Suena "run the world(girls)" interpretada por Beyonce
Zihuatanejo, un enclave costero de ensueño en la costa del Pacífico mexicano, es un lugar donde el tiempo parece deslizarse con la misma lentitud relajada que las olas que acarician su costa. El aroma a sal y coco perfuma el aire mientras los rayos del sol pintan destellos dorados sobre las aguas cristalinas de la bahía.
El bullicio animado del Malecón, con sus coloridas tiendas de artesanías y puestos de comida callejera, contrasta con la tranquila serenidad de la playa La Ropa. Aquí, las palapas alineadas ofrecen refugio del sol a los visitantes que saborean ceviches frescos y margaritas heladas mientras se deleitan con la vista del mar que se extiende hasta el horizonte.
El mercado central es un crisol de colores y aromas, donde los pescadores exhiben su pesca fresca del día junto a los vendedores de frutas tropicales y especias exóticas. El sonido del mar mezclado con la música de mariachis y trovadores crea una atmósfera festiva y acogedora que invita a perderse en sus calles empedradas llenas de historias y tradiciones.
Al caer la noche, Zihuatanejo se ilumina con la magia de las luces de los faroles y los reflejos de la luna en el mar. El suave murmullo de las olas proporciona la banda sonora perfecta para una cena romántica bajo las estrellas o una caminata tranquila por la playa, mientras el encanto etéreo de este paraíso costero se apodera del corazón de quienes lo visitan.
Emily sale del Oxxo con un refresco en la mano. Lo abre y le da un trago refrescante, disfrutando del burbujeo en su garganta. Camina por las calles tranquilas de Zihuatanejo hasta llegar a su casa. Abre la puerta y la cierra tras ella con un botón, dejando las llaves en el llavero. Se dirige a la sala, donde su madre la espera. La canción de fondo se desvanece.
—Hola, mamá —saluda, visiblemente cansada, mientras toma asiento en la cocina y abre su laptop.
—Hola, cariño. ¿Cómo te fue en el trabajo? —pregunta su madre con interés.
—Lo mismo de siempre. Los hombres me ven como si fuera lo más sexy en el puto mundo, y las mujeres me desprecian —responde con un suspiro.
—No creo que sea a todos los hombres —dice su madre, acercándose y sirviéndole té en una taza—. ¿Qué hay de los que les gustan los hombres? —cuestiona con una sonrisa.
—Ay, ma'. Esto ha sido así desde mi adolescencia, que atraía a cualquiera que tuviera mi edad y le gustase una mujer. Y luego, cuando cumplí la mayoría de edad, es a todo lo que le guste una mujer y sea mayor de edad —contesta Emily, frustrada.
—Pues es lo malo de ser la hija de un dios —comenta su madre con un toque de ironía.
—No empieces —dice Emily, dando un sorbo a su té y tecleando algo en su laptop.
—Hija, ¿qué has estado pensando sobre ser reina de Atlantis? —pregunta intrigada.
—No sé, mamá. No creo estar lista —responde Emily, insegura.
—Debes estarlo, princesa —interrumpe una voz conocida. Emily voltea hacia la puerta que da al patio y ve a Faustos.
—¿Faustos? ¿Qué haces aquí? —pregunta, sorprendida.
—Marcus escapó —responde él con seriedad.
—¿Quién es Marcus? —pregunta Emily, intrigada.
—Es tu medio hermano —contesta Faustos.
—¿Qué? —exclama Emily, confundida, levantándose de la mesa—. No, no me metan en esto —dice, dirigiéndose a Faustos.
—Princesa, escúcheme. Si no hace nada al respecto, el mundo podría irse al carajo muy rápido —responde Faustos, tratando de convencerla.
—¿Por qué no le hablan al tipo ese que vuela? —pregunta, cruzándose de brazos.
—Porque él no está disponible, princesa. Además, no creo que él pueda hacer lo que usted, que ha salvado a varios marineros —contesta Faustos con firmeza.
—Déjame lo consulto con la almohada —dice Emily, subiendo las escaleras para ir a dormir.