Corazón de Veleta

58.-Chef-Barman

Si alguien me hubiera dicho que la vida romántica podía pasar de “caótica pero divertida” a “campo de minas emocional” en cuestión de semanas, probablemente le habría dado la razón con una carcajada nerviosa y un chocolate caliente en la mano.

Sí, otra vez me encontraba en el centro del desastre: Alejandro y Christian reclamando más tiempo conmigo, ambos insistiendo en exclusividad, y yo… bueno, yo estaba lista para desaparecer a una isla donde nadie pudiera pedirme explicaciones.

Todo comenzó un martes cualquiera, cuando Christian me envió un mensaje que no dejaba lugar a dudas:

"Amara, necesitamos hablar. Es importante."

Esas dos palabras suelen ser el inicio de dramas dignos de telenovelas, y sí, yo también lo sabía. Cuando lo vi en el restaurante, su rostro serio y mirada fija hicieron que me sintiera atrapada entre fascinación y pánico.

—Amara —dijo sin rodeos—. Quiero que dejemos de jugar. Quiero ser tu pareja formal. Solo tú y yo.

Mi primera reacción fue reírme. Nerviosa, claro, porque la tensión era real, pero también porque no podía creerlo: alguien estaba pidiendo formalidad en mi vida caótica.

—¿Formal? —pregunté, inclinando la cabeza—. Y… ¿qué pasa con Alejandro? ¿Debo borrarlo de un plumazo porque tú lo pediste?

Sus ojos no se movieron de los míos.

—No es un capricho. Me gustas, de verdad, y no quiero compartir lo que siento contigo con nadie más.

Ahí fue cuando me sentí atrapada en una comedia romántica que nadie había firmado para mí. No era tan simple explicar que los quería a ambos por razones distintas: Christian me despertaba curiosidad y emoción intelectual, mientras Alejandro me hacía reír hasta dolerme la panza y sentir que todo era cálido y simple.

Unos días después, la misma escena se repitió con Alejandro, en El Faro, su habitual caos concentrado en un abrazo y esa sonrisa que podía desarmarte sin previo aviso.

—Amara —empezó, apoyando los codos en la barra—. Necesito hablar. No puedo seguir compartiéndote con Christian sin sentir que pierdo algo. Quiero que seamos exclusivos. Solo tú y yo.

Ahí respiré hondo, recordando mi lema personal: no soy la protagonista de un melodrama, soy la narradora de mi propia comedia.

—Alejandro, cariño —dije, colocando mi mano sobre la suya—. Cada momento contigo es perfecto, pero no puedo elegir. Ni ahora ni pronto.

Su expresión pasó de la sorpresa a una mezcla de indignación y frustración, adorable en su intensidad.

—Entonces, ¿qué sugieres? —preguntó, con voz grave pero ese brillo que me recordaba por qué lo quería.

Y ahí lo tuve claro: necesitaba un respiro. Un descanso de ambos, para no enredarme y recordar cómo respirar sin sentirme atrapada entre dos mundos.

Por eso, más tarde, me senté con Diana en nuestro sofá favorito, una manta de lana cubriendo mis pies y un chocolate caliente humeante frente a nosotras.

—Diana —susurré, exhausta—. Creo que necesito… tiempo. Tiempo de los dos.

Diana arqueó una ceja y suspiró, dramática como siempre:

—Tiempo… ¿de los dos? Amara, por favor. Ya sufriste suficiente con Javier. No pienso verte llorar otra vez, ahora por dos hombres a la vez.

—Exacto —dije, rodando los ojos—. Nadie gana. Yo tampoco. Es mejor poner distancia antes de que alguien termine llorando, incluida yo.

—¿Y ellos qué dicen? —preguntó Diana, inclinándose hacia mí con la intensidad de un interrogatorio policial—. Porque sabes que ninguno de los dos va a aceptar esto sin protestar.

—Obviamente no lo aceptaron —dije, riendo nerviosa—. Ambos me miraron como si hubiera cometido un crimen de guerra emocional.

Diana se recostó junto a mí, cruzando los brazos, su ceja aún más arqueada.

—Amara, por favor, dime que no vas a intentar esto sola. —Su tono era serio, pero la sombra de sonrisa cómplice nunca desaparecía—. Porque si haces eso, voy a tener que intervenir. Y tú sabes que no tengo límites cuando se trata de proteger a mi amiga.

—Tranquila, estoy consciente —dije, aunque no estaba del todo segura—. Solo quiero… un respiro. Un tiempo para mí, para no decidir entre ellos y recordar cómo respirar.

Diana me dio un codazo suave y comentó:

—Bueno, supongo que puedo aceptar ser la confidente de tus dramas sentimentales. Pero solo si me mandas fotos de los dos mientras intentan matarse… emocionalmente, claro.

—Claro —dije, riendo—. Las enviaré con subtítulos dramáticos y emojis de advertencia.

—Hablando en serio —continuó Diana—. No quiero que vuelvas a caer en la trampa de “el que me haga sentir especial merece todo”. Ya sabes lo que pasó con Javier.

—Sí, sí, lo sé —respondí, suspirando—. Pero es distinto ahora. Ellos son diferentes. Christian es… refinado, intenso, elegante. Alejandro es caótico, divertido, cálido. Cada uno me hace sentir algo único.

—Único, sí, pero no saludable —intervino Diana—. Mira, no me malinterpretes: me encanta que te rías, que vivas y que tengas historias increíbles, pero si no pones límites, te vas a encontrar con un cóctel explosivo de reclamos, drama y lágrimas.

—Lo sé —dije, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás en el respaldo del sillón—. Por eso decidí ser egoísta de la manera más responsable posible.

—Egoísta responsable… me gusta —comentó Diana—. Eso suena como tu tipo de aventura romántica oficial.

—Sí, y además… —dije, apoyando la taza de chocolate en mis labios—. Voy a estar sola por un tiempo. Sin barman, sin chef, sin nadie que me haga reír hasta dolerme la panza. Y lo mejor: nadie puede reclamar.

Diana suspiró, dramáticamente:

—Perfecto. Ahora solo necesito imaginar a Christian y Alejandro intentando sobrevivir a tu ausencia. Eso va a ser épico. Y si uno de los dos llora frente a la puerta de nuestro departamento, me debes las palomitas.

—Trato hecho —dije, riendo—. Y si intentan convencerme de elegir, les recordaré que ahora tengo licencia para ser feliz y nadie puede discutir eso.



#3456 en Novela romántica
#1188 en Otros
#425 en Humor

En el texto hay: romance y humor, chiklit, muchos novios

Editado: 27.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.