Coral de Fuego

Capítilo VIII

NAT

Me desperté un poco inquieta. Hoy iba a ser mi primer día de clases en aquella escuela y no sabía si estaba lista. Durante la noche apenas había podido descansar y eso únicamente se debía a los nervios. La verdad, agradecía tener a Isa y a Val ahí conmigo, apenas las conocía, pero sabía que eran mis amigas.

Cuando por fin decidí levantarme, me di cuenta de que apenas eran las 8:30 de la mañana. Era la primera vez en mucho tiempo que me levantaba tan temprano. Al no saber que hacer, tomé el diarium y comencé a hojearlo y a llenarlo poco a poco. En las primeras hojas me di cuenta de que la primera parte ya estaba completa:

«Nombre: Natalia»

«Familia: Salavert»

«Generación: Tercera»

«Elemento: Esencias»

«Talento: Habentis Maleficia»

«Riesgo: Desconocido»

La información me descolocó momentáneamente. Realmente yo desconocía cual era mi talento; sabía emplearlo en algunas ocasiones, pero nunca me había sido permitido experimentar con él al cien porciento y que ya tuviera un nombre significaba que yo no era la primera de mi familia con él. Habentis Maleficia en latín; porque todos los nombres se derivaban de este idioma dado a que casi todas las leyendas de las familias provenían de culturas hablantes; significaba brujería. Pero eso era imposible ¿no? Lo que yo recitaba eran encantamientos. Había uno, lamentablemente era el que más usaba en que las personas hacían lo que quería, pero eso no era considerado malévolo. No era lo más correcto, pero tampoco jugaba con su voluntad a más no parar. Me quedé analizando la información, hasta que fui interrumpida por una Val que se acababa de despertar.

—¿Nerviosa por hoy? —me preguntó mientras se tumbaba en mi cama.

—Algo...

—Recuerdo mi primer día aquí; me fue como en feria. Hasta que conocí a Seb. Fue un amor conmigo.

—¿Tu y Seb? Esa sí no me la esperaba —dije dejando mi diarium en mi mesa de noche y tumbándome junto a ella. 

—Digamos que pudo haber pasado, pero no pasó —dijo volteándome a ver— por suerte —agregó de forma seria —si hubiera sucedido algo yo sería otra conquista suya y no seríamos amigos. 

En ese momento Isa llegó a mi cama quejándose del ruido e invadiendo el poco espacio que quedaba libre. 

—¿Por qué se levantan tan temprano? —ésta preguntó mientras cerraba los ojos con intenciones de dormirse de nuevo.

—¡Ya te levantaste, ya te despertaste! —gritó Val mientras le daba con una almohada en la cabeza. Isa abrió sus ojos e infló sus cachetes con toda intensión de soplar, a mí, solo me dio risa. Val parecía espantada.

—Porfa no —Val suplicó —te dejo dormir.

Fue demasiado tarde... Isa sopló y el cabello de Valeria se revolvió por el aire hasta quedar en un nudo que parecía imposible de deshacer. Cuando el viento paró, Val se veía enfurruñada; Isa y yo nos carcajeamos en su cara, ésta parecía sopesar el castigo de su amiga hacia su cabello —prometiste que ya no lo harías.

—Y tu prometiste no despertarme.

—¿Esto es común entre ustedes? —pregunté entre risas.

—Pudiera decirse —contestaron mientras se volteaban a ver mientras asentían.

—Bueno, si queremos no correr más vale irnos arreglando

Entramos al baño que realmente era mas bien un vestidor y comenzamos a vestirnos. Como realmente no sabía que ponerme decidí sentarme en un banquito y hacer plática. 

—Isa, nunca te pregunté, ¿cuándo levantaste todo el reguero que hiciste anoche buscando la ropa? —ella se empezó a reír.

—Ventajas de tener closets encantados. Se recogen solos— Val se empezó a reír cuando vio mi cara de sorpresa.

—¡Solo está jugando contigo! Realmente no sabemos cómo, pero el reguero que dejamos siempre desaparece mágicamente. Si quisieras, pudieras dejar de tender tu cama y estaría hecha cuando regresaras —me dijo Val.

—Es broma ¿verdad? —las dos negaron con su cabeza. 

—Bueno, ¿ya tienes tu uniforme? —Val cambio de tema. 

—Pues algo así, ¿es falda o pantalón? —pregunté.

—Yo siempre uso falda. ¡No soporto el calor! —respondió Isa.

—Yo uso pantalón, mis botas no combinan con la falda —siguió Val enseñándome sus altas botas negras. 

—Entonces ¿me puedo poner lo que quiera?

—Básicamente. Pero también checa tus clases. No vayas a tener geografía y lleves falda. En el pasillo a ese salón los chicos de viento levantan hasta los escritorios. Así que cuidado —me advirtió Val.

—No te preocupes, no te van a hacer nada. Si saben que eres mi amiga, serás intocable —siguió Isa.

—Ventajas de ser la novia del de riesgo más alto entre ese grupo —me explicó Val. 

—¿Novio? —dije sorprendida, no lo iba a decir, pero no me esperaba que Isa tuviera novio. De hecho que ninguna lo tuviera. Parecían ser de esas chicas que prefieren su libertad.

—Si... pero me gusta pensar que también es porque soy de talento parecido —dijo un poco nerviosa —pero, se llama Xav. Es de ultimo curso. Nos lleva dos años. 

—Nice —fue todo lo que me limité a decir —luego me lo presentas. 

—Es muy guapo. Perfecto para Isa —continuó Val.

—¿Qué opinan? —dije enseñándoles como me veía con el uniforme de falda. La camisa me quedaba bastante bien tomando en cuenta que era uniforme, y la falda, era fajada a la cintura; traía una corbata vino que hacía juego con mi falda y correspondía con el color de nuestro pelotón. Di una vuelta y entonces algo en mi uniforme cambio. El largo de mi falda se había reducido, los cuadros habían desaparecido al igual que la corbata. La camisa había cambiado a ser una blusa de lino y color perla. 

En las piernas, ahora traía puestas unas medias y de zapatos, traía unos botines de tacón. Mi uniforme ya no parecía uniforme. 

—¿Y qué opinas? —me preguntó Isa. 

—No te habrás acostumbrado a los horrorosos cuadros ¿verdad? —continuó Val. Ellas traían todavía el uniforme de cuadros; giraron y entonces Val traía unos pantalones negros que dejaban poco a la imaginación y una blusa del mismo color que la mía, pero de botones. Isa traía una falda de cuero vino y una blusa perla de corte campesino. 




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