Corazón de diamante

Un nuevo sol

la mañana siguiente, la luz del sol entraba tibia por la ventana. El canto de los pájaros reemplazó el habitual pitido del oxígeno, y eso fue lo primero que Ruth notó al abrir los ojos.

El silencio.

Llevaba años despertando con aquel sonido constante, y ahora… nada. Se incorporó bruscamente, asustada, y se llevó una mano al rostro. Su nariz estaba libre. El aparato ya no estaba conectado. Su pecho… respiraba sin esfuerzo. Parpadeó, incrédula.

—¡Mamá! —gritó— ¡Mamá, ven rápido!

Martha entró corriendo, todavía con el delantal puesto, y la encontró de pie, con los ojos llorosos pero brillantes.

—¿Qué ocurre? ¿Te duele algo?

Ruth negó con la cabeza y sonrió con fuerza, abrazándola.

—¡Nada! ¡No me duele nada! Estoy… ¡bien!

Mientras Martha revisaba a su hija con ternura y asombro, en el suelo, Alis despertaba más lentamente. Sus ojos celestes estaban opacos, y al incorporarse, el leve brillo dorado que solía rodear su piel ya no estaba. La magia la había dejado… más humana.

Se frotó los brazos, sintiendo una ligera punzada en sus extremidades. Pero cuando vio a Ruth de pie, sin el aparato, con el rostro iluminado por la emoción, sonrió débilmente.

—Funcionó… —susurró.

Martha se arrodilló junto a ella.

—¿Tú… hiciste algo anoche? Ruth está… bien. Como nunca antes. Es un milagro.

—No fue un milagro —dijo Alis, intentando ponerse de pie—. Fue… una ayuda. Pero ahora no queda mucho de eso.

Ruth se acercó y la abrazó con fuerza. Alis correspondió con torpeza, sin entender del todo el gesto, pero sintió que su pecho se aligeraba.

—Gracias —susurró Ruth—. No sé cómo… pero gracias.

Luego Martha preparó un desayuno jugo de naranja y tostada, Alis se sentó a comer con ellos con esa educación de princesa y los modales pero lo que estaba servido en la mesa para ella era extraño, con amabilidad preguntó:

—¿No tienes pan de néctar o frutas de luna? —preguntó, confundida.

Ruth y Martha intercambiaron una mirada divertida.

—No, pero el jugo de naranja es delicioso —dijo Ruth, animándola.

Alis probó un sorbo y frunció el ceño. El sabor era ácido y extraño, tan diferente a los dulces manjares de su reino. Probó un trozo de tostada, pero la textura seca y el sabor neutro le resultaron desagradables. Finalmente, negó con la cabeza, disculpándose con una sonrisa tímida.

—No puedo… la comida aquí es tan diferente a la de mi hogar.

Ruth se encogió de hombros, comprendiendo que Alis era peculiar en todos los sentidos.

—No te preocupes, seguro te acostumbras —dijo, y Ruth luego se levantó.

Martha salió a su trabajo como lo hacía todos los dias

Mientras Ruth se vestía y preparaba su mochila, uno de sus libros cayó al suelo y se abrió, dejando caer una fotografía. Alis la recogió y la observó con atención. Era una imagen grupal, tomada en lo que parecía una excursión escolar. Entre las sonrisas y los rostros alegres, Alis reconoció de inmediato a Dan y Carolina.

Su corazón dio un vuelco. ¡Ellos estaban aquí, en este mundo! Tal vez, si los encontraba, podría recuperar el Corazón de Diamante, pensó inmediatamente, luego se fingió curiosidad y no conocerlos.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó, señalando a Dan y Carolina en la foto.

Ruth se acercó y sonrió.

—Son de mi clase. Dan y Carolina. Hace poco desaparecieron, pero volvieron hace unos días. Todos estaban muy preocupados por ellos.

Alis sintió que el destino le tendía una mano. Miró a Ruth con súplica y determinación.

—¿Puedo ir contigo al bachillerato? Necesito verlos… es muy importante.

Ruth la miró, sorprendida por la urgencia en su voz, pero asintió. Algo en la mirada de Alis le decía que debía ayudarla, aunque no entendía por qué.

—Claro, vamos juntas. Te prestaré algo de ropa para que no llames la atención.

Alis sonrió, agradecida, y por primera vez desde que llegó al mundo humano, sintió que estaba un paso más cerca de cumplir su misión.

—Entonces… ¿me ayudarás a vestirme como una estudiante?

—Sí. Y te vas a ver increíble.

Juntas comenzaron a elegir ropa entre risas. Y mientras lo hacían, una nueva etapa se asomaba en la vida de Alis. Una etapa de integración, de aprendizaje… y de búsqueda. Porque el corazón de diamante no era lo único perdido en ese mundo.

El sol de la mañana calentaba con fuerza mientras Alis y Ruth caminaban por las calles bulliciosas de la ciudad. Para Alis, cada paso era una aventura y un desafío. Sus ojos no dejaban de recorrer el paisaje extraño: los autos de acero que rugían y se movían como bestias mecánicas, el suelo duro y frío bajo sus pies, y el aire denso y cálido que le hacía sentir diferente a como estaba acostumbrada en su reino.

—¿Qué son esas cosas? —preguntó Alis, señalando un automóvil que pasó velozmente—. Parecen bestias de metal que corren sin descanso.

Ruth sonrió divertida.

—Son autos. Aquí la gente los usa para moverse rápido. No son peligrosos si sabes cómo cruzar la calle.

Alis asintió, pero pronto el cansancio comenzó a pesarle. No estaba acostumbrada a caminar tanto ni a usar sus piernas de esa manera. Se detuvo en una esquina, apoyándose contra un árbol, respirando con dificultad.

—No estoy acostumbrada a esto —confesó, con la voz baja

Ruth la miró con preocupación.

—¿Quieres que descansemos un poco?

Alis negó con la cabeza, decidida a continuar, pero Ruth no pudo evitar notar que algo en su amiga no era común.

—Alis, ¿estás segura de que estás bien? —preguntó con suavidad—. Actuas diferente a cualquier persona

Alis vaciló. Había sido traicionada en su reino, había perdido la confianza en casi todos, pero algo en la mirada sincera de Ruth la hizo abrirse.

—Te contaré, pero debes prometer que no se lo dirás a nadie —dijo, tomando la mano de Ruth con firmeza.

Ruth asintió, intrigada.

—Soy un hada —susurró Alis—. Una princesa de un reino mágico. Pero no como las hadas que imaginas con alas brillantes y colores. Mis alas están retraídas, ocultas. No quiero mostrarlas ahora.




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