“Tu vínculo de sangre intenta llegar a mí para formar un vínculo de pareja. Pero está cortado de mi lado”
Pensó en eso mientras miraba el camino por la ventanilla, escapaba a su lógica, mientras más se metía a este mundo, tan salvaje e impredecible, más se dejaba influenciar por cosas que una vez creyó imposibles. La única verdad en todo esto era que ella era humana, sus padres eran humanos, sus tías y tíos también, incluso sus abuelos. Tanya venía de una familia muy humana, común y corriente.
Entonces, recordó las historias que Charity les contaba antes de dormir. Ella quería que sus hijos estuvieran consciente del mundo en el que vivían, que habían heredado. La raza humana, una vez, enfermó de tantas maneras que el peligro de desaparecer se volvió una amenaza real, entonces giraron sus ojos hacia la naturaleza y su perfecto equilibrio, sus habitantes naturales hechos cada uno tan perfectos según su propósito en la vida. Y comenzaron a investigar, mezclar cosas y crearon nuevos seres humanos que ya no eran humanos. Ellos cambiaban, se guiaban por los ritmos de los genes animales en los que se convertían.
Los llamaron cambiantes.
Pero como la raza humana nunca pudo aprender de sus errores, comenzaron a explotarlos por su sangre y ADN, los mismos que sanaron sus males y los hicieron más fuertes.
En algún punto... Toda la raza humana compartía algo con los cambiantes.
Esa historia era algo fantástico para una niña de diez años, tan lejos de su comprensión. Pero ahora, más de veinte años después algo encajaba en la narrativa dulce de su madre. Tanya era parte de la tercera generación nacida después de la liberación de los cambiantes, ¿sería posible que existiera algo en ella que hiciera posible un vínculo?
Ahora que lo ponía en cuestión, no pensó mucho en eso cuando Patrick formó el de sangre, simplemente lo atribuyó al hecho de que él era un Alfa y los Alfas eran fuertes, capaces de todo. Ahora veía que incluso sin tener familiares cambiantes directos, los humanos podían relacionarse con ellos de una manera mucho más estrecha que solo compartir el mismo territorio.
—Llegamos a la entrada de Paradise City —informó Patrick—. Necesito tu identificación.
Había un tono de cautela en su voz, Tanya buscó la identificación en su bolso y se la entregó, una breve mirada, su león tan fuerte y poderoso, estaba tenso y preocupado, pero le sonrió a través de eso.
El agente encargado de verificar a todo aquel que entrara y saliera de la ciudad, pidió los documentos necesarios. Debía ser un lobo, pero no tenía manera de saberlo. Tanya solo conocía al clan Moon Fighters por el compañero de Eleine, que era miembro y una conexión directa. De nuevo, recordó que no le había creído a su amiga cuando le contó que había formado un vínculo con Caleb Meyer. En su lugar Tanya dijo que tal vez Eleine había tenido una sobre estimulación por el orgasmo esa noche.
Ahora las piezas encajaban y comenzaba a verse como una idiota. Su mentalidad cambiaba a pasos demasiado rápidos.
—Cuando estuve en tu casa recordé cosas —dijo Patrick al recibir el visto bueno del agente y avanzar por la entrada—. Cosas que había olvidado hace mucho tiempo.
El tono nostálgico le hizo mirarlo, Tanya quería pasar sus manos por esa barba crecida, tomarlo por las mejillas y acariciarlo. Pero todo lo que podía hacer era mirar, y caer a lo profundo por un hombre que se le escapaba de las manos sin querer.
—¿Qué cosas?
Un suspiro largo.
—Mi familia.
Al frente comenzaba a verse la ciudad dominada por los lobos, un punto comercial importante, lleno de movimiento, vida y ajetreo. Pero ni la magnificencia de los edificios, ni el prístino color de la civilización, nada de eso era tan atrayente como el hombre que estaba junto a ella.
—Nunca me hablaste de ellos —Tanya agregó.
Una breve sonrisa se formó por un momento antes de que él dijera:
—No los recordaba. Todavía uno puedo, ha pasado tanto... Ni siquiera recuerdo el nombre de mi clan.
Tanya giró hacia él.
—¿Fuiste parte de un clan?
Patrick asintió.
—Hasta los diez, cuando vivía en Canadá.
Por la sombra oscura en sus ojos Tanya tenía miedo de preguntar, pero tal vez necesitaba hablar de esto con alguien. Patrick era un hombre lleno de secretos que ni siquiera los miembros de su coalición sabían.
—¿Qué sucedió?
—La ley —voz grave, un arrastre animal—. No recuerdo los rostros de mis padres, sus nombres, solo tengo la vaga conclusión de que el clan era pequeño y que llegaron buscando a los Alfas jóvenes.
—La política de control —concluyó Tanya, su cuerpo se tensó por la forma en que Patrick gruñó.
Ella había leído algo de eso en sus tiempos libres durante la escuela de medicina, Canadá había exterminado a sus propios clanes por el fanatismo religioso que comenzó a hacer presión añadiendo que los cambiantes eran peligrosos para los seres humanos y debían ser controlados.
—Vi un retrato de tu padre —él dijo minutos después—. Y recordé a mi Alfa, era similar.
Tan pocas palabras... Pero cada una de ella tenía muchas sensaciones mezcladas, tristeza, amargura, una pesada nostalgia y algo más...
—Él me dijo: vete lejos, esparce tus semillas y velas crecer en nuevas tierras. Llevas la sangre del clan.
Y entonces comprendió, que Patrick había sido deportado de su país junto a muchos otros niños cuyos padres habían temido por sus vidas, por sus futuros, y entonces desesperados por protegerlos, los enviaron lejos, a lugares donde estuvieran mejor.
—Tu clan entró en guerra —dijo ella, atando los hilos—. Sabían que al ir por los cachorros, los adultos los defenderían a muerte.
Era parte del plan, parte de la exterminación. Los clanes, sin importar el tipo de animal en el que se convertían sus miembros, compartían un rasgo en común: proteger a los vulnerables, cachorros y ancianos entraban en la categoría. Intenta tocarlos, y la guerra se abrirá sin piedad.
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Editado: 16.06.2020