Corazón de León [serie Gold Pride 1]

Capítulo 7

 


Patrick tenía un extraño sentimiento de intriga en el corazón mientras veía a Tanya armar el viejo aparato en la enfermería, como él no entendía ni pío sobre esos objetos, prefirió supervisar desde lejos. Ni siquiera debería haber estado ahí, su trabajo estaba hecho, le había dado lo que quería pero... No podía apartar la mirada de sus curvas, los rizos de su cabello negro, la fascinación que danzaba en sus ojos verdes, como si hubiese recibido un valioso juguete.

Se sentía como un idiota por estar haciendo eso, pero no podía evitarlo aunque no sabía qué era lo que le impedía mover sus pies hacia la salida y atender asuntos más importantes.

—Dios santo —exclamó Gala al entrar a la enfermería—. ¿De dónde lo han sacado?

Patrick se tensó, tanto él como Tanya compartieron una mirada.

—Patrick lo compró por internet —respondió la mujer—. Ha llegado esta tarde.

Gala le miró de reojo, poco convencida de la coartada que habían planeado.

—Ah, ¿y dónde está el comprobante?

Mierda, ya le tenía.

—Patrick lo guardó entre los papeles de su oficina, debe estar ahí.

Astuta. Eso era interesante.

—Si quieres lo busco —sugurió siguiendo el juego.

—Eh... No, le ayudaré a armar esto. —Gala se acercó a Tanya—. Oh cielos, esta cosa es muy vieja.

La mujer humana sonrió.

—Pero es funcional, y podremos hacer ecografías.

Su entusiasmo era contagioso, a Patrick casi se le escapa una sonrisa.

—Bueno damas, les dejaré jugar con eso tranquilas, ante cualquier cosa me llaman, ¿entendido?

—Sip —dijo Gala.

Tanya sopló un par de rizos que cayeron por sus ojos cuando volteó a verlo, llenos de brillo, entusiasmo y energía, era radiante.

—Gracias.

Con un ligero ademán, Patrick retrocedió, salió de ahí con un nudo en el pecho y el corazón agitado, abajo oyó murmullos, parecía que los leones se preparaban para otro turno nocturno.

—¡Intruso! —Alguien gritó desde afuera.

Completamente alerta, Patrick corrió hasta el balcón delantero y se paralizó al ver a un enorme león de pelaje claro parado frente a la estatua de piedra que resguardaba la fuente central. Irritado, Patrick dio seis pasos hacia atrás, tomó impulso corriendo y dio un salto al vacío, aterrizando entre la grava que rodeaba la fuente.

—Que nadie se acerque —ordenó a la cuadrilla de leonas que lo estaba rodeando—. De este me encargó yo.

El intruso se veía calmo, relajado, esperando su acercamiento mientras permanecía atento a sus movimientos. Patrick rodeó la gran fuente, hizo de sus manos dos puños fuertes, un rugido iba construyéndose en su pecho, poderoso casi incontenible, el león quería saltar adelante.

Pero cuando estuvo cerca, se encontró con un panorama diferente, el pelaje del intruso era de un tono cremoso alejado del albinismo pero no lo suficiente como para llegar a ser dorado. Extraño. Su melena cubría todo su pecho, a juego con el pelaje, sin ningún retazo más oscuro y era más grande que la de cualquier otro león de Gold Pride, sus ojos eran dos orbes, de coloración olivácea que lo analizaba en silencio. Lo más sorprendente de este inusual encuentro, fue el cachorro de leopardo que se refugiaba entre sus patas.

Patrick suspiró.

—Estás colmando mi paciencia.

Los pequeños gruñidos del pequeño ablandaron su corazón por un momento, pero estaba indeciso, el felino le susurraba que podía ser una trampa, que ese león estuviera ahí como espía del clan Fire Hearts, sin embargo quedaba ante la duda si estaba diciendo la verdad, si realmente buscaba un nuevo hogar... ¿Qué clase de Alfa era si le negaba una oportunidad? Él la había tenido cuando encontró a Amaia, y nadie se la negó... Quizás las palabras del Alfa Evan habían surtido un efecto demasiado potente.

—¿Qué está pasando? —Preguntó una mujer detrás.

Patrick gruñó bajo y el cachorro se metió debajo del cuerpo de su... Padre.

—Tanya regresa a la enfermería —ordenó.

—No, tengo que saber por qué tanto escandalo.

Cuando la rebelde mujer humana estuvo en su línea de visión, Patrick le detuvo con un gesto de mano, un gruñido de por medio y la mirada más amenazante que pudo construir, pero ella se la sostuvo sin problemas, alzó una ceja, la pregunta sarcástica quedó en el aire pero él la interpretó al instante y eso..., fue absolutamente provocador...., rayos, estaba fuera de sí, y eso le incomodaba demasiado.

—Ni un paso más.

—¿Quienes son ellos? —Preguntó, luego, esos cristalinos ojos verdes se abrieron con sorpresa y ternura—. Oh... Un cachorro.

—Tanya...

—Debe tener un año y medio —dijo acercándose—. Se ve un poco decaído.

—Tanya... —Advirtió.




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