Corazón de diamante

Oportunidad perdida

El pasillo hacia la enfermería estaba extrañamente silencioso. Alis avanzaba con pasos lentos, cuidando que sus pensamientos no la delataran. Pero entonces, voces conocidas rompieron la calma.

Se detuvo junto a la pared, y agudizó el oído. Reconoció enseguida a las amigas de Carolina.

—¿Qué crees que tenga? —preguntó una, con un dejo de burla en la voz.
—No lo sé, pero si es algo de esas bacterias raras que se te pegan… prefiero no volver a ser su amiga —respondió la otra con desdén.
—Yo igual. Desde hace tiempo actúa como si fuera más importante que todas nosotras, solo porque lleva ese collar espantoso.
—Sí, lo usa para presumir.
—Y ni siquiera es tan especial como cree.
—Exacto. Solo tiene suerte por su padrastro y porque su familia está bien acomodada.
—¿Dijiste padrastro?
—Sí. Ella no pertenece realmente a esa familia.
—Ah… con razón.

Un nudo se apretó en el estómago de Alis. Padrastro. Una palabra que jamás había escuchado relacionada con Carolina. Aquello encajaba con la vanidad con la que siempre se había comportado. Sus amigas ni siquiera eran sinceras.

Alis se alejó de ese murmullo venenoso y apretó el paso hasta la puerta de la enfermería. La abrió con cuidado.

El ambiente estaba impregnado con el olor a alcohol y desinfectantes. Desde el fondo, en una habitación semiabierta, escuchaba la voz de la enfermera.

—¿Tienes algún tipo de alergia diagnosticada? —preguntaba con calma.

—No. —Carolina negó con la cabeza, su voz cargada de fastidio.

Alis contuvo la respiración. No podía fallar. Giró el rostro y allí lo vio: sobre un banco de madera, descuidadamente colocado junto a una prenda doblada, estaba el collar. El corazón de diamante brillaba débilmente bajo la luz.

Su pulso se aceleró. Dio un paso, luego otro. Extendió la mano hacia él.

Solo un poco más..

—¡Alis!

La voz masculina la hizo congelarse en el acto. El frasco de cristal tembló en sus manos. Se giró y vio a Dan, jadeante, con los ojos verdes muy abiertos por la preocupación.

—¿Estas bien ? Vi que venías hacia aquí y me preocupe.—preguntó, avanzando hacia ella.

Alis retrocedió un paso, sin saber qué decir.

— Dan.. no pasa nada estoy bien..

La reacción de Carolina fue inmediata. El nombre había sido suficiente. Se levantó bruscamente de la camilla, aún con la bata blanca de la enfermería, pero ya sin un solo estornudo. Las manchas seguían en su piel, pero su furia la hacía olvidar la incomodidad.

Su mirada se clavó en Alis con un odio repentino.
—¡Tú! —escupió, caminando con rapidez hacia el banco—. ¡Eres la culpable de esto! ¿Planteaste esto verdad?. ¿Y cómo es que llegaste hasta aquí?

Alis se tensó, intentando mantener la calma.
—Devuélveme el diamante, Carolina. No te pertenece.

Carolina lo aferró contra su pecho, como si le fuera la vida en ello. Sus labios dibujaron una sonrisa amarga.
—¿Devolverlo? Nunca. Ahora es mío. Y gracias a él, mi vida por fin es lo que debe ser.

—No es tuyo —replicó Alis con voz firme, avanzando un paso—. Es del Reino, y lo robaste.

— Lo voy a recuperar sea como sea

Los ojos de Carolina brillaron con rencor.
—¿Quitármelo? Inténtalo si puedes. Gracias a este collar dejé de ser una sombra, una niña sin nada. ¡Ahora soy alguien!

La enfermera dio un paso atrás, sorprendida por el cambio de tono, no sabía lo que pasaba pero no parecía algo ordinario. Dan miraba en silencio, sin saber a quién ayudar, ya había arruinado el plan sin querer.

La tensión llenó la sala como un presagio. Alis sabía que aquel era el inicio de un enfrentamiento que no podría evitar.

La oportunidad se había perdido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.