Corazón Abismal: Fuego bajo el agua

CAPÍTULO 7 – Cuando ya no pueden escapar del otro

Thalassa – Presente

No podía concentrarse.

Su cuerpo la traicionaba, y no sólo por el recuerdo vívido de la visión.
Era su piel.
Sus oídos.
Su corazón.

Todo latía en dirección a él.

Lo sentía antes de que entrara a una habitación.
Lo olía entre el viento y la humedad del mar.
Y cada vez que lo miraba…
quería olvidarlo todo.
Y rendirse.

Pero Thalassa no se rendía.
No por deseo.
No por nadie.

Hasta ahora.

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Lyrian – Presente

Ella lo evitaba.
Pero él… no podía dejar de buscarla.

El recuerdo de su cuerpo húmedo entre sus brazos, sus piernas rodeándolo, su aliento entrecortado…
todo lo perseguía.

No era un sueño.
Lo sabían.
Había sido real, en una dimensión que no podían controlar.

Y su autocontrol estaba colapsando.

Cuando la vio caminando hacia la sala de entrenamiento, con el cabello recogido y el cuerpo aún marcado por gotas de agua…
perdió el poco control que quedaba.

—Necesitamos hablar —dijo él, interponiéndose en su camino.

—No.
—Lo que pasó… pasó.

—No lo niegues.

—No lo niego.
—Lo estoy protegiendo.

—¿De qué?

Ella bajó la mirada.
Y cuando volvió a hablar, fue un susurro:

—De mí.

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Esa noche – Ataque

La alarma del refugio estalló en gritos.
Y todos salieron corriendo.

En la costa, tres híbridos estaban heridos.
En el horizonte, una criatura se deslizaba entre las sombras del agua, enorme y veloz.
No era humana.
Ni sirena.
Ni vampiro.

Era algo más.

Lyrian saltó al frente.
Thalassa lo siguió sin pensarlo.

Y al llegar al borde del acantilado, la vieron:
una figura humanoide, de ojos negros y piel grisácea, que emergió y se desvaneció con la marea.

—¿Qué fue eso? —jadeó uno de los entrenadores.

Thalassa apretó los dientes.

—Una grieta se abrió.
—Y lo que estaba al otro lado… ya empezó a cruzar.

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Más tarde – Lyrian y Thalassa

Ambos estaban sentados uno frente al otro, en una de las habitaciones sin luz, sin nadie.
Respiraban rápido.
El miedo aún se aferraba a sus músculos.

Y sin embargo… el deseo volvió.

Ella temblaba.
Él ardía.

Pero no se tocaron.
Aún.

Sólo se miraron.
Y se dijeron todo sin una palabra.

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Desde el abismo

El ser que los había soñado ya no dormía.

“Van a consumirse.
Y cuando lo hagan…
yo naceré entre sus ruinas.”




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