Cuando su consciencia dejo de estar en las sombras, Patrick abrió los ojos de golpe.
Un ventilador de techo detenido fue lo primero que vio, atornillado a la madera, con sus cuatro aspas detenidas.
Tenía una sensación extraña en el cuerpo, el vello erizado con una punzada eléctrica, era como una sutil advertencia de que no solo en este lugar. ¿Había sobrevivido a la operación? ¿Dónde estaba?
La sensación sobre la piel volvió, Patrick giró la cabeza al tiempo que llevaba una de sus manos al cabello. Esto no se sentía bien, no podía controlar sus movimientos, era como si no fuera dueño de su cuerpo.
De una forma casi involuntaria, se giró de costado, y se congeló.
Una mujer pequeña estaba sentada en un sillón gris junto a la ventana, con la cortina delgada y blanca a medio correr.
Ahora, su corazón latía en un galope acelerado.
El baúl de recuerdos... Se abrió de par en par...
La conocía bien, tanto como para saber que ella estaba esperando el amanecer, la salida del sol que haría de sus ojos un magnífico traspaso del marrón al dorado desvanecido. Ella tenía una melena castaña rizada que rodeaba su cabeza de rasgos afilados, lo impresionó desde el primer momento..., había hundido sus manos en ella, incontables veces.
La piel morena, que había estudiado de principio a fin, con sus manos, su boca..., era un juego más claro que el de sus ojos, en los que se perdió cada vez que regresaba a ella. Los labios abultados que había besado, tocado, adorado...
Amaia Dubinski, tenía una de sus camisas cubriendo su cuerpo desnudo, era una belleza, y toda suya... Suya...
Sin embargo, algo en todo esto no se sentía correcto, real.
—Despertaste —dijo, su voz tenía la profundidad de la madurez, su cara la sonrisa lánguida del amanecer—. Me alegra verte, amor mío.
Su propia sonrisa era incontrolable. Memorias vinieron a él, con la fuerza de una tormenta.
Patrick recordaba esta habitación. Esta cama, el olor de los perfumes decorando el ambiente y el repiqueteo de la lluvia tranquila... El sol no se dejaría ver para ella, y sin embargo, Amaia continuaba con su rutina habitual de buscarlo.
—¿Amaia...? —Voz rasposa, casi aguda por la conmoción—. ¿Qué está...?
—La explicación más lógica que podrías entender, es que esto no es más que un sueño influido por la anestesia.
Ojos profundos se fijaron en él, cargados del amor incondicional que le quemó la piel. Amaia, su amada Amaia..., pero esto continuaba sintiéndose incorrecto, la sensación de tristeza y alegría luchando por dentro. El terrible peso nostálgico ardiendo en su pecho. Y sus movimientos que no se sentían propios, como si hubiera algo más que lo controlara, su cuerpo atrapado entre dos decisiones.
—Hoy no saldrá el sol —comentó, torciendo su boca un momento, volviendo a sonreír al siguiente, el brillo resplandece al volver su mirada a él—. Tu melena es más larga que la última vez.
Su corazón latió. Duro.
—¿Qué es esto realmente? —Su voz, lejana dentro de su propios oídos.
—Mi cielo —Una respuesta baja.
Patrick frunció el ceño. Su risa caló hasta los huesos, desatando una lluvia interminable de recuerdos, de ellos dos juntos, de diez años vinculados, amándose en tiempo y espacio, con la misma locura intensa cada día.
—El mejor recuerdo de mi vida fue este —continuó, el brillo iluminó sus ojos—. ¿Lo recuerdas?
Sí, perfectamente, la noche en que se vincularon, en que se sintió completo, en la que comenzó a tener un sentido para su vida errante. Un propósito.
—Aquí sucedió.
—Sí —Una sonrisa breve, Amaia se mordió el labio—. Tú viviste en mí, y yo en ti.
Entregados uno al otro. Prometiendo lo imposible, estar juntos para siempre...
—Este es mi cielo, amor. Volver a revivir este momento feliz las veces que quiera.
Era algo absolutamente ilógico.
—¿Estoy muriendo?
Dolor en sus ojos, pero su voz continuaba siendo calma profunda cuando respondió:
—No, solo quería contactarte, porque estás a un paso de la línea.
¿Qué línea? La mente de Patrick podría hacer un cortocircuito.
—¿Eres un fantasma?
La risa de Amaia fue más fuerte. Deliciosa.
—Estoy confundido mujer... ¿Hay vida después de la muerte?
¿O este es el sueño más loco del mundo?
—Ni yo sé si esto es existencia u otra cosa diferente, pero yo prefiero llamarlo así, no lo pienses demasiado. —Amaia inclinó su cabeza hacia un costado—. Solo quería verte, porque cuando despiertas, el recuerdo se termina.
La ternura del gesto ablandó toda su carne, Patrick quería darle el beso que le prometió la última vez que la vio, hace más de siete años. Pero estaba anclado a la cama de sábanas grises.
—¿Por qué no puedo moverme?
—No lo sé, pero me encantaría besarte. —Amaia le dio una mirada que ardía—. El paso del tiempo te ha hecho más guapo, amor.
Y ella seguía igual de hermosa y pícara...
—¿Cuánto durará esto?
—Poco. Aunque para ser honesta, estoy furiosa contigo porque estés tan débil que podrías pasar al otro lado.
Quería gritar. Pero ella no tenía la culpa.
—Amaia..., cariño..., algo no funcionó, el vinculo entre nosotros no..., no desapareció.
La tristeza empañó sus ojos, las lágrimas silenciosas cayeron y Patrick quería golpearse en la cara por hacerla llorar. Ni siquiera podía despegar los puños que mantenía como punto de apoyo para mantener su cuerpo sentado en la cama.
—Ya falta poco para que termine. —Amaia ladeó el rostro—. Mi amor, lamento tanto tu sufrimiento.
Patrick parpadeó.
—T-tú..., ¿T-tú me veías? ¿Puedes verme?
—A veces, cuando me siento nostálgica. —Amaia tragó saliva—. Nuestros cachorros están tan grandes y fuertes...
La calidez maternal abrazó su piel. La había extrañado, tanto...
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Editado: 16.06.2020