Corazón de Piedra

Prefacio

Hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y los dioses caminaban entre los mortales, nacieron dos gemelos en el Olimpo, hijos de la diosa Afrodita. Eran Eros y Anteros, los gemelos del amor, destinados a gobernar los corazones de dioses y hombres. Aunque nacidos del mismo vientre, sus naturalezas eran opuestas, como el día y la noche.

Eros, el mayor, tenía alas doradas y un arco que disparaba flechas de pasión. Su risa resonaba como música, y dondequiera que volara, encendía llamas de deseo y amor instantáneo. Los mortales le adoraban, pues su toque traía la embriaguez de la atracción y el calor del amor a primera vista. Era impetuoso, juguetón y a menudo caprichoso, disfrutando del poder que tenía sobre los corazones.

Anteros, en cambio, tenía alas plateadas y un lazo que unía a aquellos que compartían un amor verdadero y correspondido. Su presencia era serena, y sus ojos reflejaban la profundidad de las emociones sinceras. No buscaba la adoración ni el alarde, sino el equilibrio y la reciprocidad. Anteros traía calma después de la tormenta de pasión de Eros, asegurando que el amor no se convirtiera en una llama que se consume rápidamente, sino en un fuego constante que ilumina la vida.

Los dioses predijeron que juntos, los gemelos del amor traerían equilibrio al mundo, con Eros encendiendo las chispas de la atracción y Anteros fortaleciendo los lazos del amor verdadero. Pero también advirtieron que si alguna vez uno de los dos dominaba al otro, el amor en el mundo se desequilibraría, trayendo sufrimiento y caos.

Con el tiempo, Eros, cegado por la adoración que recibía, se volvió orgulloso y comenzó a actuar sin pensar en las consecuencias. Disparaba flechas indiscriminadamente, causando enamoramientos no correspondidos y relaciones tóxicas. Anteros, viendo el daño causado por su hermano, trató de compensar sus excesos, pero siempre parecía estar un paso atrás, luchando para reparar lo que Eros había deshecho.

La profecía decía que un día, los gemelos del amor se enfrentarían en una batalla por el control de los corazones. Eros, embriagado por su poder, buscaría dominar el amor como un tirano, mientras Anteros, fiel a su naturaleza, lucharía por la libertad y la reciprocidad. Solo cuando los dos comprendieran que el amor verdadero necesita tanto de la pasión espontánea como de la reciprocidad constante, el mundo encontraría de nuevo su equilibrio.

Así, la leyenda de los gemelos del amor se transmitió a través de las generaciones, un recordatorio de que el amor es una fuerza compleja y poderosa, que solo puede florecer cuando se permite ser libre y correspondido en igual medida.




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