Corazón Abismal: Susurros del mar oscuro

CAPÍTULO 5 – La marea entre nosotros

Neriah – Presente

No volvió a casa esa noche.
No porque no pudiera.
Sino porque no quiso alejarse de él.

Después del ataque de aquella sombra, Daryan la llevó a un refugio oculto entre las rocas, una cueva con fuego, paredes marcadas por runas antiguas y un silencio que no pesaba.
La luna entraba por una abertura alta, derramando luz sobre la piel húmeda de ambos.

—¿Qué fue eso? —preguntó ella, aún temblando.

—Un cazador del abismo. Criatura nacida de la guerra entre nuestras especies. Solo atacan cuando sienten que algo está cambiando…

—¿Y qué está cambiando?

Él la miró.
Lento. Firme.

—Nosotros.

Silencio.

Y entonces, ella habló.

—No sé qué soy. Pero cuando me tocas… siento que mi cuerpo recuerda algo que mi mente aún no comprende.

Daryan se acercó.
No con urgencia.
Con necesidad.

—No te toco porque deba. Te toco porque no puedo evitarlo.

Y entonces lo hizo.

---

Daryan – Presente

Sus labios eran suaves. Salados. Adictivos.

No la besó como un vampiro.
La besó como un hombre que había pasado siglos hambriento sin saberlo.

Sus manos recorrieron su cintura, su espalda, su cuello.
Ella jadeaba, y cada sonido suyo era una herida nueva y dulce.

La tumbó sobre la piedra tibia, con cuidado.
Sus piernas se enredaron.
Sus respiraciones se perdieron.

Ella arqueó el cuerpo cuando su mano rozó su costado desnudo.
No se detuvo.
Pero tampoco cruzó la línea.

No aún.

La deseaba.
Con rabia.
Con devoción.
Con miedo.

Y cuando ella dijo su nombre —“Daryan”— con la voz quebrada por el deseo, él se separó un momento solo para mirarla.

—No soy lo que mereces.

—Tú tampoco —respondió—. Pero aquí estamos.

---

Neriah – Más tarde

Estaban aún entrelazados, vestidos apenas con lo mínimo, cuando el fuego parpadeó extraño.
La temperatura bajó.
Y una sombra apareció en la entrada.

No era el cazador.
Era alguien más.

Un rostro que ella no reconoció.
Pero que Daryan sí.

—Lyrian —dijo él, tensándose.

El vampiro alto y de mirada helada entró sin pedir permiso.

—Tenía que ver si era cierto —murmuró, con voz grave.

—No es lo que crees —dijo Daryan.

—No, Daryan. Es peor.

Miró a Neriah.
Sus ojos recorrieron su cuerpo medio cubierto.
Y luego clavó los suyos en los de él.

—¿Sabes lo que pasará cuando todos se enteren de que la tocaste?

Silencio.
Largo.
Asfixiante.

—Van a venir por ella —dijo Lyrian—. Y esta vez… no será una sombra.



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En el texto hay: sirenas, lobos y vampiros

Editado: 26.03.2025

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