Corazón De Lobo

Capítulo 39 — La leyenda del corazón del bosque

A la orilla del bosque, todo el pueblo seguía reunido.
Hombres, mujeres y niños rezaban en silencio con las manos entrelazadas, como les había pedido Rayen.
El viento soplaba suave, moviendo las velas que iluminaban los rostros cargados de esperanza.

Entonces, un murmullo recorrió la multitud.
Las hojas comenzaron a moverse sin viento.
Los árboles se abrieron como si un sendero invisible los separara, y dos figuras surgieron de entre la niebla: una envuelta en luz azul, la otra en un resplandor dorado.

Era Aukan Nahuel y Clara Elizabeth Duarte.
Avanzaban tomados de la mano, con paso sereno, sus miradas reflejando paz.
El pueblo entero se arrodilló, incapaz de comprender lo que veía.

El padre de Clara fue el primero en levantarse.
Corrió hacia su hija con lágrimas en los ojos, seguido de su esposa.
—¡Clara! —gritó su madre—. ¡Mi niña, estás viva!

Clara sonrió con dulzura.
Sus ojos brillaban como la luna entre las ramas.
—Estoy viva, mamá… pero mi vida ya no me pertenece del todo.

Su padre la miró, confundido, mientras Aukan se acercaba un paso, inclinando la cabeza en señal de respeto.
Clara continuó, con voz suave pero firme:

—El bosque nos eligió. Somos sus guardianes ahora.
—El fuego azul y la luz dorada viven en nosotros… y mientras el bosque respire, también lo haremos nosotros.

El silencio fue absoluto.
Solo se oía el murmullo de las hojas, como si el bosque confirmara sus palabras.

Su madre lloraba, acariciándole el rostro.
—Pero… ¿te vas?
Clara asintió con lágrimas contenidas.
—Sí. Mi camino está con él —dijo mirando a Aukan, quien tomó su mano con ternura—.
—Y aunque me duela dejarlos, quiero que sepan que soy feliz. Que encontré mi lugar.

Su padre respiró hondo, tragando el nudo en la garganta.
La miró con orgullo, y con la voz quebrada dijo:
—Entonces andá, hija. Que el bosque te cuide… y que ese amor tuyo cuide al mundo.

Clara sonrió, abrazándolos por última vez.
El pueblo entero observaba con emoción y respeto, comprendiendo que eran testigos de algo sagrado.

Aukan miró a los presentes.
—Mientras el bosque viva, nosotros velaremos por ustedes —dijo solemnemente—. Y si alguna vez lo olvidan, sigan la voz del viento. Él sabrá guiarlos.

Entonces, una luz azul y dorada comenzó a envolverlos.
El aire se llenó de calor y perfume a tierra mojada.
Las hojas giraron en espiral alrededor de ellos, y sus figuras comenzaron a elevarse lentamente, fundiéndose en un abrazo.

Un último destello iluminó el claro.
Y luego… desaparecieron.

El bosque volvió a su quietud.
Pero esa noche, el viento trajo consigo un canto que ningún aldeano olvidaría: el eco de un lobo y una melodía suave, como una voz femenina susurrando entre los árboles.

Con los años, la leyenda del Corazón del Lobo se hizo eterna.
Decían que, cuando el peligro se acercaba al pueblo, una neblina azul y dorada cubría el bosque, y el mal se desvanecía con el primer rayo del amanecer.
Otros juraban haber visto a una pareja caminar de la mano entre los árboles, vigilando desde las sombras, cuidando la vida misma.

Y así, el amor entre Clara y Aukan trascendió la muerte, la raza y el destino…
porque algunos corazones no laten solo por sí mismos,
sino por todo lo que aman.

Fin.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.