“La gente de nuestra raza me cree tonto por formar alianzas en todos los frentes. Pero yo me río de ellos por su ignorancia, ¿no son más valiosas las palabras que el derramamiento de sangre?”
Sean había resultado un hombre sabio, tenía una vena pacificadora en lo profundo del poder silencioso. Patrick ya no dudaba la razón detrás de la enorme prosperidad del clan de pumas, no sé trataba de dinero o propiedades, un buen líder era la clave pero el secreto iba más allá de que tan noble de corazón se podía ser como Alfa, la justicia siempre era necesaria.
Ayuda para el que lo necesite, castigo para quien traiciona, protección para quien se lo gane. Tres modos de conducta impulsaba el corazón de cada hombre y mujer White Claw.
Patrick había aprendido cosas nuevas el tiempo que estuvo en esa cabaña, y ahora estaba ansioso por volver. Sean Wells le aseguró que su compañera llegaría para arreglar la subasta y poner orden hasta que arribara al territorio. Solo esperaba que sus gatos lo tomaran de buena forma, con otro depredador extraño tomando sus tierras..., eran capaces de defenderlo con violencia y... Dios, no quería que lastimaran a la compañera del Alfa White Claw, sería firmar la guerra con sangre.
El autobús cruzó la entrada del pueblo, un sentimiento cálido se ancló dentro de su pecho, no podía controlar el latido rápido de su corazón, el león que daba vueltas en su mente, frenético pero feliz al mismo tiempo, saboreando la vida que todavía lo sostenía en pie, impaciente por salir y recorrer los bosques que eran suyos por derecho.
Un escalofrío le cruzó la espina al poner un pie en tierra, con sus sentidos en máxima alerta, escaneó los alrededores de la estación de autobuses por si alguien decidía terminar el trabajo. Ahora estaba más consciente, no se dejaría engañar mucho menos capturar por cualquier persona desconocida que se ofreciera a ayudarlo. Recordaba bien el rostro de aquel hombre cambiante que lo atacó en la camioneta, probablemente el mismo que le diera la paliza, Patrick lo buscaría para tomar su parte.
Las cosas no quedarían así. Pero lo primero era regresar al territorio, y así lo hizo, el cartel que anunciaba la subasta ya no estaba, en su lugar solo un agujero en la tierra con restos de concreto, Patrick movió la tierra para taparlo. Caminó por su bosque una vez más, con el abrigo de la noche cayendo lentamente sobre él, la brisa cálida un abrazo para sus sentidos.
Pronto vio el destello reflejado en un par de ojos dorados, un tigre acercándose con cuidado, tanteando la tierra bajo sus enormes patas, como si estuviera viendo una alucinación. Deteniéndose, Patrick sonrió al tigre de pelaje blanco con débiles rayas anaranjadas en la cabeza y el lomo. Nolan se agachó un momento, azotó la cola contra el suelo, y cuando el león dejó brotar una risa, el tigre movió las orejas y echó a correr hacia él.
Abriendo los brazos, casi fue derribado por el enorme peso de Nolan, el dolor corrió a través de su cuerpo magullado todavía por los golpes, pero no le importó, podía tomar esto y mucho más, sin embargo el abrazo duró unos pocos segundos, Patrick palmeó el lomo del tigre mientras marcaba su melena con su mejilla.
—Abajo —pidió—. Tengo muchos más gatos que abrazar.
Nuevamente en cuatro patas, Nolan lo rodeó usando su nariz para comprobar su estado, hizo una mueca al detectar los moretones azules aun con la oscuridad del ambiente, Patrick pudo sentir su enojo, y las preguntas que debía estar construyendo en su mente.
—Lo solucionaremos después.
Con el tigre guiando sus paso, Patrick asomó por fin en el claro que rodeaba la Casa Matriz, las luces encendidas brindaban parte del calor interior, por un momento mientras se acercaba, esperó ver a Tanya en el balcón, observando las estrellas en el cielo con fascinación y encanto. Pero ella no se encontraba ahí. Había comenzado a preguntarse sobre el estado de cada uno de sus gatos cuando entró a la sala común y no vio a nadie descansando en los sillones centrales, ni jugando con el agua de la fuente del jardín, mirando hacia atrás vio que Nolan se había quedado en la entrada.
Olvidó que no estaba permitido andar transformados en la casa si no se era un cachorro, iluminado por la luz artificial, el tigre parecía una criatura de otro planeta, tan único como el pelaje blanco y naranja. Nolan le hizo un gesto de cabeza, apuntando hacia el salón comedor, luego se estiró como el poderoso felino que era y dio un largo bostezo de largos colmillos.
Cuando entró despacio en el comedor, se encontró con una escena por demás extraña, toda la coalición estaba reunida en las mesas, los cachorros jugando cerca de la barra, y una mujer de cabello negro y ojos azules era el centro de atención, sentada casi en la punta más lejana de la mesa derecha, ella estaba contando una anécdota, con todos los ojos y oídos puestos en ella.
Ahora, lo más increíble de todo esto, y que le hacía querer echarse a reír, era que aquella mujer que mantenía a sus gatos tan tranquilos, no era nada más ni nada menos que Aria Ashburn, ex Alfa del clan Ice Daggers, y por descarte, compañera emparejada de Sean Wells.
Tuvo el agrado de conocerla en una reunión en Paradise City, cuando trabajaba como gestor de contratos para un par de fabricantes de armas, en esa reunión no intercambiaron más que un par de palabras, pero conoció su poder, a ella y el actual Alfa de ese clan, un tal Liam Gallagher.
Su presencia no pasó desapercibida por más de un par de minutos, poco a poco, todos comenzaron a girar y poner la misma expresión que Nolan. La primera en correr a él fue su hermosa leona.
—Mi niña —dijo en medio de un gemido angustioso.
Patrick alzó en brazos a la pequeña leona y dejó que ella se frotara cuanto quisiera mientras la rodeaba con sus brazos. Su hija, su orgullo, estaba bien, sana y tan preocupada como él. El olor a sal se diluyó en el aire, Aria detuvo la historia a la mitad mientras veía a sus oyentes ponerse de pie para abrazar, el círculo lo tuvo a él como anfitrión y por primera vez en largos y penosos días se sintió tan malditamente aliviado que podría llorar.
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Editado: 16.06.2020