Corazón de cristal

Capítulo 3

Formamos en el patio para elevar la bandera y luego vamos a nuestra aula, que se encuentra al lado de la escalera que nos lleva al segundo piso. El salón es espacioso y lo suficientemente luminoso, aunque hace mucho calor dentro, ya que los ventiladores funcionan a uno por hora. El cristal de la puerta permite ver en el pasillo un movimiento constante y, claro, no estamos aislados de los ruidos del exterior.

Leo el horario que escribieron en la pizarra verde y hago una mueca. Lunes: primera y segunda horas, Matemáticas. Estupendo, en serio, ¿qué otras formas crueles tienen de tortura, además de los polinomios matutinos? Tercera y cuarta, Inglés, «¡una buena!». Quinta hora de Geografía, con la profesora que aterra a medio colegio.

Eso es lo que me espera.

Celina y yo nos sentamos en el primer banco; Belén, detrás, junto a Gala. Algunas compañeras nos saludan, pero otras se limitan a mirarnos; uno de los tres chicos que hay en el curso grita algo cuando me ve, pero no llego a escuchar con claridad qué, así que me limito a ignorarlo. Entra la preceptora —la señora que está encargada de nuestro curso, ya sea de tomar lista como de llamar a algún adulto en caso de emergencias—, junto a la profesora, y nos ponemos todos de pie para recibirla.

Cuando volvemos a nuestros asientos, Celina me toma del brazo y pregunta cómo han ido mis vacaciones.

Formo una sonrisa antes de responder.

—Pues ya sabes, lo normal: viajar por el espacio, al pasado y al futuro. Ver magos en acción, descubrir alienígenas que vuelan rodeados de fuego y conocer a chicos muy guapos.

—¿Estuviste leyendo, verdad?

—Así es. —Ambas reímos.

—Yo igual. Fui a Santiago del Estero, con mi familia. La pasé bien. Normal. ¿Y tú en Córdoba?

—Hermoso, como siempre —le digo; suelo ir todos los años allí y es demasiado tranquilo, jamás pasa nada; bueno, esta vez fue la excepción—. No tengo demasiado qué contar; fue un verano apacible —comento, formando una sonrisa—. Escribí y leí mucho. Salí con mis padres y mi hermanito al cine varias veces, comimos mucho helado. Por cierto, la comida del hotel de Córdoba estaba riquísima ¡y la piscina ni te cuento!

—¡Suertuda! ¡Yo me morí de calor en el pueblo! Aunque había chicos lindos...

—¡Ajá! —Curvo las comisuras de mi boca—. ¡Cuéntame sobre ello!

—Casas, Celina. —La voz de la preceptora hace que ambas saltemos. Ha comenzado a tomar lista; será mejor que preste atención si no quiero tener un «ausente» erróneo el primer día.

—Acá... Acá estoy, ¡presente! —Celina parece aún algo desconcertada y avergonzada por haber sido descubierta hablando, pero se le pasa al segundo y vuelve hacia mí con una sonrisa, mientras que la preceptora nos mira de reojo y baja la vista hacia su planilla para completarla mientras murmura algo como «adolescentes». — Bien. Se llama Nicolás y es muy lindo. Pero ya sabes, ninguno de los dos cree en el amor a la distancia.

—¿Algún día los destinos los cruzarán? —pregunto en broma, sonriéndole cómplice. Pero luego, al notar que está seria, borro el gesto bromista de mi cara y le pregunto: —¿Estás enamorada de él?

—Nah —contesta como sin darle importancia—. Sería soñar mucho con algo imposible, eso te lo dejo a ti y a tus personajes de libros. —Me empuja y me río. Sí, es cierto—. Diego está en mi mente en este instante.

Hago una mueca. Diego no me cae bien.

—¡Ese chico no es para ti, Cel! Ya has llorado por él y...

—¡Ey! No es su culpa. Él es tan... No sé, ¡me encanta! Cuéntame tú, ¿algún chico? ¿Ligue de verano? —comienza a darme golpecitos en el brazo.

—Nop. Lo que sí pasó fue que perdí la memoria —le cuento cómo fue y qué me dijeron. Celina se queda como en shock.

—¡¿Quéeeeeeee?! —exclama.

—Ya estoy bien, no pasó nada grave.

—¡Háblame cuando pasa algo así! ¿Qué importa que no sea nada grave?

—¿Qué pasa, chicas? —inquiere con tono suave Belén, guardando bajo el banco su carpeta.

—Sí, eso. ¿De qué hablan mientras nos ignoran? —pregunta Gala.

—Cusnier, Emma —se escucha otra vez la voz de la señora.

—Presente —contesto fingiendo mucha atención. Una vez que la vista de aquella mujer baja a la hoja, me vuelvo hacia mis amigas para contestarle a Bel, pero Celina me gana de mano.

—Estuvo internada —contesta.

—¿Internada? —pregunta Gala, confundida. Luego, con una expresión atemorizante, se vuelve directo hacia mí—. ¡¿No nos avisaste?! ¡¿Qué rayos pasa por tu cabeza para no avisarnos, Emma?! ¿Qué te pasó?

Belén simplemente observa con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—Sí... bueno... No internada-internada, pero sí fui a muchos médicos. No quise preocuparlas. —Eso es cierto. Lo que menos pensaba era en enviar mensajes de texto—. Solo estuve en revisión y lo de la memoria fue solo un susto. —O eso quiero pensar.

—¡¿Qué carajos?! ¿Internada? ¿Memoria? —Belén está blanca—. ¡Menos mal que escuché, si no, nadie me decía nada!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.