Neriah – Presente
No pudo ignorarlo más.
La visión no era solo un sueño.
Era advertencia.
Era herencia.
Cada noche, los ojos rojos volvían.
Cada vez, el mar era más oscuro.
Y en su pecho… algo comenzaba a doler.
Como si su sangre supiera algo que su mente aún no comprendía.
—Thalassa, necesito saber más. Sobre las sirenas. Sobre la sangre abisal.
La otra sirena la miró en silencio.
Luego asintió.
—Ven conmigo.
La llevó a una gruta submarina, protegida por magia ancestral. Allí, sobre piedras de coral negro, descansaba un códice antiguo.
—Tu linaje viene de las Altas Mareas —dijo Thalassa—. Sirenas con poder sobre el canto y la marea. Pero hay algo más…
Neriah abrió el códice.
Y allí estaba.
Una pintura antigua. Una sirena con corona rota.
Y un vampiro… arrodillado ante ella.
“La unión prohibida selló el destino de dos mundos.
Pero su sangre… aún canta en las profundidades.”
—Esa eres tú —susurró Thalassa.
—¿Y el vampiro?
Silencio.
—¿Es Daryan?
—O su antepasado.
—O tal vez… él mismo.
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Daryan – Tribunal de Sangre
—Has cambiado, Daryan —dijo el patriarca, con los ojos grises fijos en él.
—He elegido.
—¿A una sirena?
—A una verdad.
El murmullo fue general.
Lyrian, al fondo, lo observaba en silencio. No intervenía. No esta vez.
—Ella no es el enemigo —continuó Daryan—. Pero ustedes… lo serán si siguen cazando sin entender.
—¿Entonces te apartas?
—Me mantengo firme.
El veredicto no fue dicho en voz alta.
Pero todos lo supieron:
Había roto el pacto.
Y el precio sería sangre.
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Neriah – Más tarde
Lo sintió antes de que lo dijera.
—¿Te enfrentaste a ellos?
—No había elección.
—Ahora te perseguirán también.
—Si es contigo… no me importa.
Se abrazaron en silencio.
Pero la paz no duró.
Un grito los alertó.
Thalassa llegó sangrando.
—Nos traicionaron.
—¿Quién?
—Uno de los tuyos, Daryan.
—Le vendieron nuestra ubicación al Círculo de la Medianoche.
Daryan palideció.
—¿Quién fue?
Ella lo miró con tristeza.
—Tu hermano.