Corazón de León [serie Gold Pride 1]

Capítulo 23

 

Patrick tuvo que comer dos rebanadas de pastel de chocolate solo para complacer a la solitaria pantera, era su cumpleaños número treinta y nueve, nadie de su familia le había enviado siquiera una nota.

El sabor dulce y empalagoso mantuvo al león casi drogado, por decirlo de una forma. Sin embargo, podía darse el lujo esta noche de compartir informalidades con el vocero y representante de las treinta y tres familias de cambiantes y los diecisiete solitarios que desde hace años vivían en el pueblo.

Patrick había excavado un camino hacia su confianza y cooperación, fruto de eso era el papel firmado por cada uno de ellos, que le daba el poder a Gold Pride de proteger el territorio del pueblo sin caer en ningún tipo de conflicto de intereses. Un paso más... Y sus leonas, leones, tigres y tigresas podrían caminar tranquilos por las calles de Willow County.

Ese último paso que restaba, era que el alcalde se decidiera de una vez en firmar la cesión de tierras.

—Esto será bueno para todos —dijo Arwen Blake, desde el umbral de la puerta de su remolque.

Patrick miró al hombre pantera por encima del hombro, esbozó media sonrisa suave y asintió en señal de respeto.

—Eso espero.

Con una despedida silenciosa, salió del pequeño campus para remolques y regresó al centro del pueblo. Se fijó en su teléfono celular, una hora atrás Tanya le había avisado de su llegada a la casa matriz. Sabiendo que su gente estaba segura y a salvo una noche más, estuvo tentado a ir por otra botella, luego recordó que tenía obligaciones más importantes y que ya había sido suficiente.

Le tomó otra hora llegar al camino que conectaba la carretera con el resto de cabañas de la coalición y la casa matriz, para quemar energías, y suprimir el dolor que comenzaba a latir otra vez en su cabeza, Patrick corrió. La luna en cuarto menguante deslizaba su luz plateada con suavidad, un matiz de sombras y oscuridad, de árboles y arbustos, de piedras y raíces, de criaturas nocturnas anunciando con temor la carrera de un depredador.

El aire en sus pulmones le resultó escaso, a medio camino tuvo que detenerse, no importaba cuanto intentara, su cuerpo, su energía y su cabeza seguían fallando. Con las manos en las rodillas, recordó la preocupación de Tanya cuando le dijo la verdad, era tan real que dolía, realmente era una gran mujer. Cuando enderezó su figura, el mundo alrededor se tambaleó...

En realidad, era su equilibrio frágil.

Con el pecho lleno de rabia e impotencia, rugió al cielo nocturno su dolor, nadie que lo escuchara comprendería realmente su significado, y estaba bien, así era mejor, que nadie supiera que tenía los días contados y sus cachorros se quedarían solos...

«No, ahora tienen una familia más grande»

Gold Pride era su hogar. Estarían bien.

Un poco más tranquilo, pero con el murmullo de la pena escociendo en su alma, Patrick terminó a pie el camino que quedaba hacia la casa matriz, sin embargo algo lo hizo detenerse bajo la cubierta protectora de los árboles. El sonido de los ventanales deslizándose, Patrick se movió un poco más cerca, el balcón principal se veía con claridad desde su escondite.

Ahí estaba ella, de pie junto a la barandilla construida en piedra tallada y concreto, el viento jugando con los rizos, los tenía sueltos para que se movieran a su antojo. Él recordó lo suave que se sintieron entre sus dedos, lo bien que lo hizo sentir..., Tanya buscaba algo entre las estrellas del cielo, una sonrisa suave y pequeña, ella era hermosa con su rostro redondo de abundantes mejillas, su piel de un suave tono canela desvanecido.

Con su corazón corriendo y el dolor de las astillas del vinculo roto ardiendo en su cerebro otra vez, Patrick salió al camino de grava, cuando llegó a la fuente de agua elevó su mirada. Tanya llevaba su ropa de dormir.

—Deberías estar durmiendo.

Ella bajó la mirada hacia él, por la oscuridad reinante el color verde apenas se podía distinguir a través de sus pestañas, Patrick sabía que los suyos estarían brillantes por la atención del felino bajo su piel, vigilaba sus movimientos, bebía del olor humano, una fragilidad intrínseca, pero al mismo tiempo tanta fuerza...

—La orden era regresar al territorio, no a dormir.

Que ella usara un vacío legal era signo de su mente hábil, Patrick curvó los dedos de sus manos, por suerte las tenía en los bolsillos delanteros de sus pantalones.

—¿Cómo te ha ido? ¿Tuviste algún percance de camino? 

—No, todo ha ido bien. Tu camioneta está estacionada y sin ningún rasguño. 

—Poco me importa ese cacharro —dijo, debía dejar de mirarla de esa forma—. Es bueno que estés bien. 

Las palabras sonaron tan vacías cuando ambos estaban ansiando destruir la distancia entre ellos... Pero esa tensión se cortó de forma abrupta cuando ella se sentó en el borde de la barandilla, sus piernas balanceándose como un juego, un muy peligroso juego, un mal movimiento y ella estaría cayendo desde siete metros de altura. 

El instinto despertó junto al león molesto por la movida imprudente. 

—Baja de ahí –ordenó, su pecho conteniendo un gruñido agresivo, parte de ello se filtró en la orden. 

Una orden que no fue obedecida, Tanya emitió una risa que abrazó sus partes más profundas, como un toque a su alma rota. Comprendiendo que ella no estaba bajo su mando, Patrick liberó sus manos y rodeó la fuente de agua para estar más cerca por si caía. 

Por supuesto, ella no tocaría la grava dura del suelo, no si él estaba cerca, si eso sucedía estaba más que seguro que la atraparía, cuando la viera segura entre sus brazos le gruñiría por casi hacerse daño y después... La abrazaría. 

Estos pensamientos abrumaban y le hacía sentir... Vivo. 

—No voy a caer, tranquilo. —Tanya miró la luna durante unos segundos, y luego regresó a él–. Creía que a los gatos les gustaba la altura. 

—Soy un león —gruñó. 

Pero la idea de acurrucarse para que ella pasara sus manos por su melena y pelaje era tentadora... 




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