Corazón De Lobo

Capítulo 9: La verdad en los labios

Clara amaneció con un nudo en el pecho. Apenas había dormido, con la imagen fija en su memoria: Aukan transformándose de bestia en hombre, justo frente a sus ojos. La escena no la había abandonado ni un segundo, y ahora, más que miedo, sentía una urgencia imposible de ignorar: tenía que enfrentarlo.

Pasó la mañana distraída, como si todo lo demás en su vida cotidiana se hubiera vuelto borroso. La universidad, las conversaciones con su madre, incluso la rutina de la ciudad… nada parecía importar. Lo único real era el bosque y ese secreto que ardía en su interior.

Por la tarde, sin pensarlo demasiado, tomó la mochila y volvió al sendero que ya empezaba a conocer de memoria. El aire fresco y húmedo del lugar le devolvió la sensación de estar entrando a un mundo ajeno al suyo. El corazón le latía con fuerza, pero no dio marcha atrás.

Cuando la cabaña apareció a lo lejos, se detuvo a respirar hondo. En la puerta estaba él, tranquilo, sentado sobre un tronco cortado, afilando un cuchillo con calma. Por un momento, Clara dudó. ¿Y si la rechazaba? ¿Y si su secreto era demasiado pesado para ser compartido?

Aukan levantó la vista apenas la percibió y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—Volviste —dijo con sencillez, como si la esperara.

Clara dio un paso adelante, sintiendo que las palabras le quemaban en la garganta.

—Sí —respondió con voz baja, pero firme—. Y esta vez no pienso callarme.

Él arqueó una ceja, curioso.

—¿Qué es lo que no vas a callar?

La muchacha tragó saliva, clavando los ojos en los de él.

—Te vi —susurró primero, y luego se obligó a repetirlo con más fuerza—. Te vi transformarte. Vi cómo esa… bestia se convirtió en vos.

El silencio cayó como un golpe seco. Aukan dejó el cuchillo sobre el tronco, sin apartar la mirada de ella. Por un instante sus facciones se endurecieron, como si la confesión hubiera abierto una herida peligrosa.

—Clara… —murmuró, su voz cargada de algo que oscilaba entre la advertencia y la tristeza—. No deberías haber visto eso.

Ella apretó los puños, reuniendo todo su coraje.

—Lo vi. Y no pienso fingir que no pasó. Quiero entender, Aukan. No me importa lo que seas… yo solo quiero la verdad.

Él se puso de pie lentamente, y aunque la sombra de la bestia parecía aún latir en su mirada, había también una vulnerabilidad inesperada.

—La verdad puede cambiar todo entre nosotros —respondió con seriedad—. Y una vez que la escuches, no habrá vuelta atrás.

Clara sostuvo su mirada sin retroceder.

—Entonces dímela —dijo—. Prefiero cargar con tu verdad antes que vivir con esta incertidumbre.

Aukan respiró hondo, como quien se prepara para abrir un secreto guardado demasiado tiempo.

El bosque, en ese instante, pareció callarse para escuchar.




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