Thalassa – Presente
No lo planeó.
No fue estrategia, ni impulso de poder.
Fue necesidad.
Fuego.
Desahogo.
La noche era húmeda.
El mar rugía a lo lejos, como si también supiera lo que estaba a punto de pasar.
Ella entró en su habitación sin tocar la puerta.
Lyrian se levantó, alerta.
Y la vio.
Empapada.
Respirando como si el aire le faltara.
Los ojos encendidos.
La ropa pegada a la piel.
—Dime que no me quieres —susurró ella, caminando hacia él.
—Dímelo y me voy.
Él no lo dijo.
La tomó por la nuca.
La atrajo hacia sí.
Y la besó.
No con dulzura.
Con hambre.
Su cuerpo se estrelló contra el de ella, sus bocas chocaron como dos tormentas encontrándose.
Las manos de Lyrian exploraron cada curva como si ya las conociera, como si hubiera esperado siglos para tenerlas.
Y quizás lo había hecho.
Ella gimió contra su boca cuando él la empujó contra la pared, arrancándole la túnica sin pedir permiso.
—Estás temblando —murmuró él, entre jadeos.
—No es miedo —susurró Thalassa—. Es que te deseo tanto… que me duele.
Él gruñó bajo.
La levantó con fuerza, sus piernas rodeándolo.
La llevó a la cama sin dejar de besarla.
Sus bocas no paraban.
Sus manos tampoco.
Exploraban.
Apretaban.
Descubrían.
Y cuando Lyrian se deslizó dentro de ella, lo hizo lento.
Profundo.
Como si quisiera memorizar cada centímetro.
Thalassa arqueó la espalda, dejando escapar un gemido ahogado.
—Mírame —le pidió él, sin dejar de moverse—. No cierres los ojos.
—Quiero verte cuando me sientas romperte… y volverte a armar.
Y ella lo hizo.
Lo miró.
Lo sintió.
Se entregó.
No hubo espacio para dudas.
Solo para piel contra piel.
Cuerpo contra cuerpo.
Almas fundiéndose en la oscuridad.
El ritmo fue aumentando.
Lento al principio.
Luego salvaje.
Como si ambos supieran que estaban cruzando un umbral que ya no podrían desandar.
Cuando llegaron al clímax, fue un grito compartido.
Una caída juntos.
Y una paz que solo se encuentra después de arder.
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Después
Thalassa no habló.
Lyrian tampoco.
Pero sus cuerpos seguían juntos.
Él la sostenía.
Ella respiraba en su pecho.
Y por primera vez…
ninguno sentía la necesidad de huir.
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Desde el abismo
“Perfecto.
Ya son míos.”