Corazón de diamante

¿Qué me pasa?

Después de clases Dan y sus amigos fueron a jugar a los bolos el estruendo de los bolos y las risas llenaban el aire del club. Dan, rodeado de Frank, Dereck y el resto del grupo, intentaba integrarse en la rutina de siempre. Sonia, con su sonrisa segura, le lanzaba miradas y se acercaba cada vez que podía. Antes, Dan habría disfrutado cada momento: la competencia, las bromas sobre quién pagaría la próxima ronda, el coqueteo fácil.

Pero ahora, algo era distinto.

—¡Eh, Dan! —bromeó Frank—. ¿Dónde te metiste esos días? ¿Te fuiste de retiro espiritual o qué?

Dan forzó una sonrisa y encogió los hombros.

—Nada especial, solo estuve en una cabaña con Carolina. Una familia nos acogió, ya sabes, cosas raras —mintió, desviando la mirada.

Dereck soltó una carcajada.

—¡Tú, sobreviviendo sin tu cama de lujo! No me lo creo. Seguro extrañaste tu jacuzzi y la comida gourmet.

—Sí, claro… —respondió Dan, sin ganas de seguir la broma.

Cuando el grupo se distrajo con una jugada, Sonia se acercó y le rozó la mano.

—Antes de que desaparecieras, te invité a mi casa. Sigo dispuesta… —susurró, insinuante—. Podemos hacer lo que quieras, Dan. ¿Qué dices?

Por primera vez, Dan sintió incomodidad. Antes, una invitación así habría sido irresistible. Ahora, la idea le resultaba ajena, casi molesta. Retiró la mano suavemente, apartándose de Sonia.

—Creo que hoy solo quiero jugar —dijo, intentando sonar casual.

—Como quieras...

Sonia lo miró, sorprendida, pero no insistió. Sus amigos no notaron el cambio, ocupados en su propio bullicio. Pero Dan sí lo sintió. Había una inquietud nueva en su interior, una especie de vacío y, al mismo tiempo, una obsesión que no lograba entender.

La risa y diversión continuaba de pases victoria y perdida pero su mente solo estaba en un nombre

Alis. Su nombre flotaba en su mente, mezclado con recuerdos de alas doradas, magia y una mirada que lo había desarmado. ¿Era culpa por lo que había pasado? ¿O era algo más? ¿Un sentimiento que no se atrevía a nombrar?

Mientras sus amigos celebraban un strike, Dan se quedó mirando la pista, sintiéndose, por primera vez, un extraño en su propia vida.

La partida de bolos terminó entre risas y bromas, pero Dan apenas pudo fingir entusiasmo. Cuando todos salieron al estacionamiento, Sonia, que vivía cerca de su casa, se acercó a él con una sonrisa coqueta.

—¿Me das un aventón? —preguntó, como si fuera lo más natural del mundo.

Dan asintió.

— vale ya te acerco. — dijo tratando de sonar natural

Durante el trayecto, Sonia llenó el silencio con su voz:

— Estuviste excelente hoy, juegas muy bien ¿Sabes?

— Si, es práctica. — respondió sin mirarla

— Bien.. Dany sabes e pensado en algo, sobre nosotros

— ¿Nosotros?.

— Claro nosotros, si empezamos una relación de verdad, ya sabes un noviazgo de verdad no simples encuentros, nuestros padres estarían más que de acuerdo, soy la chica más perfecta para estar contigo. — hablaba mientras sacaba un labial y un espejo.

— ¿A qué viene todo eso? — preguntó poco interesado en Sonia antes hubiera sido distinto pero ahora la idea le parecía incómodo.

— pues cuando estemos de novios hay ciertas cosas que no tolerare, se que al inicio será difícil para mí, pero debes saber que no tolerare que mires a otras chicas si quiera que te acerques a menos de un metro, sabes lo ma que me pones cuando haces eso, claro ahora no dije nada porque eres un encanto, pero cuando eso comience será distinto

Dan apenas respondía. Miraba la carretera, sentía la incomodidad crecer con cada kilómetro. Notaba detalles que antes no le molestaban: la forma en que Sonia intentaba controlar la conversación, cómo marcaba límites antes de empezar algo, cómo parecía más interesada en la idea de “tener novio” que en conocerlo de verdad.
Antes, eso le habría parecido divertido, un reto más. Ahora, solo quería llegar a casa.

Al llegar a la casa de Sonia, bajó y le abrió la puerta

— Bien llegamos. — dijo con cortesía

— Okey, gracias por acercarme.

Sonia lo abrazó con ternura poniendo sus manos a su nuca Dan respondió por costumbre pero cuando Sonia buscó sus labios para un beso, él se apartó suavemente, girando el rostro.

Sonia se quedó congelada, herida y confundida.

—¿Qué te pasa, Dan? —preguntó con voz baja—. Antes de que desaparecieras, ya teníamos algo. ¿Ahora por qué actúas así? ¿Es que hay otra?

Dan abrió la boca, pero ninguna palabra salió solo quitó las manos de Sonia tampoco podía explicarle lo que sentía, ni siquiera sabía cómo empezar.

— No es eso es solo que.. sabés que olvídalo

Luego se subió al coche sin responder a la pregunta mientras conducía, Dan se pasó la mano por el cabello, frustrado. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no podía volver a ser el de antes?.

Dan llegó a casa tarde, con el cuerpo cansado y la mente aún más agotada. Apenas entró, su mayordomo Augusto se acercó con la puntualidad de siempre.

—Joven amo, le he guardado su cena favorita. Está en el horno, solo para usted. Y también han traído el último juego de su consola, el que tanto esperaba.

Dan forzó una sonrisa, pero no sentía hambre ni entusiasmo.
—Gracias, Augusto. Lo dejaré para después.

Subió a su habitación. El silencio era denso, casi incómodo. Encendió la televisión, miró el control de su consola… pero no sentía ganas de jugar. Todo lo que antes le emocionaba ahora le parecía vacío, ajeno. Se dejó caer en la cama y cerró los ojos, intentando no pensar.

Pero la mente no le daba tregua. Quería olvidar, despejarse, volver a ser el de antes. Sin embargo, algo dentro de él no lo dejaba en paz. Sentía una sed extraña, una ansiedad que no podía explicar.

—Augusto, ¿puedes traerme un vaso de agua? —pidió, esperando que el líquido frío calmara ese malestar.

El mayordomo apareció en segundos, pero cuando Dan bebió, no sintió alivio. El agua le sabía insípida, insuficiente. Se levantó, fue al baño y se mojó la cabeza, buscando despejarse. El agua fría le recorrió la nuca, pero la inquietud seguía allí, más fuerte.




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