Corazón de Veleta

56.-Chef-Barman

Era viernes y mi teléfono sonó con un mensaje inesperado:

Christian, el chef elegante que me había estado coqueteando en las últimas semanas, me invitaba formalmente a salir ese fin de semana. Lo leí, levantando una ceja:

—¿Te gustaría cenar conmigo este sábado? Prometo una noche interesante.

Sonreí, divertida y un poco sarcástica, y le respondí de inmediato:

—No puedo, ya tengo planes. Nos vemos otro día, chef.

El mensaje fue enviado y, por un segundo, me imaginé su reacción: probablemente arqueó una ceja y sonrió, tal como lo hacía siempre, confiado y encantador, como si nada en el mundo pudiera incomodarlo demasiado.

Esa noche llegué a El Faro un poco antes de lo habitual.

Mi plan era simple: esperar a que Alejandro terminara su turno y luego pasar la noche juntos en su departamento.

Le pedí un trago dulce, acomodándome en la barra, y me dejé llevar por la rutina de observar a los clientes, mientras mi mente jugaba con la anticipación de la noche que nos esperaba.

Mientras, me entretuve observando el bar con una mezcla de atención y diversión. La barra estaba animada, y yo disfrutaba de la interacción de los clientes, los camareros y las luces que bailaban con la música.

De vez en cuando, algún desconocido me lanzaba una mirada, pero mi atención estaba en Alejandro, y en cómo aquella noche seguramente terminaría siendo memorable.

Y entonces, como si el universo decidiera hacerme la vida más divertida, apareció Christian.

Perfectamente impecable, caminando hacia mí con esa seguridad que siempre lograba ponerme un poco nerviosa.

—Hola, Amara —dijo suavemente, con esa voz que me hacía sonreír sin querer—. ¿Qué tal?

—Hola —respondí con una sonrisa automática—. Muy bien, gracias. ¿Y tú?

—Me preguntaba… —se inclinó un poco hacia mí—. ¿Por qué no quisiste salir conmigo este fin de semana? Nunca pensé que ibas a preferir estar sola en un bar.

Le di una sonrisa pícara y señalé a Alejandro detrás de la barra, que justo en ese momento levantó la vista y me envió una mirada que mezclaba diversión y ligera advertencia:

—No estoy sola —dije—. Estoy con él.

Christian arqueó una ceja, claramente sorprendido:

—¿Él es tu… novio?

Solté una carcajada, incapaz de contenerme:

—No, no exactamente —dije, disfrutando del momento—. Es mi pareja. Tenemos una relación abierta, ¿sabes? Nada de dramas, solo diversión y cariño.

Christian soltó una risa baja y encantadora, y en ese instante Alejandro intervino desde la barra, con su toque de posesión juguetona que siempre aparecía cuando alguien mostraba demasiado interés en mí:

—Las copas de Amara son todas por cuenta de la casa —dijo, con esa mezcla de autoridad y humor.

Christian se rió, divertido, pero Alejandro no había terminado:

—Sé cuándo alguien está interesado en Amara. Así que no pienses en aprovecharte de la situación.

Yo reí, entretenida por la dinámica. Alejandro no era celoso de manera clásica, pero definitivamente tenía un toque de posesión cuando alguien más intentaba acercarse.

—¿Qué quieres beber, Amara? —preguntó Alejandro, inclinándose hacia mí con un guiño que mezclaba diversión y advertencia.

—Algo dulce —respondí sin dudar.

Antes de que pudiera reaccionar, Alejandro saltó sobre la barra con la facilidad de un acróbata y me plantó un beso breve y juguetón.

—Eso también va incluido —dijo, con una sonrisa satisfecha.

Christian se apartó, divertido y algo intrigado, mientras yo me acomodaba junto a él. Alejandro regresó a la barra, vigilando discretamente, y la tensión entre los tres comenzó a tomar forma.

—Entonces… ¿qué tipo de relación tienes con Alejandro? —preguntó Christian con curiosidad.

—Tenemos una relación abierta —dije, encogiéndome de hombros—. No nos exigimos nada, nos divertimos y nos queremos, pero sin dramas.

Christian asintió, claramente intrigado, y añadió:

—¿Qué tan abierta es su relación? ¿Podría besarte ahora y él no haría nada?

Antes de que pudiera reaccionar, Christian se inclinó y me besó. La sorpresa me tomó por unos segundos, pero no lo rechacé. Alejandro, desde la barra, frunció ligeramente el ceño y murmuró:

—Eso no estaba en el plan… —con un tono ausente pero claramente molesto.

Me separé del beso, riendo:

—Eso fue inesperado.

—Solo un poquito —dijo Christian, sonriendo traviesamente.

—Sí, solo un poquito —repliqué, mientras veía cómo Alejandro cruzaba los brazos, claramente molesto, aunque divertido al mismo tiempo.

Nos dirigimos a una mesa cercana y Christian pidió algo para beber. Alejandro, siempre presente, se inclinó hacia mí y dijo con dramatismo:

—¿Ves? Ya estoy empezando a sentir que necesito revisar contratos de exclusividad.

—Tranquilo —le respondí—. Nadie está rompiendo nada. Solo estamos charlando y bebiendo.

Christian parecía divertido y fascinado por la dinámica.

—Entonces… ¿puedo entenderlo bien? Esto significa que puedo invitarte a salir, pero tú sigues con él, y todo sigue siendo… natural —dijo Christian, con una sonrisa traviesa.

—Exactamente —dije, disfrutando de ver cómo Alejandro fruncía el ceño—. Natural, divertido, sin dramas.

Christian asintió, divertido. La tensión entre nosotros se mezclaba con risas y comentarios sarcásticos. En un momento, me inclinó hacia él y dijo:

—¿Y si quiero explorar un poquito más?

—Solo si prometes no romper nada… emocionalmente —contesté, con mi clásica ironía.

—Prometido —dijo Christian, acercándose otra vez—. Solo exploración.

Me besó de nuevo, más lento y deliberado. Alejandro, detrás de la barra, murmuró con un toque de celo infantil:

—Sí, claro… solo exploración, ¿eh?

Yo no pude evitar reír.

—Christian… —dije, divertida—. Eres peligroso.

—Solo si tú lo permites —respondió, sonriendo con desafío y encanto.

Alejandro cruzó los brazos, mostrando claramente su ligera molestia, aunque no podía negar que la situación le resultaba divertida. La sensación era perfecta: podía disfrutar del coqueteo con Christian, sin perder ni un ápice de afecto ni confianza con Alejandro.



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En el texto hay: romance y humor, chiklit, muchos novios

Editado: 27.10.2025

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