En la esquina de un cuarto había una niña de ocho años. Echa un ovillo lloraba desconsolada y pedía a gritos ser rescatada del dolor en el cual tenía que vivir.
La puerta se abrió y por ella entró un hombre Calvo, Traía una sonrisa siniestra en la cual reflejaba el tipo de monstruo que era. No tenía piedad y peor conciencia.
El dia anterior se había podido escapar de sus asquerosas manos pero su suerte había acabado...
—Hola Princesa— dijo el hombre al que tanto temía. Sabía a lo que había ido, con solo saber lo que le esperba empezó a temblar, su corazón latía desbocado. Deseaba que su pesadilla un día acabara.
—No... No... lo... hagas..— suplicó, entre llanto. Pero fue como decirle que lo hiciera. Él sin mediar palabra se acercó lentamente y su mano toco su pierna derecha y fue ascendiendo.
No había escapatoria, nunca la hubo.
Ahora todo era diferente. Era dueña de su vida, pero para alcanzar esa paz que tanto añora necesita acabar con los que la dañaron.