Neriah – Presente
El mar ya no era enemigo.
Tampoco refugio.
Ahora, era extensión.
Cada ola respondía a su respiración.
Cada corriente reconocía su dolor.
Thalassa la entrenaba con más dureza.
No porque dudara de ella…
sino porque sabía que lo que venía no tendría compasión.
—No basta con sobrevivir —le decía mientras la hacía contener la respiración bajo agua—. Tienes que decidir si vas a ser una sirena… o una reina.
Neriah emergía jadeando.
Pero más fuerte.
Por dentro, el miedo aún existía.
Pero ahora tenía forma.
Y eso… se podía enfrentar.
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Daryan – Desde la distancia
La miraba desde lejos.
Entrenando.
Luchando.
Más poderosa.
Más suya.
Pero también más lejos de él.
La deseaba más que nunca.
Y aún así… se forzaba a no intervenir.
Porque sabía que si cruzaba esa línea otra vez, no podría dejarla ir.
Y el mundo no estaba listo para ese tipo de amor.
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Thalassa – Pensando
Lyrian no hablaba mucho desde la emboscada.
Se curaba lento.
Se movía menos.
Pero la observaba todo el tiempo.
No como quien desea…
sino como quien recuerda lo que es necesitar.
Una noche, mientras el resto dormía, ella lo encontró en la cueva exterior, solo, mirando el mar.
—¿Esperas algo allá afuera? —preguntó, con voz baja.
—Tal vez mi antiguo yo.
Ella se sentó a su lado.
—Ese ya murió, Lyrian.
—¿Y tú? ¿A qué esperas?
Thalassa lo miró.
Firme.
Honesta.
—A dejar de tener miedo de volver a sentir.
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El primer roce
El silencio entre ellos era tenso.
Doloroso.
Casi… íntimo.
Ella tocó su hombro vendado con la yema de los dedos.
Él no se apartó.
—No eres el monstruo que finges ser.
—Y tú no eres tan inmune como pareces.
Ella bajó la mirada.
Y por primera vez, su voz tembló.
—No me acostumbro a que alguien me mire… y no quiera usarme.
Él levantó su rostro con cuidado.
—Yo no quiero usarte.
—¿Entonces qué quieres?
Sus respiraciones se mezclaron.
—Todavía no lo sé.
—Pero si me dejas… me gustaría averiguarlo.
Sus labios no se tocaron.
Pero sus almas se rozaron.
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Neriah – Más tarde esa noche
Soñó con ojos rojos.
Y un canto… que no era suyo.
En la visión, un círculo de fuego rodeaba a Daryan.
Y una figura emergía del mar negro, con una corona rota y una voz antigua.
“El equilibrio se ha roto.
Y tú, sangre abisal… pagarás el precio.”
Despertó empapada.
Temblando.
Con una certeza grabada en la piel.
Algo viene.
Y no todos saldrán ilesos.