El lobo que tenía en frente chasqueaba los dientes lleno de ira asesina, por supuesto, estaba perdiendo una batalla. Ningún cambiante cuerdo consideraba siquiera obtener una victoria si su rival era uno de los grandes, como un león. Patrick siseó fuerte, de solo afirmar los puños hizo sonar los huesos de los dedos, se preparó, toda su fuerza la dirigió a sus puños ansiosos por golpear la cara del maldito.
El lobo saltó, era pesado, logró derribarlo al suelo, sin embargo, un golpe a las costillas le quitó el aire y entonces, tuvo la ventaja, Patrick giró sobre él, con fuerza aplastó la quijada del lobo gris con un certero golpe.
Agotado, recargó su peso contra el lobo y así obtuvo la sumisión de su rival, elevó su mirada alrededor la sangre manchaba el suelo del bosque, los cuerpos maltrechos estaban esparcidos por aquí y allá, era un completo desastre del que casi salen ilesos, miró alrededor, sus leones parecían en una pieza aunque sabía que estaban heridos, su energía ya se estaba drenando para sanarlos y casi ni se dio cuenta de eso.
Bajó la mirada al lobo gris, todavía le estaba aplastando la quijada con la rodilla.
—¿Qué tan desesperado tienes que estar para atacar una coalición de leones?
El lobo gruñó. Patrick tomó el aire que le faltaba, le dolía los pulmones, y parecía que el oxigeno quemaba por dentro. Así no se suponía que debía sentirse el rey de la selva.
Pero este rey... Se debilitaba. Patrick jadeó, aplicó más presión bajando un poco para mirar al lobo.
—Te perdonaré la vida si huyes de mi territorio y no vuelves nunca más, ¿entendido?
Esperó, su rival estaba analizando la oferta, pero Patrick quería despacharlo de inmediato porque su león ya había probado el olor de la sangre enemiga y era una bestia difícil de controlar.
Un león por sí solo no era el mejor diplomático del mundo...
—¿Entendido? —Repitió.
El lobo gris relajó la cabeza, la sumisión era definitiva, Patrick rugió al aire en señal de victoria y sus leonas se unieron al canto, los machos lo hicieron poco después. Tras esa necesaria muesrta de marcar su dominio, Patrick liberó lentamente la quijada del rival y retrocedió, sin relajar la postura y preparado por si volvía al ataque. Sin embargo, el debilitado Alfa lobo lanzó un quejido mientras buscaba a sus protegidos.
Cualquier otro habría esperado que sus fuertes leones masacraran a los intrusos, pero Patrick no era otro bastardo sanguinario, no, había entrenado a sus leones para que sometieran sin matar a sus oponentes. Someter y esperar la rendición era mucho mejor a mancharse las manos de muerte.
—Suelten a los lobos —ordenó.
Uno a uno, los fueron dejando libres para que siguieran al líder en el camino de la derrota, y solo hasta que el último desapareció de su alcance visual, Patrick buscó a los leones menos heridos del grupo defensor y les ordenó que siguieran a los intrusos hasta el límite del territorio.
—Los que estén más heridos deben ir con Gall.
—Usted también —mencionó Chazz—. Ese corte en el hombro no parece sanar muy rápido.
Patrick asintió, por dentro presentía que estaban a punto de saberlo. No era el momento.
—Damián, Ivette, Louis, vayan a ver a los cachorro, Danielle, Rick, Nolan, busquen a los guardianes de reserva y diganles que se distribuyan por todo el territorio. Extenderemos el alerta por los siguientes tres días.
—Sí, señor.
—Los demás, con Gall.
La pequeña mujer estaba quejándose de algo cuando irrumpieron en la enfermería, minutos antes del ataque Patrick le había puesto sobre aviso para que coordinara la evacuación de las tres madres y los siete cachorros. Gala, apodada cariñosamente como Gall, resopló fuerte al verlos, sabía que por dentro estaba feliz y agradecida por salir airosos de otra pelea más, sin embargo ella solo se puso las manos en las caderas y los miró con frustración al echarle un ojo a las heridas.
—A las camillas —ordenó.
Ella era una enfermera dedicada, seria como ninguna, y fuerte como una roca, pero estaba cansada, eso era algo que Patrick sabía muy bien. Cuando el último de los leones fue enviado a casa, el Alfa aceptó la ayuda con el corte en la espalda.
—Los lobos sí que son brutos —masculló, con rapidez buscaba entre los cajones del gran mueble blanco mientras Patrick esperaba con paciencia sentado en una de las seis camillas—. Rayos... ¡Maldición!
—¿Gall?
La mujer estampó un puño contra una de las puertas superiores. Era habitual su mal genio, pero intuía que el día de hoy era diferente.
—Patrick, sabes que te tengo mucho aprecio..., pero si no me consigues a un profesional capacitado para que me ayude en esto, pensaré seriamente en buscar uno por mi cuenta.
Se aferró al borde de la camilla, era un idiota si no podía reconocer el agotamiento de Gala, en tres meses habían tenido dos ataques y ella ya le había expresado sus inquietudes, sus propuestas eran algo que no estaba seguro de poder aceptar, la primera era cambiar el status de la coalición para hacer crecer el número, y la segunda, conseguir a un medico profesional para que ayudara a Gala en la enfermería.
—Gall, estoy haciendo lo posible por encontrar a la persona indicada, solo necesito más tiempo.
—La coalición no será viable si nos siguen atacando de esta forma.
—Solo son lobos errantes del sur, no tenemos enemigos serios.
Gala giró hacia él, sus ojos oscuros estaban llenos de preocupación.
—¿Qué sucedería si los Fire Hearts deciden invadirnos? Su número ha aumentado desde que nos mudamos aquí, tienen la capacidad de hacer mucho daño.
Un gruñido retumbó en su pecho de solo pensarlo, no tenían muchos conocimientos sobre ese clan, los vecinos del norte no eran muy sociables. Pero debía admitir para su pesar que el razonamiento de Gala no era absurdo, sino una posibilidad a considerar. Sin embargo, que ella tuviera tanta desconfianza hacia el poderío de sus leones también le molestaba.
#1443 en Fantasía
#854 en Personajes sobrenaturales
#5296 en Novela romántica
accion y amor, cambiantes leones, romance entre alfa y humana
Editado: 16.06.2020