Corazón Abismal: Susurros del mar oscuro

CAPÍTULO 3 – El eco de la sangre

Daryan – Dominio de Sombra Escarlata

La noche había caído, pero en su mundo, la oscuridad era ley constante.

Daryan observaba desde lo alto de la torre. Bajo él, los clanes vampíricos se reunían en su tribunal: sangre antigua, normas estrictas, y un código que no perdonaba desviaciones.

—Hay rumores —dijo Lyrian, su mano derecha, apoyado en el umbral de piedra—. Dicen que viste algo en la costa.

—No algo. Alguien.

—¿Sirena?

Daryan asintió.

—¿Estás seguro?

—No del todo. Pero la sangre… lo sabe. Y eso basta.

Lyrian cruzó los brazos.
—Si es verdad, deberías entregarla. Sabes lo que significan las leyes.

—¿Y si esas leyes están equivocadas?

Su amigo lo miró con sorpresa.
Nunca lo había escuchado dudar.

—Desde que volviste… hueles distinto.

—¿A qué?

—A deseo contenido.

Daryan cerró los ojos.
Sí.
Eso era.
Ella lo desequilibraba.
Y no había hecho nada para merecerlo.

---

Neriah – Presente

No podía dormir.

Su piel aún vibraba.
Sentía el agua en sus venas.
Las voces se intensificaban.
Y ahora… lo había visto a él.

No sabía quién era, pero su presencia la había marcado.
Sus ojos la seguían incluso con los párpados cerrados.

Intentó volver al restaurante al día siguiente. Ayla la observaba con preocupación.

—¿Estás segura de que estás bien?

—No.

—¿Y ese hombre? ¿Lo conoces?

—No sé si lo soñé antes… o si él me soñó a mí.

El cristal del vaso que lavaba se quebró entre sus manos.
Pero no sangró.

Donde debía haber piel rota… había una membrana translúcida.
Como escamas.
Como el mar.

Corrió al baño. Se encerró.
Y gritó en silencio.

Estaba cambiando.
Y no sabía en qué.

---

Daryan – Vigilancia

La estaba observando.
No por obsesión.
Por necesidad.

Tenía que entender qué era.
Y por qué su cuerpo… lo llamaba.

La vio correr. La vio esconderse.
Y su instinto gritó: protégela.
Aunque su deber dijera: elimina.

La noche siguiente, la siguió hasta los acantilados.

Ella estaba llorando.
Sola.
Hermosa.

Y entonces cantó.

Una nota.
Solo una.
Y el mar rugió en respuesta.

Su cuerpo brilló.
Y Daryan… se arrodilló.

No por debilidad.
Por reconocimiento.

Ella era real.
Y era sagrada.



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En el texto hay: sirenas, lobos y vampiros

Editado: 26.03.2025

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