Mi Nombre es Verónica; el apellido no me importa tanto...Soy alguien común, sin ningún talento o algún suceso de la historia que deban conocer. Nací, fui creciendo, conocí a alguien y de ese alguien me enamoré. Me crucé en la vida de Javier cuando apenas tenía cinco o seis años, siempre fui su compañía, siempre fui su apoyo y hasta su fan número uno, de alguna u otra forma me hice su amiga, estuve ahí en cada momento de su vida que se me permitió, estuve ahí cuando su accidente lo obligó a cambiar, me quedé ahí noches enteras a su lado, siendo apenas una jovencita de 11 años que iba en contra de la voluntad de los adultos que la rodeaban. Y cuando logré entender por qué estaba tan interesada en él, teníamos 14 años, y él estaba interesado en Alexa, estaba enamorada del chico que siempre me vio como su mejor amiga y ahora ese chico tenía un interés en alguien más; dadas estas circunstancias me quedé callada, y fue ahí donde comencé a tener un doloroso corazón con armadura, es aquí donde comprendí una cosa: Las armaduras de los corazones se pueden crear por muchas razones, pero con un solo propósito: protección, sí, protección de algo o de un sentimiento. En mi caso yo tenía miedo, miedo del rechazo, quizá si yo hablaba en ese momento lo podía perder para siempre y me iba quedar con ese amor vivo y solo. Me quedé en silencio, protegiendo mi propio corazón, con una armadura de hierro, fría pero quizá necesaria. Nunca cambié, mi forma de tratarlo, mi forma de verlo; aunque muchas veces me sentí fuera de lugar y muchas veces quise alejarme de él, lo intenté, pero estar lejos de Javier me dolía. Y ahí fue donde supe que a veces duele más amar a distancia; por no tener ningún contacto y vivir con la incertidumbre de: ¿cómo estará sin ti?, eso duele más que el amor en silencio. Así que regresé a ser su compañía viéndole ser feliz con alguien más, conformándome con los “te quiero “ que muchas veces oí de sus labios, que era mi consuelo y aunque no era lo más sano, me quedaba por amor a él, era un acto de amor hacia él, pero un acto de desamor hacia mí, porque aunque me dolía estuve ahí, apoyándolo en todo por esos cuatro años y era imposible que no me afectase de alguna u otra manera lo que le pasaba, por eso mismo sufrí cuando él salió de ese lugar creyendo que no merecía ser amado, por culpa de la chica que no supo valorarle, mientras yo deseaba pidiese ayuda para reparar su corazón, y demostrarle que lo amaba. En un intento por aliviarle el dolor del corazón, lo llevé a ese parque en otoño donde tiempo después conoció a Cristal, por quien comenzó a perder la cabeza, y poco a poco lo vi transformarse de nuevo en alguien lleno de amor, sueños y luz en el corazón, me alegraba recuperar esa versión de Javier que se había ocultado en su armadura, mientras yo no lograba liberarme de la mía.
Intenté ayudar lo más que pude cuando Victoria enfermó, pero toda la atención de él se centró en Cristal y me alegró; en serio me alegró verlos felices juntos, así que como de costumbre estuve ahí, cuidé de Ana esa noche que Cristal vino a vivir con él y los vi ser felices en navidades y festividades, hasta que surgió el imprevisto viaje, y fue a mí a quien Javier llamó, para contarle demasiado triste que el amor de su vida se le iba a kilómetros de distancia. Yo lo vi llegar con los ánimos bajos al trabajo en mi estudio fotográfico, y me dolía verlo así, deseaba curarle, pero no era lo suficientemente valiente y no quería ser inoportuna así que seguí, con mi armadura más pegada al corazón que nunca, me agradaba más cada día los sentimientos de Javier y en quien se había convertido después de Cristal, en esta época muchas veces vi la oportunidad de decirle lo que me ocurría, pero siempre pensaba que no era una buena oportunidad y las dejaba pasar, conforme las oportunidades fueron pasando en frente de mí sin detenerlas, mi miedo de no tener más oportunidades en un futuro crecía, hasta que después de 4 años Cristal volvió y por cosas del destino, que yo formé sin querer se reencontraron cuando fuimos a fotografiar una galería de arte nueva que se abría en la ciudad; galería que pertenecía a Cristal y yo no lo sabía. Su reencuentro fue extraño, pues al principio ninguno sabía como actuar, incluyéndome.
Y conforme fue transcurriendo la tarde el ambiente entre ellos se fue relajando y él se acercó, las cenizas del pasado se encendieron de nuevo; (desafortunadamente para mi) y en ese preciso instante ella, le confesó que fue victima de chantaje ideado por su padre, para separarlos, plan que si ella no aceptaba, iban a mandar a Ana a un orfanato y a Javier a la cárcel.
Para todos fue una noticia impactante, Javier estaba con una mezcla de sentimientos, entre arrepentimiento, enojo, indignación y felicidad. Y en cuanto a mí, yo sólo conservaba la esperanza de que tanto Javier como Cristal dejaran su historia en el pasado y tal vez ahí mi secreto saliera a la luz, un pensamiento bastante egoísta, pero que yo no podía evitar.
Lastimosamente para mí, Javier está vez insistió para no dejarla ir, tuvo la valentía que yo no, para poder mantenerla a su lado.
Y fue tanta su insistencia y persistencia que aquí estoy hoy viéndole entrar al altar para unirse a ella en matrimonio.
Sintiendo, felicidad por él, tristeza por mi pobre y cobarde corazón de hierro y sin dejar de sentir miedo, ya no por él, ya no por perderlo, ya el miedo no es por cómo va a reaccionar, porque eso nunca lo sabré por mi estúpida cobardía, sino por mi corazón, que pasará luego, ya no tengo oportunidad para quitarme la armadura en frente de Javier, ya está casado. Y no sé si exista alguien en este mundo capaz de devolverme mi corazón sin armadura. Y si me quedo así por siempre, no será culpa de Javier, no será culpa de Cristal, la culpa será solamente mía, de mi miedo que fue quien creó esta armadura en primer lugar.