Neriah – Presente
El mar no dormía.
Tampoco ella.
El mensaje había llegado a medianoche.
Una advertencia.
Un ultimátum.
“Entréganos a la sangre abisal, o desataremos el fin.”
Ya no era solo su historia.
Era la historia de su especie.
Y de todos los que habían elegido protegerla.
Daryan, Thalassa, Lyrian.
Todos sabían que el alba traería guerra.
Pero Neriah… no temblaba.
—¿Estás lista? —preguntó Thalassa, colocándole una banda de coral azul en el brazo.
—No.
—Pero ya no necesito estarlo.
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El campo de batalla
La playa era una línea de fuego.
En la arena, esperaban las fuerzas del Círculo de la Medianoche.
Criaturas que odiaban el mar.
Y todo lo que ella representaba.
Daryan caminó a su lado.
Lyrian y Thalassa, espalda con espalda.
Y entonces… el cielo se partió.
Gritos.
Magia.
Sangre.
Todo comenzó.
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El despertar
Cuando vio a Daryan caer, herido, una lanza atravesándole el costado, algo dentro de Neriah se rompió.
No de miedo.
Sino de furia.
Cantó.
Pero esta vez… no fue una melodía.
Fue un rugido.
Una tormenta.
Su cuerpo se transformó.
Ojos de mar profundo.
Cabello que flotaba como algas.
Y en su espalda… alas acuáticas hechas de pura energía.
Los enemigos cayeron de rodillas.
El mar se levantó como un dios.
Y Neriah voló.
Nadó por el aire.
Se fundió con el océano.
Y desde allí… destruyó.
El poder que dormía en su sangre se liberó.
Y cuando lo hizo, el equilibrio entre especies se quebró…
para dar lugar a uno nuevo.
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La decisión
El campo quedó en ruinas.
Ella lo encontró entre rocas.
Sangrando.
Derrumbado.
Pero vivo.
—No puedes quedarte —le dijo él, con voz débil.
—No voy a dejarte.
—Tú eres reina ahora.
—Y yo… soy una sombra.
Ella tomó su rostro entre las manos.
—Entonces quédate en mi sombra.
Lo besó.
Con toda su alma.
Y el mar… los abrazó.
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Horas después
El sol salió entre nubes rotas.
Daryan se sostenía en pie.
Lyrian limpiaba su espada.
Thalassa lo curaba… y no se apartaba.
Neriah miraba el horizonte.
Y sonrió.
No era una víctima.
No era solo una sirena.
Era el principio de algo nuevo.