Neriah – Presente
Las voces no paraban.
No gritaban.
Susurraban.
“Eres nuestra. Recuerda.”
La mañana siguiente a aquella visión en el mar, su cuerpo no era el mismo.
Al mirarse al espejo, notó que la piel bajo sus clavículas tenía un brillo sutil, como escamas de cristal fundido.
Sus ojos… más claros. Más grandes.
Su garganta dolía, pero no por enfermedad.
Sino por algo que quería salir.
—¿Estás bien? —preguntó Ayla, cuando Neriah llegó tarde al restaurante donde ambas trabajaban.
—No lo sé —susurró ella.
Y esa era la verdad.
Su cuerpo se sentía más fuerte, pero a la vez… más frágil.
El agua la llamaba.
Durante su descanso, caminó sola hasta la orilla. El cielo estaba gris, el viento revolvía su cabello. Las olas parecían acercarse a sus pies, incluso cuando no las tocaba.
Y entonces, lo vio.
Un niño.
Jugando cerca de las rocas, donde nadie debía estar.
Una ola grande se formó, más alta de lo normal.
Y ella supo.
Va a arrastrarlo.
Corrió.
No pensó.
Saltó.
El agua la cubrió, la envolvió, la abrazó.
Y fue entonces cuando todo cambió.
Pudo ver bajo el agua como nunca antes.
Sus piernas se sintieron livianas.
Y su piel… ardió con poder.
Nadó con fuerza. Tomó al niño antes de que las rocas lo golpearan. Lo alzó. Subió a la superficie.
Pero cuando salió… ya no estaba sola.
Él estaba allí.
En la orilla.
Ojos grises. Ropa negra. Rostro de piedra.
El mismo del sueño.
Del mar.
Y cuando sus miradas se cruzaron…
algo en ella se quebró.
Y en él… se encendió.
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Daryan – Presente
La encontró antes de tiempo.
No por accidente.
Por instinto.
La vio salir del agua, cargando a un niño en brazos.
Empapada. Brillante.
Hermosa.
Pero no era humana.
No del todo.
Lo supo por su olor.
Por su energía.
Por el modo en que el mar parecía inclinarse hacia ella.
Se acercó. Despacio. Como si al hablar, pudiera romper algo sagrado.
—¿Estás bien? —preguntó, sin dejar que la voz temblara.
Ella levantó la mirada.
Y cuando lo hizo… todo el mundo se detuvo.
—¿Tú… me conoces? —preguntó ella.
Él tragó saliva.
—Todavía no.
Pero algo en su pecho sabía la verdad.
La profecía estaba viva.
Y la sangre… acababa de responder al llamado.