Neriah – Presente
Las rocas ardían bajo sus pies.
No por el sol.
Sino por la decisión que se gestaba en su pecho.
Huir era fácil.
Olvidar, imposible.
Y quedarse… implicaba quemarse.
Pero esa noche, mientras observaba el mar desde la cueva y el eco del sueño de su madre aún vibraba en su piel, Neriah entendió algo que nunca había dicho en voz alta.
Ya no soy una niña perdida.
Ya no tengo miedo de lo que soy.
—Voy a quedarme —dijo.
Daryan, que la miraba desde las sombras, entrecerró los ojos.
—¿Sabes lo que eso significa?
—Que me van a perseguir.
—Que me van a querer usar.
—Que quizás no sobreviva…
Se giró y lo miró directo, con los ojos más firmes que nunca.
—Pero si me voy… igual muero. Porque dejaría de ser yo.
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Daryan – Presente
Su cuerpo tembló por dentro.
No por debilidad.
Sino por la fuerza con la que ella se le clavaba bajo la piel.
La deseaba.
La respetaba.
La temía.
Y aún así… se acercó.
—No mereces esta guerra, Neriah.
—Tampoco tú.
—Y sin embargo, aquí estamos.
Sus labios estaban cerca.
Sus respiraciones sincronizadas.
Su cuerpo pidiendo a gritos lo que la mente aún no se atrevía a aceptar.
—Dime que no me deseas —susurró ella, provocadora.
—No puedo.
Y entonces, la besó.
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Neriah – El beso
Fue como una ola violenta.
Un mar tragándose la razón.
Un grito ahogado entre sus labios.
Sus manos lo rodearon con fuerza.
Las de él recorrieron su espalda, su cintura, la base de su cuello.
La tumbaron contra la pared de piedra, entre sombras.
Su cuerpo buscaba el de él con una desesperación que jamás había sentido.
La boca de Daryan devoraba la suya como si se estuviera muriendo por dentro.
Su lengua, su pecho, su aliento…
Y entonces—
una explosión.
Lejos, pero lo suficientemente cerca.
Un estallido que sacudió el suelo.
Un grito en el aire.
Una llamada de advertencia.
Separados por el peligro.
A punto de cruzar la línea.
Pero aún rotos por no poder hacerlo.
—Nos encontraron —dijo Daryan, con la mandíbula tensa.
—Entonces que me encuentren de pie.
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Desde la sombra
Una figura observaba desde el risco.
Ojos rojos.
Ropa mojada.
—Se quedó —murmuró.
Y sonrió.
No con bondad.
Con hambre.