Mya
Sentía unos ligeros masajes en mi cabello y luego un beso fue depositado en mi cabeza. Abrí mis ojos para saber de quién provenían dichas caricias. El rostro perfecto de Mateo estaba a poco centímetro del mío, su mirada tenía un brillo especial, entre pícaro y dulzura.
Por un momento pensé que estaba sola, pero no, aquí estaba con él. Habíamos unido nuestros cuerpos una vez más.
Su rostro reflejaba satisfacción y ojos verdes que brillaban a la luz de la luna y esa sonrisa ladeada estaba pintada en su rostro. Acaricié su mejilla y él cerró sus ojos.
Cubrí mi cara en su pecho queriendo volver a dormirme, pero él tenía otros planes y empezó a despeinar mi cabello, sabía que odiaba que hiciera eso.
Gruñí y a él pareció hacerle gracia, ya que reía de mi berrinche.
Levanté mi rostro de su pecho y al verlo tan relajado sentí algo cálido en mi pecho. Matteo seguía riendo y yo había quedado embobada al verlo así, tan relajado aunque sabía que al salir por esa puerta sería el villano para el que había sido criado.
No entendía por qué siempre volvía a sus brazos o tal vez sí y me negaba aceptarlo. Él había estado todo este tiempo conmigo, sin importar mis problemas.
Se quedó cuando mis demonios pujaban por salir, era él que en sus brazos me calmaban.
Una sonrisa genuina se formó en mis labios una que él devolvió. A veces me preguntaba por qué seguía a mi lado, si nada nos ataba, pero tenía miedo de saber la respuesta.
Nuestra relación estaba lejos de ser algo formal. Todo sentimiento se quedaba detrás de la puerta.
Ambos no podíamos dar más de lo que acordamos y estuvimos de acuerdo. No hubo compromiso peor exclusividad, los dos hacíamos con nuestras vidas lo que queríamos.
Rompiendo la conexión que por un momento tuvimos, me levanté y no procuré cubrir mi desnudez, para qué, sí él ya la conocía muy bien.
Me duché y al salir del baño, Matteo se encontraba todavía en la cama. Su cuerpo desnudo y bien trabajado se veía apetecible. Su belleza iba más allá de lo que podía explicar.
Me sorprendió encontrarlo todavía en la misma posición, puesto que ya habíamos satisfecho nuestros cuerpos. Arrugué mi frente en confusión y él lo notó.
Se movió incómodo en la cama, gesto que me hizo ponerme en alerta, lo conocía bien y sabía que él me iba a decir algo qué no sería de mi agrado.
—Tenemos que hablar — dijo con su voz profunda.
—Tú dirás — respondí.
Tomé la ropa que estaba en la cama para vestirme ante su atenta mirada en mi cuerpo.
— Esto no puede seguir así.
Levanté una de mis cejas esperando a que él siguiera, pero no lo hizo.
—¿El qué?
—Tú y yo—nos señaló a ambos—. Esto no puede...
No lo dejé terminar porque lo interrumpí.
—¡No lo digas! — Respondí con dureza y mi mirada se encontró con la suya.—¡Tú pusiste las reglas!
Matteo hablaba en serio lo vi en sus ojos. Me acerqué a él, tomé su cara entre mis manos y pegué mi frente a la suya. Sus ojos verdes mostraban algo que jamás imaginé.
—Mya...— La súplica en su voz me desarmó.
Cerró sus ojos brevemente y cuando los abrió algo cambió en él y apareció la misma mirada que me había cautivado.
Besó mis labios con un leve roce que luego se convirtió en posesión desesperada. Su boca reclamaba la mía, tomando todo lo que le ofrecía y más. Sonreí en medio del beso, esto éramos nosotros otra vez.
Pasión desenfrenada que arrasaba con todo a nuestro alrededor.
Todo este juego empezó meses atrás, cuando había echado a perder mi vida entre drogas y alcohol durante un tiempo. En los cuales me sumergí en un pozo sin fondo. Donde solo en ello podía encontrar “paz”.
Nadie en la familia lo sabía, ya que siempre me comportaba como la niña buena. Había aprendido a esconder mis emociones.
Pero una noche todo se descubrió, Matteo sabía que algo andaba mal conmigo y cuando supo lo que hacía en secreto, enloqueció. Las drogas poco a poco me iban consumiendo. Cada día necesitaba más y más.
Matteo me encontró en mi habitación, mi cuerpo temblaba y sudaba, porque había tomado la decisión de no consumir más mi organismo exigía una próxima dosis. Y al verme en aquel estado se volvió loco, exigió saber cuanto tiempo llevaba consumiendo y quién me había ayudado a conseguirlas.
Me abrazó y yo lloré como nunca lo había hecho en años, fue la primera vez que lo hice frente a él.
Lloré por lo que me habían quitado, lloré por no ser lo capaz para afrontar lo que me atormenta. Lloré porque quería terminar lo que había empezado y aunque sabía que tarde o temprano él me iba a echar de su vida, me aferré a él como si fuera mi salvavidas
Matteo, era uno de los jefes más rudo que tenía la organización. A la edad de 28 años había logrado ya muchas cosas, nacido para dirigir y conquistar todo lo que quisiera.
Desde que lo conocí la rudeza y el respeto emanaba de él a la edad de 14 años era única. En el momento que se cruzó en mi camino me sentí segura.
El pasar de los años solo hizo que su carácter fuera perfeccionando para dirigir el imperio que su padre le había legado.
No había quién se atreviera a desafiarlo, porque quién lo hiciera era hombre muerto.
Teníamos historia, había sido mi salvador el día que decidí escaparme de ese horrible lugar donde mi vida quedó atada. Me arrebató de la muerte y desde ese día no nos habíamos separado. Su familia me acogió como una más y siempre estaría agradecida con los de Leone.