Corazon de Cenizas

Capítulo II

Por Seraphine Val

Veltrax es una ciudad que aprendió a fingir dignidad mientras… Si un día sus murallas aún se mantienen en pie, pero por dentro todo huele a humedad, encierro y traición, he visto sus podredumbres antes en la boca que prometen lealtad demasiado rápido, en manos que tiemblan cuando se miran los ojos. Los desesperados se arrodillan, los ambiciosos se disfrazan.

Veltrax me dijeron quiero ayuda pero yo celebro entre líneas quiero tiempo. La sala del Trono está envuelta en Marvel oscuro cuando ella entró tenía rostro limpio los ojos bajos y un pequeño corte en el labio inferior apenas visible si una no sabía dónde mirar lleva una túnica gris sin insignia y la mano manchada de tinta la presentaron como Zafira, hija de un cartógrafo muerto en la última peste una cría voluntaria una ofrenda de Veltrax.

Le hice una señal de esas que dan permiso para hablar de esas que te da autorización para soltar las palabras esa que ni el rey más astuto permite hablar y yo se la permito.

— Mi reina — Dijo, con voz firme —, He cambiado los mapas de los túneles subterráneos por donde las ratas se escapan cuando arden las superficies.

"Las ratas." Interesante lección de palabras tome de los pergaminos que me ofreció el trazo era perfecto casi demasiado perfecto. —¿Y por qué vendrías hasta aquí, Zafira , a entregarme los secretos de tu ciudad?. Ella bajó la mirada Una pausa bien medida ensayada me sorprende.

—Porque Veltrax ya no merece ser salvada. Pero quizás yo sí, y lo que creemos en ti.

Pobre niña, no sabía que yo había dicho esa misma frase hace veinte años. La observé durante días, siempre callada, siempre obediente; despertaba antes que los guardias, dormía con un cuchillo bajo el colchón. Nunca lo tocó, no necesitaba hacerlo; los mejores espías no apuñalan, despiertan preguntas. Y Zafira … despertó en mí. Una noche entré a sus aposentos sin hacer ruido; ella dormía de lado abrazando una almohada como si creyera en las cosas suaves. En la mesa encontró una carta sin terminar.

A los que aún creen en la caída,

No teman a la máscara que lleva la reina.

Bajo ella hay un fuego que quema incluso a quien lo controla.

Me reí en silencio, no por arrogancia, sino por ternura; tanta aún cree que soy una llama que puede apagarse. Cuando despertó, me encontró sentada a sus pies. No gritó, no se movió, solo me miró, como en esos gestos que tienen los suicidas antes de saltar. –¿ Cuánto tiempo pensabas quedarte?-- le pregunté.

— Lo suficiente— dijo Para ver si era verdad todo lo que cuentan de usted.

— ¿ Y lo es ?

Tardó en responder bastante diría.

– No.

Es peor .Le sonríe.

— Bien.

No la maté , no aun el talento es un recurso escaso y la rabia cuando se pule puede convertirse en un diamante. Le ofrecí un nuevo papel no espía, no escriba eco una de mis nuevas figuras testigos que narran sin alterar que documentan sin juzgar mi verdad contada por quien quería destruirme . Al principio, se resistió pero todos lo hacen. Hasta que la historia los envuelve. Hasta que descubren que el poder… también puede sentirse como pertenencia. Veltrax sigue esperando ayuda ,yo sigo observando. Mientras tanto, he dejado que la ciudad se pudra un poco más. A veces, para que algo renazca, primero hay que dejar que termine de caer. Zafira lo entenderá O se romperá. Ambas opciones me sirven. Porque al final, no me interesa su fe. Solo su pluma. Y cuando ella comience a escribir, sabrá —como todos— que nadie narra a la reina… sin volverse parte de su historia. Hasta que llegó el emisario de Caer Tareth . Entró sin levantar la vista, con la cuarentena por los vientos del desierto y una voz que parecía acostumbrada a no ser escuchada. Ya un pequeño cofre envuelto en tela blanca lo colocó a mis pies sin pronunciar palabra. Les hice un gesto a un sirviente y ya se acercó. Volvió el objeto de la caja: dentro había una niña negra o un sendero sin armamento visible, salvo un único garabato, una letra: la “I”. El aire de la sala no cambió, nadie notó nada. Solo una vibración sutil, apenas un eco, pero Zafira sí lo sintió. Está sentado a mi izquierda, escribiendo. Como siempre, su pluma no se detuvo, pero sus dedos sí temblaron. La miré, no dijo nada, no hizo falta, sabe lo que significaba. Ilyra.



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En el texto hay: herencia, secretos, escritura

Editado: 08.11.2025

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