Corazón Delirante

29 de enero, 2018

Mi día a día se basa en tres cosas: café con menta y chocolate, música y un mundo más allá de lo que todos ven a plena vista.

No recuerdo cuándo, cómo, ni por qué comencé a escribir, pero una vez que empecé, no pude detenerme. Tengo vagos recuerdos de haber pasado tardes enteras recortando hojas de papel para luego unirlas y formar un pequeño libro, en el que luego escribiría cuentos e ideas que me llegaban a la cabeza repentinamente. Esto fue cuando tenía casi seis, es decir, hace diez años.

Siempre me recuerdan que el fanatismo por la literatura ha ido creciendo en mí desde que aprendí a leer, y honestamente, me encanta que lo hagan. Empecé a leer cuando tenía cinco, y a escribir un año después. Me hace muy feliz saber que lo más importante de mi vida ha estado siempre conmigo.

Cuando cumplí los doce años, tomé la decisión de escribir una novela. Pasé por varios intentos, intentos que duraron cinco años creciendo y tratando de tomar forma, sin jamás llegar a algo concreto. Historias de suspenso, ciencia ficción, romance, terror, novelas policíacas, pero jamás dieron resultado.

Dedicaba mucho tiempo a hacer preciosas portadas con mi nombre, Melissa Fargo, escrito en negrita en la parte superior de ella, y el título de mi obra en el centro, pero al final, me aburría de escribir la misma historia por más de cuarenta páginas y tiraba una gran idea a la basura.

Hablé con mis papás, que por cierto, son la pareja más linda que conozco, y me dijeron que debía empezar a armar algo definitivo, ya que siempre dejaba todo a medias, más que nada porque acabo de cumplir dieciséis años y quiero terminar una novela antes de graduarme. Fue entonces cuando me compraron un cargamento de cuadernos y diarios de vida, los cuales debería llenar con historias y cuentos para posteriormente armar una colección con todos ellos y poder, por fin, publicar algo que sea de mi propiedad.

A pesar de que me entusiasmó la idea, sentía que me faltaba algo, un toque personal, una vibra que haga que la gente recuerde mi nombre. Entonces puse Guns N' Roses, que por cierto, es mi grupo favorito, saqué una libreta de color azul, le puse un nombre, le escribí la fecha y escribí el primer pie de mi nuevo diario de vida. 

Elegir el nombre de un cuaderno es crucial. Puedo afirmar que me sé todos y cada uno de los nombres que les he puesto a mis cuadernos en los últimos dos años. Me da la impresión de que al personificarlos de esa forma, las historias que crecen dentro de ellos cobran vida, hace que sean únicas. Es una de las pocas cosas que he inventado a lo largo de mi vida, además de comer kiwi con cuchara y usar la cascara de plato y mi gran receta de café de menta y chocolate. Es tan fácil como llenar la mitad de la taza con agua caliente, ponerle hojas de menta para luego sacarlas cuando hayan adquirido sabor, llenar el resto de la taza con leche y añadir café y chocolate en polvo. Más de una persona dice que estoy loca por crear semejante estupidez, pero eso es porque nunca lo han probado.

Al tener el cuaderno entre mis manos, me sentí extraña. Siempre pensé que los diarios de vida eran cosa de mujeres que no tienen nada más que hacer además de quejarse de lo caro que está el maquillaje y la mala calidad de los bronceadores en polvo. Pero no es así... tan así. Basta con escribir como te sientes y contar aquello que no puedes decir en voz alta para formar la entrada perfecta y convertir un cliché empalagoso en una historia digna de leer. Eso es lo que he aprendido en esta plana y media.

Y allí me encontraba; sentada en mi cama, con mi diario sobre los muslos y una sola luz prendida. Podía sentir el sonido del silencio detrás del roce de mi pluma y el guitarreo de Slash que estropeaba el sentimiento vacío que produce el silencio.

El pelo oscuro me cae sobre los hombros y bostezo constantemente. Estoy comenzando a dudar un poco sobre lo que debería hacer. Aún me queda tiempo para pensar. No tengo ninguna prisa, pero me cuesta controlar mi impulsividad, pues soy muy ansiosa. Estoy constantemente pensando en que pasará después, en como terminará todo, y por eso me es difícil calmarme. Soy esa clase de lectora masoquista que siempre lee el final del libro antes de terminarlo y que siempre se sabe los finales de todas las series para así no tener que verlas completas y no tener la curiosidad de saber como irán a terminar. 

Solía interpretar todo lo que siento en cuentos ficticios y cartas anónimas para no levantar sospechas y no desnudarme frente a todos, pero hace poco mi forma de pensar sufrió un cambio rotundo. Estaba conversando con un artista que me contó sobre su experiencia con la literatura en nuestro país, ya que era extranjero. Jamás olvidaré como con tanta seguridad me dijo: "La única forma de que la gente te recuerde por quien eres y no por quien quieres ser, es desnudar tu interior frente a todos y dejar que te lean como si fueras poesía." No pude encontrarle más razón. Me impactó que fuera tan bueno con las palabras a pesar de que no se dedicaba a la literatura, sino a las artes plásticas.

Por todo esto accedí tan rápidamente a lo que mis papás me dijeron. Sabía que esta sería mi oportunidad de comenzar a hacer las cosas correctamente. Esta vez me expondría, sin miedo a la vergüenza pública ni a todo lo que esta conlleva.



#8899 en Joven Adulto
#34858 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, amor, amistad

Editado: 31.12.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.