Tanya se preguntó si esto era lo que sentía su amiga Eleine cada vez que se encontraba en espacios reducidos con su pareja, un lobo latente, pero un lobo al fin. Claro que, las diferencias no eran para nada sutiles, Caleb Meyer poseía una amabilidad enorme, un encanto suave, pero también una extraordinaria fuerza cuando algo amenazaba a su mujer y su cachorro. Mientras que Patrick... Era un mundo aparte.
Su presencia misma devoraba todo el espacio en el interior de la camioneta, iba vestido para matar, aunque por lo general cualquier cosa le quedaba bien, sus facciones toscas pero agradables, las de un hombre bruto y fuerte, era de esos hombres que si los veías de frente pensabas que con un mal movimiento o gesto podrían hacerte mucho daño.
—¿No puedes dejar de mirarme? —Su pregunta tenía un borde suave, pero su expresión era la de un felino satisfecho con sus encantos.
Estrechando la mirada sobre él, un hormigueo creciendo en su estómago, Tanya contraatacó.
—¿Desde cuando eres arrogante?
Una sonrisa afilada, aceleró su corazón.
—Responde mi pregunta primero.
Curvando los dedos sobre su pantalón cargo color negro, Tanya apartó la mirada. Sus citas anteriores habían sido más fáciles, detuvo ese carril, esto no era un cita, ¿no? Solo era un paseo para despejarse. Y ella podía con un león, no era de cristal.
—Admito que eres bonito.
—¿Bonito?
Entraron a la carretera de tierra que los llevaría al pueblo, una risa baja se enredó suave en sus oídos.
—¿Tu ego es más alto que eso?
—Estás decidida a picarme hasta sacarme el pelaje, ¿no?
Cruzándose de brazos, su corazón bombeando rápido por esta nueva complicidad entre ambos, Tanya respondió:
—No, así soy. Suele molestar a más de uno, incluso a mi amiga Eleine.
Silencio. El cuerpo del león se llenó de una tensión que pudo sentir muy bien, Tanya fue cuidadosa de no revelar que era la mejor amiga de la mujer que puso a Patrick como prisionero del clan Moon Fighters, había unido las piezas al tercer día de haber llegado a Gold Pride, pero decidió callar, pues no sabía en que estado tenía Patrick a Eleine.
Hoy su lengua fue demasiado lejos.
—Patrick yo...
—Está bien —cortó, su tono un suave murmullo calmo–. Ese nombre me trae algunos malos recuerdos.
Girando hacia él, sus ojos verdes clavados en el camino iluminado por las luces de la camioneta, Tanya sintió pena. Patrick manejaba con una sola mano, algo imprudente, y aunque trató de explicarle en el transcurso del camino que eso era un riesgo, el león no cambió de parecer, ceder el control no formaba parte de su comportamiento.
Ahora, mientras sostenía el volante con la mano izquierda, la otra formaba un puño tenso en su rodilla. Tanya sentía que había arruinado un buen momento, pero no era su culpa, ella no sabía nada sobre Patrick, hablar con él era andar sobre un campo minado y ahora había pisado una mina. Tampoco sabía lo que le habían hecho los lobos cuando lo tomaron como prisionero, ¿tortura? Entendía la reputación de los Moon Fighters como despiadados, pero no los veía capaces de eso.
Tal vez tenía una visión demasiado suave de los cambiantes.
Sintiendo el corazón apretado dentro de su pecho, las ganas de tranquilizar al mortal león, Tanya pudo una mano en el fuerte antebrazo de Patrick, se detuvo ahí lista para alejarse si lo consideraba como una invasión a su espacio, pero él solo entre cerró los ojos y abrió su mano. Con el silencioso permiso, pasó la yema del pulgar sobre la vena que sobresalía contra la piel. Poco tiempo pasó para que ella tuviera a un león manso.
—¿Cómo se encuentra ella? —De pronto preguntó.
Tanya podía sentir una ligera vibración en la piel de Patrick, cualquiera que no hubiera trabajado en su rubro lo habría confundido con un ronroneo, pero ella podía diferenciarlo bien, era el pelaje del león moviéndose más cerca, queriendo contacto. El hormigueo se hizo más potente, Tanya se concentró en la pregunta.
—Bien. Tuvo que abandonar su casa en Ricker Mountain, ahora vive con su pareja y su hijo en Paradise City.
A Tanya le había dolido que los pumas la obligasen a abandonar la casa que Eleine tanto adoraba, solo porque Caleb era un lobo Moon Fighter, las disputas territoriales eran un dolor de cabeza para ella, era una de las principales razones de los cambiantes heridos que llegaban a los hospitales públicos en las que ella trabajó.
Tendría que adaptarse a eso ahora que vivía en la coalición.
Poco a poco Patrick fue abriendo su mano, relajando su cuerpo, cuando vio que ya no necesitaba de su toque para tranquilizarse, Tanya retiró la mano, su calor seguía marcado en su piel. De pronto sintió un vacío que se esfumó cuando lo vio tomar el volante con ambas manos.
¿Quién decía que los leones eran seres irracionales?
Capturando una media sonrisa en el rostro del león, Tanya cambió su atención al camino, cruzaron la entrada de Willow County. La última vez que había estado en el pueblo fue para robar el aparato de ultrasonido, ningún miembro de la coalición tenía permiso para transitar libremente en el pueblo, debido a que era territorio neutral. Pero, según lo que Gala le había comentado días atrás, Patrick estaba haciendo todo lo posible para añadir Willow County como territorio Gold Pride.
Pequeño, poblado por mayoría humana y algunas decenas de cambiantes que se sentían conformes con que los leones reclamaran su territorio, Willow County era el sitio de preferencia para vivir tranquilo y sin molestias.
Hasta que asesinaron a una chica y la paranoia ahora dominaba las calles...
—¿Ian ha hablado contigo? —Patrick preguntó.
Las palabras del joven león golpearon duro dentro del corazón de Tanya. Sin embargo, ella mantendría su palabra, y también su compostura. Solo daban vueltas en la zona central del pueblo, aun sin saber bien en cual sitio detenerse, Tanya pensó una respuesta convincente, sabiendo que si Patrick se enteraba de que le ocultaba información podría enfurecer...
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Editado: 16.06.2020