Corazón de Veleta

16.-Café-Celoso

Nunca pensé que comer un muffin pudiera convertirse en una actividad de riesgo extremo, pero ahí estaba yo, sentada en la mesita de la cafetería, con Pablo a mi lado y Javier, nuestro dueño favorito (y aparentemente provocador profesional), sirviendo los cafés con esa sonrisa que podía derretir cualquier corazón… y exasperar al mío.

—Amara… —susurró Pablo, con voz grave, cargada de celos y concentración máxima—. No me gusta cómo te mira.

—Pablo… —dije, arqueando una ceja—. Está haciendo su trabajo. Está sirviendo café, no planeando un asalto.

Él bufó, y yo supe que este iba a ser uno de esos días en que los celos alcanzan niveles ridículos, casi heroicos.

—No entiendes… cada movimiento de él es una amenaza —dijo, cruzando los brazos—. Incluso esa sonrisa.

—Pablo… —traté de contener la risa—. Es solo café. Y muffins.

Él me lanzó una mirada que decía claramente: “No subestimes la gravedad de esta situación”.

Me serví un sorbo de café mientras Javier se acercaba a nuestra mesa con más muffins y tazas humeantes. Su presencia era literalmente peligrosa para los celos de Pablo. Nunca había visto a un hombre preparar un café con tanto estilo y a la vez tanta indiferencia hacia mi novio celoso.

—Aquí tienen —dijo Javier, dejando la taza frente a mí con una precisión casi artística—. Espero que disfruten el muffin.

Pablo, incapaz de soportarlo, tomó el muffin y, con gesto decidido, empezó a darme pequeños trozos en la boca, uno a uno.

Sí, lo sé, suena absurdo.

Pero si pensaban que los celos de Pablo podían medirse con normalidad… no, queridos lectores, estábamos en otra liga.

—¿Pablo…? —pregunté, tratando de no reírme mientras aceptaba los trocitos de muffin.

—Solo quiero que lo disfrutes —dijo él, concentradísimo, como si estuviera alimentando a un bebé en peligro de ataque barista.

—Soy perfectamente capaz de comer sola —dije, sarcástica.

Pero él ignoró mi comentario, decidido a protegerme del “peligro Javier”.

Y entonces pasó. Sí, pasó lo que todos mis sentidos habían previsto y temido: Javier dejó caer una taza de café sobre Pablo.

—¡¿Qué?! —grité, horrorizada y divertida a partes iguales.

—¡¿Qué haces?! —gritó Pablo, saltando del asiento, con café humeante goteando de su camisa—. ¡Te voy a matar!

Javier levantó las manos, con cara de inocencia total.

—¡Fue un accidente! —dijo, aunque sus ojos brillaban con esa chispa que decía: “Sí, me gusta Amara, y lo demostraré”.

Y entonces… la situación escaló más rápido que una comedia de acción barata: Pablo y Javier comenzaron a pelearse a golpes en medio de la cafetería.

Yo me incliné hacia mi taza de café, tratando de no reírme demasiado fuerte.

—Oh, Dios mío —murmuré—. Esto es peor que cualquier película de acción que haya visto.

Javier lanzaba golpes suaves, calculados, provocadores. Pablo respondía con furia, como un toro celoso defendiendo su territorio. Cada vez que uno de los dos se movía, yo retrocedía un poco, tratando de mantenerme fuera de la zona de impacto.

—¡Pablo, cuidado! —grité—. ¡No quiero que te ensucies más!

—¡No me importa! —gritó él, esquivando un golpe—. ¡Es él o yo!

Los otros clientes nos miraban como si hubieran entrado a un circo improvisado. Algunos grababan con sus teléfonos, otros murmuraban comentarios incrédulos sobre la “guerra del café y el muffin”.

Intenté intervenir, tratando de poner algo de lógica en la situación.

—¡Chicos! —dije, levantando ambas manos—. ¡Esto no es necesario!

Pero mis palabras cayeron en saco roto. Pablo estaba decidido a demostrar que nadie podía mirarme, ni siquiera con la excusa de servir café, y Javier estaba igualmente decidido a demostrar que sí, se preocupaba por mí, y eso incluía demostrar su poder barista.

—¡Cuidado con el muffin! —grité, señalando la bandeja que había quedado sobre la mesa—. ¡Está en peligro de destrucción total!

Pablo y Javier se detuvieron un segundo, miraron el muffin como si fuera un tesoro nacional, y entonces… ambos rieron. Sí, rieron. Y yo me di cuenta de algo: esto no era una pelea seria, era un juego absurdo con un toque de drama romántico.

—Está bien, chicos —dije, todavía con tono de “no puedo creer que esto esté pasando”—. ¡Paremos antes de que destruyan todo!

Javier se inclinó y susurró:

—Ella merece disfrutar del muffin —dijo con una sonrisa que podía haber derretido cualquier corazón.

—¿Lo ves? —dijo Pablo, volteando hacia mí—. ¡Le gustas a Javier!

En cuanto nuestras miradas se cruzaron, la tensión volvió. Era como ver un duelo de vaqueros, pero con café y muffins como armas.

Mientras los dos recuperaban la compostura, yo observaba los detalles más absurdos: gotas de café en la mesa, la servilleta empapada que Pablo había lanzado sin querer, la mirada de los clientes que claramente pensaban que estaban en medio de una comedia romántica en vivo, y la manera en que Javier, con toda su serenidad, ajustaba su delantal como si nada hubiera pasado.

—¿Sabes qué? —susurré a Pablo, mientras él trataba de limpiar la camisa manchada—. Esto va a ser épico cuando lo cuente a Diana.

—No importa lo que cuentes —dijo él, todavía resoplando—. Solo importa que nadie te toque, mi muffin...

—Lo sé, capitán celos —respondí, sonriendo y tomando un sorbo de café—. Sobreviviremos.

Javier se inclinó de nuevo hacia mí, levantando la ceja:

—Prométeme que no vas a hacer que vuelva a pelear con él —dijo con tono juguetón.

—No prometo nada —respondí, guiñando un ojo—. Pero gracias por salvar mi muffin.

Y así terminó nuestra aventura de muffins, café y celos extremos, con Pablo aún resoplando, Javier arreglándose la camisa y yo simplemente riéndome de todo el circo que era mi vida amorosa.

Porque, queridos lectores, sobrevivir a un muffin nunca había sido tan entretenido. Y mientras Pablo y Javier intercambiaban miradas de guerra, yo solo podía pensar: ¿cómo terminé aquí?



#3456 en Novela romántica
#1188 en Otros
#425 en Humor

En el texto hay: romance y humor, chiklit, muchos novios

Editado: 27.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.