Corazón De Lobo

Capítulo 7: El rugido en la oscuridad

La luna creciente se filtraba entre las ramas del bosque, proyectando sombras inquietas sobre el suelo húmedo. Clara Elizabeth Duarte llevaba más de una hora caminando, convencida de que el sendero la llevaría a algún lugar. Pero ahora, rodeada de árboles idénticos, comprendió que estaba perdida.

Su respiración se aceleraba a cada paso. El silencio del bosque no era completo: crujían hojas bajo sus botas, un búho ululaba en la distancia, y de pronto, un sonido distinto, más grave, la hizo detenerse.

Un gruñido.

Clara giró la cabeza lentamente y lo vio. Entre la maleza brillaban dos ojos amarillos. Un jabalí enorme, con los colmillos afilados y la piel erizada, avanzaba hacia ella con furia contenida.

—Dios mío… —susurró, retrocediendo.

El animal embistió de golpe. Clara gritó y tropezó, cayendo al suelo. Cerró los ojos, esperando el impacto.

Pero en ese instante, un rugido mucho más profundo que el del jabalí retumbó en el aire, como un trueno salvaje. Una figura surgió de entre las sombras: alta, poderosa, con un cuerpo cubierto de pelaje oscuro y músculos tensos. Sus garras brillaban bajo la luna, y sus fauces, abiertas en un grito animal, mostraban colmillos capaces de destrozar cualquier cosa.

La bestia se abalanzó contra el jabalí. El choque fue brutal: gruñidos, chillidos y golpes retumbaron entre los árboles. Clara observaba con los ojos muy abiertos, paralizada de terror y fascinación. El jabalí intentó escapar, pero el ser lo derribó con un zarpazo fulminante. En cuestión de segundos, el bosque volvió al silencio.

Clara quedó inmóvil en el suelo, con el corazón latiendo como un tambor.

Entonces, la bestia giró hacia ella. Los mismos ojos oscuros que la habían sostenido en el claro días atrás la miraban ahora desde un rostro de lobo humano, salvaje y majestuoso.

Ella se llevó la mano a la boca, sin poder contener un jadeo.
—Aukan…

La criatura la observó, su respiración agitada levantando vapor en la noche fría. Durante un instante, Clara pensó que iba a atacarla también. Pero en lugar de eso, retrocedió un paso, como si quisiera ocultarse de ella, como si la vergüenza pudiera caber en esa forma monstruosa.

—Aukan… —repitió Clara, con un hilo de voz, reconociéndolo a pesar de todo.

El lobo humano soltó un rugido bajo, no de amenaza, sino de advertencia. Después, dio media vuelta y se perdió entre los árboles, dejando a Clara sola, temblando entre la incredulidad y el miedo.

Ella apretó los puños sobre el suelo húmedo. Su vida acababa de cambiar para siempre: ya no era solo un joven indígena misterioso.
Era un hombre que cargaba dentro a la bestia del bosque.




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