—Siempre estaré a tu lado.
—Pero…ya no soy la reina.
—Para mí siempre lo serás, pero no se lo digas a Alpha.
Inesperadamente Alexa tomó la mano de Ung, entrelazando sus dedos con los de él. Ung tragó saliva y dominó su estremecimiento al sentir ese contacto tibio que alguna vez le hizo perder su sano juicio.
—¿Y me llevarás a pasear por la colina de flores? —preguntó ella, sonriente.
—Llevo toda mi vida esperando por ese paseo. —Ung respondió, conteniendo la respiración.
Los ojos de Alexa se humedecieron y posó su cabeza sobre el brazo de Ung, sintiéndose tan protegida y amada, a pesar de todos sus errores y defectos. Sentía el amor sincero de ese elfo que se merecía lo mejor que ella podía ofrecerle. Su amor entero y sin reservas.
El castillo estaba a su vista, pero se sorprendió porque había mucho ajetreo a sus alrededores. Enanos, duendes, leprechauns, las sílfides, Antonina, Noam, elfos y elfinas estaban en arduo trabajo. Alpha se quedó pasmada al ver que todos estaban ocupados haciendo algo y aunque repararon en su presencia, no dejaron de realizar sus actividades. Contemplaba incrédula que su castillo estaba en pleno proceso de restauración.
Después descendió en el techo y admiró las torres provistas de matacanes. Miró las escaleras y voló hasta ahí, luego escondió sus alas. Bajó las gradas una a una, mientras su vista se fijaba en el precioso jardín cuadrado y el pozo de agua a un lado. Sintió que su corazón palpitaba más fuerte, pues no sabía si era un recuerdo, pero al contemplar la fuente, una imagen llenó su mente. Era ella, sentada en la orilla. Alpha miró las flores, que parecían darle la bienvenida. Cuando llegó abajo, caminó despacio a través del patio de ladrillo y se sentó en el muro de piedra que lo bordeaba. Cerró los ojos.
—Aquí estoy…
—Ven…
Y su corazón se volcó, porque ya no tenía duda de quién era el dueño de esa voz. Alpha suspiró y se puso de pie.
—Estoy en el salón. —dijo la voz.
Alpha cruzó por una puerta, quedando extasiada al ver la luminosidad de la estancia tallada en piedra. El salón tenía exquisitos muebles de época. Había armaduras y una chimenea labrada. El techo no estaba terminado aún y estaba siendo cubierto de frescos con paisajes y figuras de hadas. En el centro, colgaban dos hermosas lámparas de diez brazos de rueda de carro de madera. Jarlath estaba encima de un andamio de más de diez metros, junto con otro elfo que la miró con disimulo y continuó con su trabajo, pues estaban colocando la tercera lámpara. Jarlath estaba de espaldas, pero ella lo reconoció de inmediato y aprovechó para contemplarlo con detenimiento, preguntándose si acaso él podía leer los pensamientos.
Borró esa reflexión y se dedicó a admirar esos brazos fuertes, de pronto, Jarlath se volteó lentamente y sus miradas se encontraron al fin.
—¿Qué está sucediendo aquí? —Preguntó ella, para romper el incómodo silencio y sintiéndose nerviosa por esa mirada.
Jarlath no contestó, en cambio bajó del andamio con presteza y se acercó a Alpha lentamente. Ella alzó el rostro sin dejar de verlo y es que estaba tan apuesto con esos ojos en forma de almendra y su cabello largo, peinado en una trenza larga sobre su espalda. Vestía completamente de color verde jade, con pantalón largo y holgado de algodón, camisa de manga corta de cuello en V con cordón para ajustar. Alpha aguardó la respuesta, mientras pensaba adrede que la estaba hechizando con su nueva personalidad. Jarlath la contempló profundamente.
—¿Estás hurgando en mi mente? —preguntó él, sonriendo.
—No. —Alpha exhaló y desvió la mirada— Creí por un momento que tú podrías leer la mía.
—No soy tan extraordinario. —Jarlath lanzó una risa— He estado practicando la telepatía, es por eso por lo que te he podido llamar.
—¡Oh, muy bien! —Alpha pasó junto a él y empezó a admirar los frescos— ¿Y qué más puedes hacer?
—¿Estás hablando de los poderes que tengo?
—Si. —Alpha se sobó un brazo, mientras fingía analizar minuciosamente cada figura en el techo.
—Pues…un día me dijiste que tenía el más poderoso de todos. —dijo él, con voz suave.
Alpha ignoró el comentario y siguió contemplando el techo. De pronto, ella se volvió mirándolo.
—No contestaste mi pregunta, ¿Qué está sucediendo aquí?
—Antes que te responda eso, por favor, que tengo noches sin dormir. —Jarlath la miró— Quiero saber si te gusta mi nueva imagen.
—Estás…diferente. —Alpha lo miró a los ojos.
Jarlath sonrió.
—Confiaré más en lo que dice tu mirada. —le dijo él.
Entonces Alpha negó con la cabeza y reprimió una sonrisa. Al ver ese gesto, Jarlath se sintió más relajado y también sonrió. Solo quería abrazarla y decirle cuanto la amaba, pero estaba visto que Alpha no quería leer en su mente, ¿O no podía? pues Noam le había advertido que, con la transformación, era inmune a algunos poderes de las hadas. Jarlath le hizo una seña para que lo siguiera y ella así lo hizo. Salieron del salón y él le indicó que subieran las escaleras. Ingresaron a otra estancia cubierta de pisos rojizos de barro y llegaron a un espacioso balcón de piedra y las columnas cilíndricas.