Corazón de Veleta

47.-Huida

Nunca pensé que me sentiría así.

De pie frente a Javier, con el corazón latiendo como un tambor desbocado, y esa sensación de que cualquier palabra que dijera podía desencadenar algo impredecible.

La carpeta seguía fresca en mi memoria: mi vida entera documentada, cada detalle registrado, cada movimiento planeado.

Su obsesión me daba miedo, y no había otra forma de decirlo.

—Tenemos que hablar —dije, intentando sonar firme, aunque temblaba por dentro—.

Él me miró con esa calma que siempre me inquietaba, como si estuviera evaluando hasta el más mínimo gesto. Ese era Javier: carismático, seductor… y peligrosamente meticuloso.

—¿Ahora? —preguntó, con una tranquilidad que me hacía sentir que estaba jugando conmigo—. ¿Qué pasa, Amara?

Tomé aire, tratando de ponerle palabras a lo que sentía.

—No puedo quedarme aquí —dije, sin rodeos—. No puedo seguir así, viviendo bajo la sombra de alguien que necesita tener cada detalle de mi vida anotado, controlado y registrado.

Sus ojos se ensombrecieron un instante, y no necesité decir nada más para que entendiera que sabía exactamente a qué me refería: la carpeta, sus anotaciones, su obsesión.

—Amara… —empezó, con esa mezcla de suavidad y control que me daba escalofríos—. Todo eso lo hice porque te quiero cerca y me preocupo por tí.

—¿Quererme cerca o poseerme? —lo interrumpí, con sarcasmo mezclado con miedo—. La línea entre amor y obsesión la cruzaste hace mucho, Javier. Y no pienso quedarme a ver qué pasa si la cruzas más cada vez.

Un silencio pesado llenó la sala. Cada respiración se sentía como un espacio demasiado pequeño para los dos. Podía sentir la psicopatía sutil en su mirada: control, vigilancia, la obsesión de alguien que no acepta que su “propiedad” se le escape.

—¿Me estás dejando? —preguntó finalmente, con una calma que no era tranquilidad, sino una amenaza velada.

—Sí —dije, y esta vez intenté sonar decidida—. Me voy. Y no estoy reorganizando mi vida ni nada por el estilo. Solo me voy de aquí, antes de que tus “cuidados” se conviertan en algo que no pueda manejar.

Sus labios se tensaron, y su mirada buscó cualquier grieta, cualquier razón para hacerme cambiar de opinión. Pero no había ninguna. Esta vez no había negociación posible.

—Amara… —su voz bajó, un susurro que parecía rozar la amenaza—. No puedes sólo huir y dejarme tan fácil.

—No estoy huyendo por capricho —le respondí, con firmeza—. Estoy huyendo por miedo. Porque sé que si me quedo, no voy a estar segura. Y esto no es amor, Javier. Esto es control.

Se tensó, pero no dijo nada. Yo no lo necesitaba. Su silencio lo decía todo.

Y en ese instante entendí que no había manera de razonar con alguien que ve cada detalle de tu vida como un plan a seguir, una ficha más en su tablero.

Él permanecía en la sala, observándome con esa mezcla inquietante de calma y control. Cada mirada era un recordatorio de que no estaba simplemente rompiendo una relación; estaba escapando de alguien capaz de planear cada movimiento mío.

Finalmente, lo confronté antes de salir. Me senté frente a él, respiré hondo y hablé sin titubear:

—Javier… esto no es un castigo ni un capricho. Es la única manera en la que puedo estar segura. Si me quedo, no voy a poder dormir tranquila, no voy a poder vivir tranquila. Y créeme, no es paranoia: sé lo que es capaz de hacer alguien como tú.

Su expresión se endureció, pero pude ver un pequeño destello de vulnerabilidad. Tal vez entendía que esta vez no podía manipularme con carisma ni regalos ni palabras suaves. Esta vez, mi miedo era más fuerte que cualquier atracción que pudiera sentir por él.

—Lo entiendo —dijo al fin, con esa mezcla de resignación y tensión contenida—. Aunque me duele, entiendo que esto es lo que quieres.

No podía sonreír. No aún. Todavía sentía esa opresión en el pecho, ese nudo en el estómago que no se deshacía ni con respiraciones profundas. Pero también sentí algo parecido a libertad, aunque fuera aterradora: estaba tomando distancia de alguien que no entendía límites.

Antes de irme, me acerqué y lo miré directamente a los ojos.

—No me busques. No intentes manipularme. No hay vuelta atrás —dije, y mi voz tembló solo un poco, porque el miedo seguía ahí.

Él no habló. Solo me miró, y en esa mirada vi todo lo que podría haber sido: su obsesión, su control, su fascinación enfermiza por cada detalle de mi vida. Y me di cuenta de que nada de eso había sido amor, aunque alguna vez quise creerlo.

Cerré la puerta detrás de mí y sentí el aire fresco golpear mi rostro. Respiré profundamente, intentando calmar el temblor de mis manos. Por fin podía alejarme, no para reorganizar mi vida, sino para salvarme de alguien que no comprendía la diferencia entre querer y poseer.

Y mientras caminaba hacia el auto, una mezcla de miedo y alivio me envolvía. Por primera vez, el miedo me estaba guiando a la libertad. Y si eso significaba perder todo lo demás, estaba bien.

Porque esta vez, mi prioridad era sobrevivir a Javier.

Si alguien me hubiera visto aquel primer día en mi nuevo apartamento, probablemente habría pensado que estaba a punto de declarar la guerra mundial contra el mundo… o contra Javier. No, no había cajas de guerra ni planos estratégicos; sólo cajas de mudanza, pilas de ropa desordenada y una taza de café en mi mano que juraba no dejar sola hasta que el primer sorbo me recordara que estaba viva.

El apartamento era modesto, pequeño pero luminoso, con ventanas que dejaban entrar el sol como si me diera la bienvenida a mi nueva vida. Era mío, y sólo mío. Sin carpetas con mi nombre, sin ojos que me evaluaran desde las sombras, sin susurros calculados que intentaran manipularme. Ese apartamento era la primera prueba de que podía vivir sin miedo y sin vigilancia.

Lo primero en la lista era cambiar absolutamente todo. No era paranoia; era supervivencia. Si Javier podía tener una carpeta detallada sobre mí, yo podía, al menos, borrar cada rastro que él pudiera rastrear. Así que empecé por lo básico: bancos, números de teléfono, correos electrónicos, Telegram, Instagram, TikTok… Todo.



#3456 en Novela romántica
#1188 en Otros
#425 en Humor

En el texto hay: romance y humor, chiklit, muchos novios

Editado: 27.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.