Thalassa – Tiempo después
El refugio ya no era el mismo.
Había sobrevivido a la guerra, pero lo que había quedado en su interior no se podía reparar solo con tiempo.
Las cicatrices estaban allí, bajo la piel, invisibles para el mundo, pero eternas para ella.
Aún recordaba las noches sin dormir, el miedo, la rabia.
Pero también las caricias que compartió con Lyrian.
La pasión que los consumió, la forma en que la entregó todo por él, sin promesas, sin garantías.
A su lado, el mar seguía rugiendo con su furia indomable.
Pero hoy, Thalassa no sentía miedo.
Solo paz.
Lyrian la observaba desde la entrada del refugio.
Con la misma mirada intensa, la misma pasión, pero también algo más:
compañerismo.
Era lo que ninguno había entendido al principio, pero que ahora parecía estar más fuerte que nunca.
Era la verdadera fuerza que los mantenía unidos.
Ella se levantó y caminó hacia él.
El sol estaba a punto de ocultarse, bañando sus cuerpos con un resplandor dorado.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Thalassa, su voz llena de calma, pero también de incertidumbre.
Lyrian sonrió, un gesto que ya no tenía sombras.
Lo que pasara después no podía predecirse, pero ya no temía a lo desconocido.
—Lo que importa es que estamos juntos.
—Y, por primera vez… no necesito un plan.
—Solo seguirte.
El mar, que había sido testigo de sus batallas, de sus caídas y levantamientos, ahora parecía abrazarlos en su inmensidad.
Todo lo que habían perdido estaba flotando con las olas.
Y todo lo que ganaron…
estaba dentro de ellos, en lo más profundo de sus corazones.
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Mientras tanto – En la distancia
La criatura que había sido su enemigo, la fuerza del abismo que intentó devorarlos, no había desaparecido por completo.
Su energía seguía vagando en la oscuridad, buscando nuevos destinos.
Pero no más en ellos.
Porque Thalassa y Lyrian habían aprendido a luchar, no solo con sus armas, sino con su amor.
Y eso…
eso era más poderoso que cualquier amenaza.
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Lyrian
Él la miraba mientras caminaban juntos, hacia el horizonte donde el sol se desvanecía.
No había respuestas claras, ni promesas perfectas.
Había solo un camino incierto, pero juntos.
El peso de todo lo que había pasado estaba ahí, flotando entre ellos.
Pero al final, lo único que quedaba era la certeza de que el amor, aunque destructivo, también era su salvación.
Y el sacrificio…
ya no pesaba.
Era su redención.
—Te amo —dijo Thalassa, sin vacilar, mirando al océano que los recibía.
—Lo sé.
—Yo también.
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Desde el abismo
El abismo ya no era lo que había sido.
La criatura ya no podía tocarlos, ya no podía alcanzarlos.
Porque el amor que ellos compartían…
había iluminado el camino hacia la paz.
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Fin