La falta de sueño tenía al león malhumorado y agresivo, pero conciliar un descanso estaba lejos de poder concretarse. Se suponía que con cinco años despertándose en una cama vacía, Patrick lograría acostumbrarse, sin embargo, no lo estaba logrando.
Sobre todo porque había otra cosa que le alteraba y no le dejaba dormir un par de horas. Gruñendo bajo, se levantó de la cama, leyó el recordatorio anotado en una hoja de papel, de la actividad principal del día y por poco lo arranca del marco. Tanya Rivers le estaba dando muchos problemas, pero la necesitaba, los demás ya le habían cogido cariño y su desempeño en la enfermería era intachable.
No podía despedirle simplemente porque lo ponía nervioso... Patrick despejó ese pensamiento. Colocándose la ropa del día, fue al baño para lavarse la cara, el agua fresca no sirvió de mucho, pero al menos se sentía menos aturdido. Del pequeño refrigerador sacó un par de manzanas y una bandeja de metal con frutos secos, ambos alimentos fueron a parar al fondo de su mochila de tela color negra, al cerrarla tirando de los cordones, permaneció con su mirada fija en la salida del sol, el paisaje matutino en su ventana se desprendía en una luz brillante que acariciaba su piel lentamente.
—Otro día más...
Empuñando una mano, desvió la vista, una imagen vino a su cabeza para atormentarlo bajo un agudo dolor atroz. Amaia disfrutaba ver los amaneceres, él no entendía como rayos podía levantarse temprano con esa dulce y perversamente hermosa sonrisa en su rostro, solo para beber un café y esperar en la ventana la salida del sol... Su pecho se comprimió cuando el recuerdo se esfumó, y su león volvió a llamar a su pareja humana que no volvería a responder ese rugido, ni hoy ni nunca...
Haciendo crujir los dientes, Patrick miró la hora, faltaban cinco minutos para las diez y se encontraba indeciso, ¿tal vez debería ir ahora mismo, o sería demasiado puntual? No quería parecer desesperado, sobre todo cuando la idea de caminar junto a ella no era un plan muy convincente para la integridad de sus sentidos, pero si llegaba tarde, entonces ella se ocuparía con otra cosa y tendría que reprogramar la salida, detestaba cambiar todo su cronograma... Otra vez.
Poniéndose la mochila al hombro, Patrick salió al pasillo. La tenue luz del amanecer se había llevado el abrigo oscuro, solo había ligeras sombras que se irían pronto. Diez pasos, y ya estaba frente a la puerta de la enfermería, con el puño alzado, pero se abrió de pronto antes de que siquiera pudiese golpear la estructura.
Un par de ojos verdes le enfocaron, rizos salvajes oscuros, contenidos por una liga amarilla. Tanya le miraba sorprendida, esos ojos abiertos de par en par, repletos de un dulce asombro que ya había visto antes, y sin embargo, le parecía tan malditamente nuevo...
—Que puntual —dijo, Patrick tuvo que retroceder para darle espacio a salir, Tanya cerró la puerta detrás y escondió los pulgares dentro de los bolsillos de su vaquero azul—. ¿Me dirás a donde iremos?
El león se movió interesado dentro de su cuerpo, la presión ligeramente dura, dolorosa, pero este tipo de dolor era tolerable, porque había otras cosas que le distraían lo suficiente como para dejarlo desapercibido. Enredadera y humedad, salvaje fragancia humana, imperceptible para sus pares... Pero cualquier cambiante lo notaría...
Como él notó la suave esencia de Amaia, flores de acacia y hierba húmeda... Apenas... Sutil... Y le había enloquecido...
—¿Patrick?
La mujer humana estaba esperando su respuesta, con el rostro un poco ladeado, su mirada observándole sin reparos...
—A la laguna —dijo, y para su alivio, su tono salió formal.
Tomaron las escaleras y salieron por la entrada principal, rodearon la fuente, internándose en uno de los caminos secundarios que dirigían a la laguna. Los leones estaban trabajando para conectar cada guarida con la casa central y el camino principal, pero debido a los recientes ataques, esas tareas se detuvieron y ahora estaban avocados a la seguridad.
Tanya se veía feliz de estar afuera, podía intuir que el aire libre era uno de sus intereses. Tenía una sonrisa atrevida, aventurera, que perfilaba su rostro bronceado, de piel como un beso de canela suave esparciéndose de una sola vez. Con la garganta reseca de nuevo, Patrick expandió sus sentidos para distraerse con cualquier cosa que estuviera rondando por ahí. También debía pensar cómo rayos le haría para explicarle sobre el significado de la coalición, cuando ni él estaba seguro de poder entenderlo a profundidad... Ser Alfa en toda la regla era nuevo...
Pero había un delgado equilibrio que se tambaleó cuando ella llegó y necesitaba ponerla en un lugar dentro de la coalición, o que al menos ella entendiera lo que podía o no hacer. Esto era difícil. Sus miradas de vez en cuando eran abrasivas, ella delimitaba su cuerpo como una curiosidad expuesta y eso..., le incomodaba. Porque solo había recibido miradas de ese tipo de una sola mujer y ella..., ya no estaba.
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Editado: 16.06.2020