Caminaban todos rumbo a la casa de Zayet, en silencio al principio, con el peso de lo ocurrido en el instituto todavía fresco. Alis, distraída, se detuvo un instante al ver a lo lejos a Ruth caminando de la mano de su madre, Martha. Su corazón dio un vuelco. Quiso correr, hablarle, despedirse… pero sabía que Ruth ya no la recordaba. La magia del corazón había borrado todo. Alis apretó los labios, obligándose a mirar hacia otro lado y volver al grupo.
La voz grave de Zayet rompió el aire:
—¿Y quién es el humano que está con nosotros?
Alis parpadeó, sorprendida.
—Oh… es Dan. —respondió con naturalidad.
Antes de que pudiera añadir más, Texa se adelantó. Con su altura casi alcanzaba a Dan, lo sujetó bruscamente del cuello de la camisa y lo miró con seriedad.
—El traidor… —espetó—. ¿Eras aliado de Carolina, verdad?
Alis abrió grandes los ojos y se interpuso casi de inmediato.
—¡No! No es así… él ya se redimió —dijo nerviosa, poniendo una mano sobre la de Texa hasta que lo soltó.
Texa lo liberó con desconfianza, aunque se apartó lentamente.
—Está bien… pero no le quitaré la vista de encima.
Dan tosió un poco, se acomodó la ropa y, como si nada, pasó un brazo alrededor de los hombros de Alis.
—No me importa lo que pienses —respondió mirando a Texa con una media sonrisa—. Solo me importa ella. —dijo con sinceridad.
Las mejillas de Alis se encendieron al instante, acalorada por ese gesto repentino.
Jamet y Leo se miraron entre sí, con expresión entre molestia y fastidio.
—Está muy… afectado por el beso —murmuró Leo.
—¡No! —saltó Alis, agitó las manos nerviosa—. Le di la nitrita, no quería verlo sufrir.
Dan levantó un dedo como corrigiendo.
—Si era una pequeña pastilla Azul, bueno si me lo dió
Texa, que lo había observado todo, entrecerró los ojos… y de pronto sonrió con un dejo adulto y cómplice.
—Entonces… ¿la quieres?
Un silencio incómodo se formó. Y Dan, con desparpajo, se inclinó y dejó un beso en la sien de Alis.
—Sinceramente… sí.
—¡Ya, ya! —bufó Jamet, dándose la vuelta—. Se me va a revolver el estómago con tanta melosería. Mejor pensemos en cómo ir a ese Reino del que tanto hablan.
Alis apartó la mirada, todavía sonrojada, mientras Jamet ocultaba el sudor en su frente y la resequedad de sus labios.
Hadda, con ojos brillantes, intervino para cortar la tensión:
—Es cierto. ¡Yo muero de ganas por conocer el Reyno!
Alis miró en corazón de diamante en sus manos y luego dijo.—Tal vez se hará más complicado, nose si el corazón de diamante tenga la energía suficiente para invocar un porta.
Dan, que había estado callado unos segundos, alzó la voz con un tono serio:
—Yo sé cómo se puede ir. Hay un portal… y la llave es ese diamante.
Todos se detuvieron al escucharlo. La noticia sonó como alivio, pero también levantó sospechas. Zayet se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.
—¿Y cómo sabes que hay un portal?
Dan se tensó un poco y no le quedó más opción que confesar.
— Bueno, mentimos.. cuando entramos al Reyno fue mediante el portal que la hada Luz que mencionaron la páginas de lo último del libro, lo arrancamos para que no te dieras cuenta, allí decía como es que se veían a través de un portal que se abría con un pedazo del diamante y esto lo descubrío Carolina, yo no lo creía pero fuimos dónde estaba escrito y se abrió una puerta.
Todos estaban sorprendidos ya que esto no lo sabían pero no era momento para molestarse ahora, Alis entonces se acordó que aquella vez que dijo que habían caído de un hueco lo cual no tenía sentido pero ahora sí.
Zayet preguntó. — Entonces estas diciendo que hay un portal de este mundo al nuestro.
Dan afirmó eso. — Si, así es, no está tan lejos de la ciudad.
Jamet habló de inmediato.
— Vamos entonces, que esperamos..
Entonces se pusieron en marcha hasta que llegaron al lugar.
El grupo siguió a Dan hasta las afueras de la ciudad, cruzando campos y veredas oscuras. El aire se volvió más frío a medida que se adentraban en la reserva.
—¿Dónde nos estás llevando? —preguntó Zayet, desconfiado.
—A donde todo comenzó —contestó Dan con seriedad—. El sauce viejo.
Hadda parpadeó.
—¿Un árbol? ¿En serio?
—No es cualquier árbol —dijo Alis, recordando las palabras de Dan en el instituto—. Es el portal.
Al llegar, el sauce estaba igual que la primera vez: enorme, retorcido, con inscripciones antiguas en su corteza. Entre las raíces, el hueco donde Carolina había colocado el diamante aún estaba allí.
Dan se acercó despacio, como si pisara recuerdos dolorosos.
—Aquí fue. Carolina colocó el diamante… y se abrió.
Alis sacó el corazón de diamante de su bolso y lo sostuvo con ambas manos. El cristal irradiaba un brillo suave que iluminaba el tallado.
Texa cruzó los brazos.
—¿Y cómo se supone que se abre?
Dan tragó saliva.
—Con… sangre. La vez pasada, Carolina lo intentó primero, pero no funcionó. Luego yo puse mi dedo y el portal reaccionó.
Alis recordó las páginas arrancadas del libro que Dan confesó. Ahora todo tenía sentido.
Se arrodilló frente al hueco tallado y colocó el corazón de diamante en su lugar. La piedra encajó como si hubiera esperado siglos ese momento. El sauce entero vibró, desprendiendo un murmullo profundo.
—Ahora… alguien debe poner el dedo —explicó Dan en voz baja.
Zayet lo miró con recelo.
—Conveniente que seas tú quien lo diga.
Alis dudó, pero al ver la expresión sincera de Dan, asintió.
—Está bien. Yo lo haré.
Clavó suavemente su dedo en la cavidad tallada. Un aguijón invisible le picó la piel, sacándole una gota de su energía que fue absorbida al instante. El corazón de diamante brilló con intensidad, y el aire alrededor comenzó a girar con fuerza.
—¡Está funcionando! —gritó Hadda, agarrándose de Leo para no caer.