Corazón De Lobo

Capítulo 1 – La noche que lo cambió todo

Capítulo 1 – La noche que lo cambió todo

El espejo del vestidor le devolvía una imagen impecable: cabello recogido con precisión, maquillaje perfecto, vestido importado que resaltaba cada detalle de su figura. Y sin embargo, detrás de aquella superficie cuidada, ella solo veía hastío.

Suspiró con desgano mientras escuchaba los pasos de su madre recorriendo el pasillo. Siempre había alguien supervisando su vida: qué ropa usar, qué amigos tener, qué futuro seguir. Desde niña le habían repetido que lo tenía “todo”: una mansión amplia, viajes, autos, fiestas. Pero dentro de sí solo sentía un vacío que nada lograba llenar.

—Apurate, no hagas esperar a tus amigas —dijo su madre al abrir la puerta sin golpear, dejando tras de sí una fragancia costosa.
—Ya voy… —respondió con voz apagada.

No quería ir. Odiaba esas fiestas llenas de sonrisas falsas, de chicos que se creían dueños del mundo solo porque llevaban un apellido pesado. Pero como tantas veces, se dejó arrastrar. Sus amigas insistían en que “debía divertirse” y su familia en que “era parte de su vida social”.

El auto la recogió a las diez. Entre risas y copas de champagne, las otras chicas hablaban de futuros viajes a Europa, de novios con fortunas y de los vestidos que usarían en la próxima temporada. Ella sonreía apenas, como si alguien más manejara sus gestos.

La fiesta se celebraba en una casona antigua remodelada, con luces colgantes en los jardines y música retumbando en cada rincón. Todo parecía brillar, excepto ella. Vagó entre grupos, escuchando conversaciones superficiales, hasta que encontró refugio en la terraza. Allí, bajo el cielo nocturno, se preguntó por qué seguía fingiendo.

Cerca de las tres, logró convencer a sus amigas de que la dejaran a unas cuadras de su casa. No quería regresar aún; prefería caminar sola, aunque fuera por calles desiertas.

El aire fresco de la madrugada fue un alivio. Se sacó los zapatos de tacón para avanzar descalza, disfrutando por primera vez de la noche silenciosa. Pero esa calma duró poco.

Unos pasos se oyeron detrás de ella. Luego, voces ásperas.

—Mirá qué sorpresa… —dijo un hombre saliendo de un callejón—. Una princesita perdida.

Otro se unió a su lado, con una sonrisa que le heló la sangre.

El corazón de ella comenzó a golpear con fuerza. Intentó retroceder, pero quedó acorralada contra la pared. Uno de ellos levantó un cuchillo que brilló bajo la luz del farol.

En ese instante, un aullido resonó desde la oscuridad. Profundo, gutural, imposible de ser humano.

De entre las sombras apareció un muchacho alto, de piel cobriza y mirada ardiente. Sus movimientos fueron tan rápidos que los ladrones no tuvieron tiempo de reaccionar. En segundos, los desarmó y los dejó tirados en el suelo, gimiendo de dolor.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos, temblando. La respiración del joven era agitada, su cuerpo emanaba una energía salvaje. Los ojos oscuros brillaban con un fulgor que parecía venir de otro mundo.

Se encontraron en una mirada que la atravesó por completo.

—¿Estás bien? —preguntó él, con voz grave y serena, sin apartar sus ojos de los suyos.

Ella quiso hablar, pero la voz se le quebró en la garganta. Solo pudo asentir, sintiendo que su vida acababa de cambiar para siempre.

Él retrocedió un paso, como si temiera acercarse más de la cuenta. Y en silencio, desapareció en la oscuridad.

Ella quedó sola, con el corazón desbocado y la certeza de que nunca olvidaría esa mirada.

Aquella noche había comenzado como tantas otras, fría y vacía. Pero terminó marcada por un encuentro imposible.
Un encuentro que llevaría grabado para siempre en su corazón de lobo.




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