Neriah – Presente
El estallido retumbó en el pecho.
Daryan la tomó de la mano y corrieron entre las rocas húmedas. El mar rugía detrás de ellos, como si también quisiera protegerla. Pero no era suficiente.
Los cazadores venían.
No eran sombras esta vez.
Eran hombres. Vampiros. Lobos.
Una alianza secreta con un solo propósito: capturarla.
—¡Al bosque! —gritó él—. ¡Ahora!
Neriah se soltó de su mano.
Su cuerpo ardía.
Sus piernas cambiaban.
No eran piernas.
Eran extensión del mar.
Del poder.
Y entonces, una voz nueva. Firme. Femenina.
—Si corres así, te van a destrozar.
Desde las sombras del risco, una figura salió caminando como si el caos no le importara.
Alta. De piel perlada. Cabello oscuro y trenzado con fragmentos de coral.
Y ojos… de océano profundo.
—¿Quién eres? —preguntó Neriah, jadeando.
—La que te va a enseñar a sobrevivir —dijo ella—. Mi nombre es Thalassa.
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Daryan – Presente
No le gustó su olor.
Ni su actitud.
Pero algo en su energía le resultó… familiar. Antigua.
—¿Cómo llegaste hasta aquí?
—No vine por ti, vampiro. Vine por ella.
Thalassa se colocó frente a Neriah.
Sus dedos trazaron un símbolo en el aire.
Y el agua de una pequeña grieta en la tierra respondió.
—Tienes el sello. Lo llevas en la sangre.
Eres una de las últimas.
Neriah temblaba.
No de miedo.
De reconocimiento.
—¿Eres… como yo?
—No.
—Yo soy lo que pasa cuando una sirena sobrevive sola.
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Thalassa – Flashback
Fuego.
Gritos.
La muerte de su madre bajo un cielo envenenado.
Y el odio de un mundo que no entendía la belleza del océano.
Desde entonces, Thalassa vivía en los márgenes.
Huyendo.
Observando.
Sobreviviendo.
Y cuando sintió el despertar de Neriah…
supo que debía intervenir.
No para salvarla.
Sino para evitar que muriera por ignorancia.
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Neriah – Presente
—¿Vas a ayudarme? —preguntó.
Thalassa la miró.
Con juicio.
Con dureza.
Y con algo parecido a compasión.
—Te voy a entrenar.
Te voy a enseñar a pelear.
Y cuando llegue el momento…
vas a elegir si eres parte del mar o solo una sombra más en la orilla.
—
Desde otra parte del bosque
Lyrian observó la escena desde lejos.
No intervino.
Pero lo sintió.
Ella había llegado.
Y aunque aún no la conocía…
su sangre supo que ella era fuego en marea.