Ahmed porque me haces, esto me has engañado.

— Eso ya importa, ahora Coral.

— A mí sí me importa.

— Ya no puedes hacer nada, has firmado y ya.

Ella entornó los ojos y se acercó un poco más a él.

— ¿Has traicionado mi confianza?

 

Coral se acercó a él y su dulce fragancia lo envolvió y sintió la urgencia de tomarla en sus brazos y besarla apasionadamente, pero se contuvo.

 

—Necesitaba que me ayude, solo te pido eso.

— ¿Por qué motivo? Por qué lo haces Ahmed. —preguntó ella, cruzando los brazos por delante de su pecho.

— Bueno… por motivos que luego te explicaré.

— Maldición Ahmed.

 

La palabra salió de su boca con una delicada sensualidad, y Ahmed sintió que su cuerpo respondía.

 

— Bueno, no se me ocurrió otra manera de que te casarás conmigo. 

— Ya veo —respondió ella.

 — «… tan alto, tan guapo, tan impresionante y tan impasible.»

Él soltó una carcajada.

— Mi prometida ya debería casarse, ¿no crees?




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